viernes, 24 de enero de 2020

FAUSTINO LOBATO. NOTAS PARA NO ESCONDER LA LUZ

Notas para no esconder la luz
Faustino Lobato
Cubierta de Enrique Castañer
Grupo Editorial Olé Libros
Imaginal, 2019



SIEMPRE LA CLARIDAD


   Faustino Lobato, con estudios de Teología y Antropología, ha ido desarrollando un trayecto escritural ligado a la docencia, como profesor de filosofía. Esa circunstancia personal crea una textura humanista y reflexiva en su quehacer lírico. Así se resalta en la emotiva introducción de Santiago Méndez que explora el sustrato escritural: “La luz se impone y, a su vez, es el hilo conductor del libro. La luz incierta del alba que da contorno a las cosas, hasta ese momento oscuras. La luz externa y, sobre todo, la que vive dentro del ser humano, que es la que más interesa y, al mismo tiempo, más temor causa a Faustino Lobato”.
  Como si fuese un sustrato matérico esencial, la emergente claridad exige una actitud en vela, un laborar callado de apuntes al paso en los que la presencia de lo lumínico, como precisa definición de los contornos, se hace evidente. Notas para no esconder la luz incorpora unos versos de Carlos Marzal que alertan sobre el callado milagro de lo evidente: “De tanto ver la luz hemos perdido / la recta proporción de ese milagro / que otorga a la materia su volumen”.
   La percepción de ese estado natural que llega como un milagro en la amanecida nos deja entre las manos un patrimonio sensorial. Existir es contemplar, trazar límites al entorno, hacer del espacio una realidad expandida que aboca al tránsito. Invita también a mirar dentro del yo para formular esas preguntas esenciales sobre la naturaleza del existir: la luz entonces se hace símbolo, cobra un significado nuevo: es desvelo y conocimiento innominado, palabra que aflora y rompe el silencio y se hace fluir de la conciencia. Desde esa claridad que habita el ser manan también los sentimientos, ese impulso que lleva al otro y desvela el misterio del deseo. La energía entonces se hace un marco de representación de lo cotidiano, como si compusiera una extraña sinfonía que exige interpretarse con voluntad despierta.  
   Como una cortesía hacia el lector, Faustino  Lobato deja en cada poema una leve síntesis argumental que hace las veces de clave semántica: “Convirtió la realidad en  verbo transitivo del color”. De este modo, el poema se hilvana con un espacio conceptual conocido, donde la dicción poética opta por la claridad lógica del verbo coloquial, sin hermetismos innecesarios. La experiencia lírica sostiene un diálogo entre la sensibilidad sensorial y el pensamiento, entre el fluir de la conciencia y el entorno en el que deambula el afán de lo cotidiano.
   El quehacer de la luz trazaba presencias en el apartado inicial del libro y da paso en la segunda parte, con cita de Roger Wolfe, al apartado “Delimitando sombras”. Como una paradoja existencial la fuerza luminosa abre callada la oquedad de la sombra; así lo corrobora otra nota al margen que especifica ese necesario reverso de la claridad: “Como las tinieblas, / huyo con mis miedos, / me alejo, / al centro de la soledad”.
    Entre la luz y la sombra, lo cotidiano se despliega para airear los hábitos diarios que se van marcando sobre la piel del tiempo. Así emerge la música que pone en el silencio una calidez habitable o los poemas de amigos y maestros como Hilario Barrero, Miguel Veyrat, Efi Cubero, Alfonso Brezmes o José Iniesta…  Son nombres que hacen posible visibilizar lecturas y que aportan a la voz personal un amplio patrimonio referencial.
    El cálido ejercicio reflexivo que abre paso al poema adquiere una formulación conceptual muy acertada en el umbral del apartado “Rompiendo apariencias”; las escuetas notas de apertura casi resultan una interpretación del poemario en boca del protagonista verbal: “La luz un sueño, realidad interior que transformo en poema para poder abrazarla. Y en este concierto de versos que traducen la claridad, crezco hasta romper las apariencias en un atardecer sin fronteras”. La percepción entonces se interioriza y encarna en el pensamiento para hacerse revelación y habitar el espacio interior de la identidad. Más allá de las apariencias, va naciendo una realidad trascendida, una brisa de misterio y poesía que marca las huellas de lo perdurable.  Que invita a seguir porque la llama se hace luz.
   Como un inicio pactado con la cercanía del Alentejo a la hospitalaria geografía urbana de Badajoz, el poeta abre cada uno de los tres apartados en los que se organiza el libro con un poema que se traduce a continuación al portugués, es un pequeño homenaje personal a la lengua de Pessoa y Camóes
   Notas para no esconder la luz es un libro de sensaciones. En sus poemas, Faustino Lobato capta el leve resplandor del instante que llena la mirada con los colores de la amanecida. Más allá de lo aparente queda el espacio de plenitud y belleza, ese fecundo aporte que crece desde la emotividad y facilita el encuentro con el yo interior, que busca en lo diario claridad y esencia.

JOSÉ LUIS MORANTE. 



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