Visibles e invisibles Falsa antología de poetas verdaderos Jesús Urceloy Editorial Cuadernos del Laberinto Madrid, 2015 |
IDENTIDADES DEL YO
A mi parecer, la actividad
laboral de Jesús Urceloy (Madrid, 1964) como profesor de talleres literarios
guarda una evidente relación con el planteamiento de Visibles e invisibles, una propuesta lúdica que subtitula “Falsa
antología de autores verdaderos”. Quiero decir que, frente a la sobrevalorada ingenuidad romántica de la inspiración, como evento milagroso que completa
poemas casi sin tinta china, Jesús Urceloy sabe, con sostenida aplicación, el
laboreo que requiere el taller. Escribir poesía es ese cartel de abierto hasta la madrugada y la suma de continuos itinerarios por las estanterías de la tradición, dos actividades que
dejan el barbecho listo para la sementera (ahora sí) de la
inspiración.
De ese conocimiento autorizado
de las hornadas líricas del siglo XX nace este inventario de afectos, Integra a
cuarenta y cuatro poetas nacidos entre 1937 1980. En el muestrario, Jesús
Urceloy dialoga en ausencia con el modo de escritura de conocidos autores de
los que mimetiza su palabra poética para escribir composiciones que podrían ser
firmadas, sin mucho reparo como versión original. La idea de este Urceloy
melómano es hacer cantar al solista como si fuese un coro; interpretar el
repertorio de un yo múltiple.
El poemario tiene unas
palabras previas que comentan el propósito de Visibles e invisibles; en ellas recuerda la gestación del libro y
sus peripecias por algún premio literario, un asunto que nada aporta a los poemas y a su textura emocional, que solo dejará un cierto gesto
de resignación. En los premios, como en la vida hay luces, sombras, mediodías y
espejismos al paso; pero la posibilidad de presentarse o no presentarse en un
asunto personal que obliga a ser selectivo.
El introito de Álvaro Muñoz Robledano
tiene mayor carnadura. Desde el sedentario mirador de lo biográfico dibuja una
imagen del poeta en la incertidumbre de esperar que la empatía cree un estado
de sosiego y gratitud, para que el tiempo, siempre maleable y fugaz, marque una
estela más duradera de recuerdos, confidencias, canciones y lecturas.
Abre el paisaje lírico un
nombre propio que ya no está, por lo que el homenaje parece doble y necesario:
Féliz Grande, con quien Jesús Urceloy construyó una amistad a lo largo como se
construyen los buenos caminos, esos que llevan a ninguna parte y exigen estar
sembrando pisadas cada día porque “la levedad no sabe de conciencias”. Así
arranca una línea continua en el tiempo que aglutina representantes de los años
setenta, cuando ser novísimo, era peaje de multitud. Allí suenan las voces de
Javier Lostalé y Ángel Guinda, ecos de un tiempo en el que los propósitos formales
fagocitaron con su esteticismo otras pretensiones.
Pero Jesús Urceloy no solo
busca hacer del verso mero reflejo especular de una estética, también
explora la personalidad literaria del otro; resuenan en las aceras del
poemario los tacones de aguja de Ana Rosetti, el lugar del deseo en Enrique
Gracia Trinidad o la sabia meditación de Luis Alberto de Cuenca,
disfrutando de alguna imagen
culturalista; digamos por ejemplo, imaginando el incendio virtual de la
Biblioteca Nacional… No todos los nombres propios tienen una caracterización
tan evidente como Julio Martínez
Mesanza, Amalia Bautista o Fernando Beltrán;
un buen elenco de los antologados no suele ocupar las columnas impresas
de la reseña celebratoria. Y quizás en estos poetas, elegidos por el criterio
personal del antólogo, es donde mejor se percibe la amanecida,
esos hilos de ternura que han hecho de la composición una alegría. En la voz de
Marisol Huerta hay ternura y horario de recreo, como si el amor cercano se meciera en el tobogán de un
parque infantil, y hay afecto también en las miradas interiores a los
escritores del entorno: Antonio Polo, Jaime Alejandre, Álvaro Muñoz Robledano, Francisco García
Prados, Juan Manuel Navas… porque suena el rumor del trayecto en compañía, que
ha ido moldeando literatura y vida en un rostro bifronte que da cuenta de la
provisionalidad de las certezas.
