Si te acercas más, disparo Entrevistas Vol. 1 Fernando del Val Editorial Difácil Valladolid, 2017 |
INTERMEDIARIO
Periodista con amplio recorrido laboral en medios generalistas, como el
diario El Mundo, y autor de una
excelente trilogía poética, Fernando del Val (1978) ha compilado sus
entrevistas en el volumen Si te acercas
más, disparo, una publicación editada en 2017 por el sello vallisoletano
Difácil. Fue una conversación extraordinaria con Cees Nooteboom en la revista TURIA la que me llevó a adentrarme con
urgencia en la cartografía creadora del poeta periodista. Mis disculpas por
esta llegada tardía que no hace sino confirmar que los buenos libros soportan
meandros singulares para llegar al abrazo lector.
Más que una suma de preguntas y respuestas trazada por el piloto automático del entrevistador, me gustan aquellas
conversaciones en las que el entrevistador se convierte en un intermediario, a
través del cual se muestran los rasgos esenciales del protagonista desvelado.
Esta inmersión en los estratos profundos del yo casi nunca sucede; por eso en
la mayoría de las entrevistas predomina lo contingente, un recrear de
sensaciones transitorias que, poco a poco, se disuelven y declinan en la memoria.
La mayoría de los encuentros expuestos en Si
te acercas más, disparo pugnan por crear espacios de autonomía y conocimiento
de una identidad en permanente reconstrucción; la claridad de la respuesta
cuestiona lo evidente y lo convierte en un destello indeciso.
En
el inicio del volumen se acogen tres entrevistas muy dispares. Es muy hermosa
la realizada al poeta Félix Grande, a propósito del novelista uruguayo Juan
Carlos Onetti. Queda patente la admiración discipular y el trayecto afectivo
para comprender la complejidad de un caminar biográfico que optó por anular
cualquier enlace con lo social. En ese Onetti postrado se acentúa la fragilidad
y el intimismo, la asunción de ser también un personaje cercano a sus
creaciones ficcionales. El acontecer social convierte al columnista Raúl del
Pozo en un ser receptivo, una sensibilidad abierta al estímulo político cuyo
tono de voz se hace elegíaco, admirativo o crítico. La cercanía con Francisco
Umbral es nítida, pero el aporte propio trasciende cualquier tarea de epigonía
para asentarse como un columnista clásico, de la mejor escuela.
El ego de Fernando Sánchez Dragó no admite equidistancias, su despliegue
narcisista sitúa sus logros en una encrucijada transitoria, un paisaje colmado
de signos caducos. La escritura y la existencia se hacen más comprensibles si
son exploración y aprendizaje, búsqueda y tanteo; en Sánchez Dragó parece que percibir
su existencia es también entender el
universo.
A pesar de los notables intentos de Fernando del Val de buscar la trocha
de Miguel Delibes, el maravilloso escritor cerró por dentro su identidad y solo
afloraron algunos monosílabos de incertidumbre y compromiso; sus muchos
admiradores y sus persistentes lectores, entre los que me encuentro, dejan en
silencio su inquietud porque los años erosionan cualquier deseo de seguir
caminando: en estas respuestas, más allá de algunas convicciones conocidas, ni
está el hombre ni está el escritor; llegamos a Delibes demasiado tarde. Mucho
más explícito aparece el perfil intelectual de Eduardo Lago en el que se
recuperan cuentos, traducciones, libros de viaje y las incisiones del primer
paso ficcional, Llámame Blooklyn, tan
ligado al mítico distrito neoyorkino. En la novela el espacio urbano se
convierte en personaje en el que se van gestando los ánimos de los pobladores y las pulsaciones históricas.
En el curso dinámico de estas prolongadas tertulias confluyen varios
poetas. Son tres las tareas indagatorias con Antonio Colinas. La brevedad de
las dos primeras apenas aporta algunas mínimas iluminaciones; se habla más de
libros que de actitudes y convicciones; en cambio, la tercera reunión es un
acierto divagatorio donde caben evocaciones, apuntes de taller, recuerdos de
viajes y lúcidas incursiones en el ideario personal. También magnífica resulta
la segunda charla con Antonio Gamoneda, en la que el poeta recupera su discurso
más conocido. En él se hace raíz la guerra civil, la posguerra y ese moldear
del compromiso en el tiempo, junto a una forma de entender la poesía cuajada de
hermetismo y lejanía. El poeta defiende que el ideario estético es un estado de
subjetividad, una inmersión interior de las posibilidades sensibles del
individuo.
El primer buceo del poeta, novelista y ensayista José Manuel Caballero
Bonald versa sobre Ángel Crespo. Desde su rescate emerge ese tiempo de guerras
perdidas de la posguerra, la oposición al franquismo en la clandestinidad, el
intimismo gris de un país sin amanecidas y los trayectos del exilio, junto a un
magnífico trabajo como traductor y como creador. La segunda conversación tiene
como núcleo semántico la propia labor, las contingencias biográficas y su forma
de entender la escritura en los distintos géneros, en los que siempre es evidente
el afán indagatorio del lenguaje y su fortaleza expresiva.
Con similar compromiso frente a la escritura como impulso perdurable
afloran las palabras de Luis Mateo Díez. El leonés es un ejemplo de rigor,
activismo lector y caminar pautado, lejos de la estridencia de los medios y
consciente de protagonizar una tarea en el tiempo que ha conseguido el refrendo
de muchos lectores. Son rasgos comunes a
otro novelista, José María Merino, en quien se hace evidente la idea de que la
ficción mantiene puentes abiertos con el tiempo histórico; en el escritor, tan
activo y plural, la ecología es una senda exploratoria, y la actualidad
política un referente siempre proclive a la valoración ética.
Como si emergieran de una asombrosa trastienda, el desfile de magisterios
prosigue con Luis Landero, Juan Eduardo Zúñiga, Soledad Puértolas, Javier Cercas, Clara Janés o Enrique
Vila-Matas –el lector sabrá disculpar que no comente cada una de las
entrevistas para que esta reseña mantenga las dimensiones habituales- y queda
la sensación de que cada encuentro aporta nuevas claves interpretativas sobre
el trayecto creador o sobre su manera de entender el hecho literario.
Fernando del Val es un practicante experimentado de la entrevista. Se
empapa de cimientos previos para facilitar al máximo el trasvase de
confidencias. Se convierte en un intermediario trasparente que sabe apartarse
para que emerja plena la identidad del autor. Ejerce de hacendoso imán para
aglutinar ideas y sensibilidad; para que en el encuentro perdure la esencia, ese
cruce que fusiona recapitulación existencial y libertad creativa, fragmentos
vitales y experiencia estética. Un vaivén de palabras en vuelo donde la vida
fluye.
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