domingo, 19 de julio de 2020

PABLO FIDALGO LAREO. QUALCOSA NASCERÀ DA NOI

QUALCOSA NASCERÀ DA NOI
Pablo Fidalgo Lareo
Edición bilingüe: castellano e italiano
Traducción al italiano de Elsa Tramontin
Diseño editorial de Silvia Fernández Palomar
Gijón, 2020

INTERIORES



  La obra poética de Pablo Fidalgo Lareo (Vigo, 1984) comienza su singular camino en 2010 con la entrega La educación física, un amanecer que siembra pronto nuevas paradas, Mis padres, Romeo y Julieta, La retirada, Crónica de las aves de paso Tres poemas dramáticos, Esto temía, esto deseaba,  Parangolé y Anarquismos&Daniel Faria. En estos títulos cobra fuerza un fluir escritural en el que se condensan el sesgo narrativo, la austeridad metafórica y la inmersión reflexiva en la cartografía de la identidad. El ideario personal despliega tomas de postura que trascienden el acontecimiento estético y un contacto comprometido, desde la memoria, con el tiempo histórico. Esta práctica literaria muestra desarrollos complementarios en la escritura de textos dramáticos, la coordinación de eventos teatrales, el comisariado de ciclos de artes  o el trabajo en escena, quehacer que promueve su residencia temporal en Lisboa y en la Academia de España en Roma, durante el curso 2018-2019.
  Como informa la nota prologal, Qualcosa nascerà da moi es el texto de la performance representada en el Estudio 1 de la Academia el 17 de junio de 2019 con un equipo de trabajo y complementada con una compilación de textos críticos, algunos de los cuales escritos en italiano por Matteo Binci y Edvige Cecconi Meloni, que fueron traducidos al castellano por Lucía Martínez Pardo. De esta forma, el libro nace como una propuesta escénica, despojada de acotaciones, que se convierte en un ejercicio poético. Una vez más, constata la hibridez de su naturaleza literaria. Escribir y actuar son pulsiones enlazadas de una dualidad existencial.
 La disposición textual recurre al epistolario para propiciar monólogos poéticos en torno a circunstancias biográficas. La voz que ocupa el escenario rememora una relación en el tiempo que sirve como arranque argumental. No hay señas de identidad del hablante, salvo las que emanan de su soliloquio. Asentada en la madura soledad de los sesenta años, la existencia es ahora una menguante suma de hábitos que acrecientan la soledad y la introspección. Estar fuera es acordarse de la disposición de la costumbre y de la calidez de aquellos espacios que forjaban con el yo una relación de pertenencia. Desde ese sondear introspectivo nacen las interrogaciones que ayudan a entender las razones del ahora. El amor se convierte en nervio estructural del recuerdo como si la ausencia fuera, en clara paradoja, una presencia continua: “Veía el mundo y no podía aguantar  y mi respuesta al dolor era escribirte / Crear una fe y unas palabras que nuestro tiempo no puede encajar”. Así nace un denso epistolario que se convierte en espacio de cruce con el otro, una posibilidad para buscar sentido a lo que ha pasado. En esa evocación no está solo el ensimismamiento del yo; entre las confidencias se cobija la historia de Mario Luzi y Cristina Campo, como ejemplos del amor imposible que se sustenta solo desde la fe, protagonizando una hermosa teoría de lealtad afectiva y fidelidad. Ellos saben la dimensión de la renuncia.
  El epistolario conforma un tiempo de espera; deja en las palabras una sensación de soledad e incertidumbre. Ni siquiera el amor se postula como un cimiento firme, sino como un invento literario de los poetas provenzales, una aleación estética de idealizaciones y sueños que antes o después pasará a formar parte de la arqueología personal. El deseo poco a poco construye una habitación vacía en la que solo se refugian la ausencia y la renuncia. La verdadera historia niega la especulación; de aquella certeza de que el nosotros germinaría cualquier cosa, queda la sensación de una existencia al margen. La identidad forja una profunda tristeza como si entre las manos solo hubiese quedado la ceniza de un fulgor que fue languideciendo con el tiempo, que enuncia una historia común como si hubiera sido un espejismo.
   Las nueve cartas que dan voz al personaje que comparte su historia personal llevan como coda un conjunto de textos críticos. Son interpretaciones de un diario interior que habla de soledad y deseo, de frustración y caída del telón de la esperanza. En esta indagación plural del sentido participan Pedro G. Romero, Matteo Binci,  Edvige Cecconi y Vicente Vázquez.
  El ejercicio creativo de Pablo Fidalgo Lareo en Qualcosa nascera da noi tiene como nervio estructural el monólogo, la reelaboración de un recorrido íntimo. Alguien, en escena, desgrana los trazos callados de una sombra. Deja en las aguas turbias del lenguaje la senda estéril del deseo, dolorosa experiencia de soledad y melancolía. La capacidad del poema abre una vinculación íntima con la existencia, exige cuentas con aquellas vivencias que marcaron un estar trasterrado; esa escisión con el deseo que conduce a la  conciencia de que también la intimidad es intemperie.
      



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