La primera vez que leí este
poemario de Jesús Urceloy pensé en la revista Jugar con fuego, donde todas las colaboraciones las escribía José
Luis García Martín con entusiasmo pessoano, y en el poemario de Felipe Benítez
Reyes Vidas improbables. Lo vuelvo a
hacer ahora para concluir que más allá del juego literario de la suplantación y de la estancia en el cuarto de estar del yo de sujetos visibles e invisibles, esta
muestra lírica permite vislumbrar con provecho una observación de la vida
literaria, ese laberinto de egos en calles principales y secundarias. Otro
acierto del libro es la imaginativa representación de la identidad,
desde el monólogo dramático o desde la enunciación en segunda o tercera
persona. Y una vez más, –otra constante en Urceloy- disfrutar del dominio formal del
poeta ante la expresión versal tratando matices con imaginación, ritmo y
sentido, con esos ingredientes que hacen de cada página una invitación al
gusto, una mesa dispuesta para la buena compañía.
En los años 80 del siglo pasado, formé parte del Grupo de poetas jóvenes del Ateneo de Madrid y uno de los que acudía con frecuencia era Jesús Urceloy. De todos los que íbamos a aquellas reuniones, creo que Urceloy era uno de los mejores poetas que recitaban sus versos, con su voz grande, como grande era él. " Me gustas cuando callas, porque no te escucho", decía imitando a Neruda y todos reíamos. Sé que él, como tú y otros, no hemos dejado de amar la poesía porque la necesitamos.
ResponderEliminarDel muestrario de poetas que nombras, casi todos me suenan, porque eran de aquellos me encontraba en diferentes tertulias y a lo largo de los años. Es verdad que he estado un tiempo apartada de esta vida poética en Madrid, pero con estas entradas tuyas, estás haciendo que quiera volver a ponerme un poco al día en esto de la poesía.
Por supuesto me apunto esta Falsa antología... y quiero que sepas que estoy releyendo " Población activa" y que nunca olvido tu poema "El arte de vivir los lunes. También leo tus versos de "Ninguna parte".
Un abrazo
Luz
Así es, querida amiga, Jesús Urceloy es memoria viva del discurrir poético madrileño. Tiene un largo trayecto de inciativas culturales en su haber y una obra amplia y multidisciplinar; te encantará esta antología especular que dicta poemas que pudieron ser ciertos.
EliminarYo también acabo de sacar libro nuevo, "Re-generación, una antología sobra la última poesía española. Pero no olvido los momentos de grata alegría que me dejó "Población activa". Un fuerte abrazo.
Gracias por tu reseña, José Luis. Lo incluyo para las próximas lecturas.
ResponderEliminarHoy he estado visitando a mi madre y me he acordado del poema "El picaporte" en tu libro «Ninguna parte» que leí hace poco... ¡Ah, nuestros ancianos padres...!
Volviendo a Urceloy, hace poco asistí a la Tertulia de Rafael Montesinos y allí recitaron, entre otros poetas, Jesús Urceloy. Te adjunto la página donde lo publiqué, por si le quieres echar un vistazo. Es el vigésimo primero -casi al final-: http://poeticaubicua.blogspot.com.es/2015/11/tertulia-literaria-hispanoamericana.html
Un abrazo
Lo veo encantado, claro que sí; la tertulia de Montesinos es una institución cultural. Y el poema "El picaporte" es mi despedida de quien tanto hizo por mí, incluso en su ceguera final mi padre inventaba una realidad diaria llena de formas. Un abrazo.
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