Notas para no esconder la luz Faustino Lobato Cubierta de Enrique Castañer Grupo Editorial Olé Libros Imaginal, 2019 |
SIEMPRE
LA CLARIDAD
Faustino Lobato, con estudios de Teología y Antropología, ha ido
desarrollando un trayecto escritural ligado a la docencia, como profesor de
filosofía. Esa circunstancia personal crea una textura humanista y reflexiva en
su quehacer lírico. Así se resalta en la emotiva introducción de Santiago
Méndez que explora el sustrato escritural: “La luz se impone y, a su vez, es el
hilo conductor del libro. La luz incierta del alba que da contorno a las cosas,
hasta ese momento oscuras. La luz externa y, sobre todo, la que vive dentro del
ser humano, que es la que más interesa y, al mismo tiempo, más temor causa a
Faustino Lobato”.
Como si fuese un sustrato matérico esencial, la emergente claridad exige
una actitud en vela, un laborar callado de apuntes al paso en los que la
presencia de lo lumínico, como precisa definición de los contornos, se hace
evidente. Notas para no esconder la luz incorpora
unos versos de Carlos Marzal que alertan sobre el callado milagro de lo
evidente: “De tanto ver la luz hemos perdido / la recta proporción de ese
milagro / que otorga a la materia su volumen”.
La percepción de ese estado natural que llega como un milagro en la
amanecida nos deja entre las manos un patrimonio sensorial. Existir es
contemplar, trazar límites al entorno, hacer del espacio una realidad expandida
que aboca al tránsito. Invita también a mirar dentro del yo para formular esas
preguntas esenciales sobre la naturaleza del existir: la luz entonces se hace
símbolo, cobra un significado nuevo: es desvelo y conocimiento innominado,
palabra que aflora y rompe el silencio y se hace fluir de la conciencia. Desde
esa claridad que habita el ser manan también los sentimientos, ese impulso que
lleva al otro y desvela el misterio del deseo. La energía entonces se hace un
marco de representación de lo cotidiano, como si compusiera una extraña
sinfonía que exige interpretarse con voluntad despierta.
Como una cortesía hacia el lector, Faustino Lobato deja en cada poema una leve síntesis
argumental que hace las veces de clave semántica: “Convirtió la realidad
en verbo transitivo del color”. De este
modo, el poema se hilvana con un espacio conceptual conocido, donde la dicción
poética opta por la claridad lógica del verbo coloquial, sin hermetismos
innecesarios. La experiencia lírica sostiene un diálogo entre la sensibilidad
sensorial y el pensamiento, entre el fluir de la conciencia y el entorno en el
que deambula el afán de lo cotidiano.
El quehacer de la luz trazaba presencias en el apartado inicial del
libro y da paso en la segunda parte, con cita de Roger Wolfe, al apartado “Delimitando
sombras”. Como una paradoja existencial la fuerza luminosa abre callada la
oquedad de la sombra; así lo corrobora otra nota al margen que especifica ese
necesario reverso de la claridad: “Como las tinieblas, / huyo con mis miedos, /
me alejo, / al centro de la soledad”.
Entre la luz y la sombra, lo cotidiano se despliega para airear los
hábitos diarios que se van marcando sobre la piel del tiempo. Así emerge la
música que pone en el silencio una calidez habitable o los poemas de amigos y
maestros como Hilario Barrero, Miguel Veyrat, Efi Cubero, Alfonso Brezmes o
José Iniesta… Son nombres que hacen
posible visibilizar lecturas y que aportan a la voz personal un amplio
patrimonio referencial.
El cálido ejercicio reflexivo que abre paso al poema adquiere una
formulación conceptual muy acertada en el umbral del apartado “Rompiendo
apariencias”; las escuetas notas de apertura casi resultan una interpretación
del poemario en boca del protagonista verbal: “La luz un sueño, realidad interior que transformo en poema para poder
abrazarla. Y en este concierto de versos que traducen la claridad, crezco hasta
romper las apariencias en un atardecer sin fronteras”. La percepción
entonces se interioriza y encarna en el pensamiento para hacerse revelación y
habitar el espacio interior de la identidad. Más allá de las apariencias, va
naciendo una realidad trascendida, una brisa de misterio y poesía que marca las
huellas de lo perdurable. Que invita a
seguir porque la llama se hace luz.
Como un inicio pactado con la cercanía del Alentejo a la hospitalaria
geografía urbana de Badajoz, el poeta abre cada uno de los tres apartados en
los que se organiza el libro con un poema que se traduce a continuación al
portugués, es un pequeño homenaje personal a la lengua de Pessoa y Camóes
Notas para no esconder la luz es
un libro de sensaciones. En sus poemas, Faustino Lobato capta el leve
resplandor del instante que llena la mirada con los colores de la amanecida.
Más allá de lo aparente queda el espacio de plenitud y belleza, ese fecundo
aporte que crece desde la emotividad y facilita el encuentro con el yo
interior, que busca en lo diario claridad y esencia.
JOSÉ
LUIS MORANTE.
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