miércoles, 15 de julio de 2020

FERNANDO DEL VAL. SI TE ACERCAS MÁS, DISPARO

Si te acercas más, disparo
Entrevistas Vol. 1
Fernando del Val
Editorial Difácil
Valladolid, 2017


INTERMEDIARIO


   Periodista con amplio recorrido laboral en medios generalistas, como el diario El Mundo, y autor de una excelente trilogía poética, Fernando del Val (1978) ha compilado sus entrevistas en el volumen Si te acercas más, disparo, una publicación editada en 2017 por el sello vallisoletano Difácil. Fue una conversación extraordinaria con Cees Nooteboom en la revista TURIA la que me llevó a adentrarme con urgencia en la cartografía creadora del poeta periodista. Mis disculpas por esta llegada tardía que no hace sino confirmar que los buenos libros soportan meandros singulares para llegar al abrazo lector.
   Más que una suma de preguntas y respuestas trazada por el piloto automático del entrevistador, me gustan aquellas conversaciones en las que el entrevistador se convierte en un intermediario, a través del cual se muestran los rasgos esenciales del protagonista desvelado. Esta inmersión en los estratos profundos del yo casi nunca sucede; por eso en la mayoría de las entrevistas predomina lo contingente, un recrear de sensaciones transitorias que, poco a poco, se disuelven y declinan en la memoria. La mayoría de los encuentros expuestos en Si te acercas más, disparo pugnan por crear espacios de autonomía y conocimiento de una identidad en permanente reconstrucción; la claridad de la respuesta cuestiona lo evidente y lo convierte en un destello indeciso.
  En el inicio del volumen se acogen tres entrevistas muy dispares. Es muy hermosa la realizada al poeta Félix Grande, a propósito del novelista uruguayo Juan Carlos Onetti. Queda patente la admiración discipular y el trayecto afectivo para comprender la complejidad de un caminar biográfico que optó por anular cualquier enlace con lo social. En ese Onetti postrado se acentúa la fragilidad y el intimismo, la asunción de ser también un personaje cercano a sus creaciones ficcionales. El acontecer social convierte al columnista Raúl del Pozo en un ser receptivo, una sensibilidad abierta al estímulo político cuyo tono de voz se hace elegíaco, admirativo o crítico. La cercanía con Francisco Umbral es nítida, pero el aporte propio trasciende cualquier tarea de epigonía para asentarse como un columnista clásico, de la mejor escuela.
  El ego de Fernando Sánchez Dragó no admite equidistancias, su despliegue narcisista sitúa sus logros en una encrucijada transitoria, un paisaje colmado de signos caducos. La escritura y la existencia se hacen más comprensibles si son exploración y aprendizaje, búsqueda y tanteo; en Sánchez Dragó parece que percibir su existencia es  también entender el universo.
   A pesar de los notables intentos de Fernando del Val de buscar la trocha de Miguel Delibes, el maravilloso escritor cerró por dentro su identidad y solo afloraron algunos monosílabos de incertidumbre y compromiso; sus muchos admiradores y sus persistentes lectores, entre los que me encuentro, dejan en silencio su inquietud porque los años erosionan cualquier deseo de seguir caminando: en estas respuestas, más allá de algunas convicciones conocidas, ni está el hombre ni está el escritor; llegamos a Delibes demasiado tarde. Mucho más explícito aparece el perfil intelectual de Eduardo Lago en el que se recuperan cuentos, traducciones, libros de viaje y las incisiones del primer paso ficcional, Llámame Blooklyn, tan ligado al mítico distrito neoyorkino. En la novela el espacio urbano se convierte en personaje en el que se van gestando los ánimos de los pobladores y las pulsaciones históricas.
   En el curso dinámico de estas prolongadas tertulias confluyen varios poetas. Son tres las tareas indagatorias con Antonio Colinas. La brevedad de las dos primeras apenas aporta algunas mínimas iluminaciones; se habla más de libros que de actitudes y convicciones; en cambio, la tercera reunión es un acierto divagatorio donde caben evocaciones, apuntes de taller, recuerdos de viajes y lúcidas incursiones en el ideario personal. También magnífica resulta la segunda charla con Antonio Gamoneda, en la que el poeta recupera su discurso más conocido. En él se hace raíz la guerra civil, la posguerra y ese moldear del compromiso en el tiempo, junto a una forma de entender la poesía cuajada de hermetismo y lejanía. El poeta defiende que el ideario estético es un estado de subjetividad, una inmersión interior de las posibilidades sensibles del individuo.
   El primer buceo del poeta, novelista y ensayista José Manuel Caballero Bonald versa sobre Ángel Crespo. Desde su rescate emerge ese tiempo de guerras perdidas de la posguerra, la oposición al franquismo en la clandestinidad, el intimismo gris de un país sin amanecidas y los trayectos del exilio, junto a un magnífico trabajo como traductor y como creador. La segunda conversación tiene como núcleo semántico la propia labor, las contingencias biográficas y su forma de entender la escritura en los distintos géneros, en los que siempre es evidente el afán indagatorio del lenguaje y su fortaleza expresiva.
   Con similar compromiso frente a la escritura como impulso perdurable afloran las palabras de Luis Mateo Díez. El leonés es un ejemplo de rigor, activismo lector y caminar pautado, lejos de la estridencia de los medios y consciente de protagonizar una tarea en el tiempo que ha conseguido el refrendo de muchos lectores.  Son rasgos comunes a otro novelista, José María Merino, en quien se hace evidente la idea de que la ficción mantiene puentes abiertos con el tiempo histórico; en el escritor, tan activo y plural, la ecología es una senda exploratoria, y la actualidad política un referente siempre proclive a la valoración ética.
   Como si emergieran de una asombrosa trastienda, el desfile de magisterios prosigue con Luis Landero, Juan Eduardo Zúñiga, Soledad Puértolas,  Javier Cercas, Clara Janés o Enrique Vila-Matas –el lector sabrá disculpar que no comente cada una de las entrevistas para que esta reseña mantenga las dimensiones habituales- y queda la sensación de que cada encuentro aporta nuevas claves interpretativas sobre el trayecto creador o sobre su manera de entender el hecho literario.
   Fernando del Val es un practicante experimentado de la entrevista. Se empapa de cimientos previos para facilitar al máximo el trasvase de confidencias. Se convierte en un intermediario trasparente que sabe apartarse para que emerja plena la identidad del autor. Ejerce de hacendoso imán para aglutinar ideas y sensibilidad; para que en el encuentro perdure la esencia, ese cruce que fusiona recapitulación existencial y libertad creativa, fragmentos vitales y experiencia estética. Un vaivén de palabras en vuelo donde la vida fluye.




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