De los dioses y del mundo / La piedad apasionada Fernando Savater Editorial Polibea Colección Fuera de Lugar Madrid, 2020 |
TAREAS DEL PENSAR
El derrumbe final de la dictadura franquista en 1975 clausuraba
laberintos de sombra y dejaba paso a un largo paréntesis de interrogaciones e
incertidumbres. Sería en ese marco histórico cuando se abren paso los dos
libros aurorales del filósofo, ensayista Fernando Savater (San Sebastián,
1947), De los dioses y del mundo, amanecido
aquel mismo año, y La piedad apasionada,
que cumple su apertura editorial dos años más tarde. Ambas entregas se reeditan
ahora en un único volumen, e inauguran la colección “Fuera de Lugar”, al
cuidado de José Tono Martínez, en Editorial
Polibea.
La reedición incorpora una nota preliminar de José Tono Martínez, quien subraya algunas claves situacionales, entre ellas la visión sociológica del filósofo y la vinculación fuerte de su pensamiento con un devenir colectivo que rechaza el marasmo de la abstracción y se acoge a un estar implicado en lo diario. El compromiso cívico con el pensar contemporáneo se hace núcleo conciliador de la escritura.
La mirada del libro De los dioses y del mundo cuyo título recupera el del catecismo pagano de Salustio, general y mano derecha del emperador Juliano, se plantea como un itinerario temático que va consumiendo tenaces cuestiones argumentales: el politeísmo de la religión imperial frente al monoteísmo cristiano basado en la Ley divina, el debate entre piedad y fe, el ritual como automatismo instrumental de lo sagrado, el desafío de la muerte, o ese concepto de deidad como una creación imaginaria, cercana y habitable que refrenda la existencia desde el papel desacralizador de la razón. Así nace una ética de la lucidez, que plantea su escepticismo frente a los dogmas y frente al ámbito transcendental de lo sagrado. Desde esa visión cultural e histórica de un paganismo dirigido por una cordura subversiva, se anula la concepción del moralismo conformista y reaccionario. En ese marco ético se asienta la función crítica de F. Savater: “las audacias del pensamiento van contra la fe dominante, contra su esclerosis y dogmatismo”.
Dos apéndices clausuran la reedición de este trabajo epifánico, una mirada crítica sobre Mitos, viajes y héroes (1981) de Carlos García Gual, y el ensayo breve “La utopía, entre la ilusión y el cinismo” nucleado en torno al sustrato revolucionario del mayo francés y el consecuente aplastamiento general de cualquier rebrote utópico.
Aunque escrito dos años antes. La piedad apasionada aparece en las librerías en 1977; su detonante argumental es meridiano desde la dedicatoria “A todos los condenados a muerte por la Muerte” hasta la justificación de los textos; se escribió en la semana trágica en la que se produjeron las últimas ejecuciones del franquismo el 27 de septiembre de 1975. Pero es evidente la continuidad con los aspectos reflexivos de su primer libro en torno a la religión y su proceso de disolución parcial, como “una ilusión sin porvenir”.
Savater sondea el origen y la concepción de lo sagrado en el continuo del mundo. Separado de la necesidad de la que forma parte substancial la materia, lo sagrado manifiesta la pérdida de sus raíces telúricas, para reducirse a ser un núcleo básico y abstracto de la conciencia del sujeto. En el cuaderno de campo de Savater se yuxtaponen en la entrega percepciones críticas sobre Baruch de Spinoza -al hilo del trescientos aniversario de su muerte-, la trayectoria especulativa de Heidegger y su incardinación en el nacionalsocialismo, y la desgarrada lucidez de E. M. Cioran, tan bien definida en el aforismo ”Sufrir es producir conocimiento”, un lema que convierte la existencia en un catálogo de agravios. Casi sirve de coda, con otros ensayos breves cuajados de diversidad, una indagación emotiva sobre el pensamiento de F. Hölderlin, quien suma a su mapa lírico el aporte reflexivo contenido en los ensayos, notas y en la prosa de Hiperión.
De los dioses y del mundo y La piedad apasionada dibujaron en su día el curso alto del cauce intelectual de Fernando Savater. El rescate de su lenguaje comunicacional, emprendido por José Tono Martínez, connota la vigencia del sistema especulativo del pensador. El trasiego de sus argumentos prosigue fuerte porque se integra en el epitelio reflexivo del sujeto, en esa intimidad consciente donde se contraponen, disociados, espíritu y materia, junto a la inasible pluralidad de lo real.
La reedición incorpora una nota preliminar de José Tono Martínez, quien subraya algunas claves situacionales, entre ellas la visión sociológica del filósofo y la vinculación fuerte de su pensamiento con un devenir colectivo que rechaza el marasmo de la abstracción y se acoge a un estar implicado en lo diario. El compromiso cívico con el pensar contemporáneo se hace núcleo conciliador de la escritura.
La mirada del libro De los dioses y del mundo cuyo título recupera el del catecismo pagano de Salustio, general y mano derecha del emperador Juliano, se plantea como un itinerario temático que va consumiendo tenaces cuestiones argumentales: el politeísmo de la religión imperial frente al monoteísmo cristiano basado en la Ley divina, el debate entre piedad y fe, el ritual como automatismo instrumental de lo sagrado, el desafío de la muerte, o ese concepto de deidad como una creación imaginaria, cercana y habitable que refrenda la existencia desde el papel desacralizador de la razón. Así nace una ética de la lucidez, que plantea su escepticismo frente a los dogmas y frente al ámbito transcendental de lo sagrado. Desde esa visión cultural e histórica de un paganismo dirigido por una cordura subversiva, se anula la concepción del moralismo conformista y reaccionario. En ese marco ético se asienta la función crítica de F. Savater: “las audacias del pensamiento van contra la fe dominante, contra su esclerosis y dogmatismo”.
Dos apéndices clausuran la reedición de este trabajo epifánico, una mirada crítica sobre Mitos, viajes y héroes (1981) de Carlos García Gual, y el ensayo breve “La utopía, entre la ilusión y el cinismo” nucleado en torno al sustrato revolucionario del mayo francés y el consecuente aplastamiento general de cualquier rebrote utópico.
Aunque escrito dos años antes. La piedad apasionada aparece en las librerías en 1977; su detonante argumental es meridiano desde la dedicatoria “A todos los condenados a muerte por la Muerte” hasta la justificación de los textos; se escribió en la semana trágica en la que se produjeron las últimas ejecuciones del franquismo el 27 de septiembre de 1975. Pero es evidente la continuidad con los aspectos reflexivos de su primer libro en torno a la religión y su proceso de disolución parcial, como “una ilusión sin porvenir”.
Savater sondea el origen y la concepción de lo sagrado en el continuo del mundo. Separado de la necesidad de la que forma parte substancial la materia, lo sagrado manifiesta la pérdida de sus raíces telúricas, para reducirse a ser un núcleo básico y abstracto de la conciencia del sujeto. En el cuaderno de campo de Savater se yuxtaponen en la entrega percepciones críticas sobre Baruch de Spinoza -al hilo del trescientos aniversario de su muerte-, la trayectoria especulativa de Heidegger y su incardinación en el nacionalsocialismo, y la desgarrada lucidez de E. M. Cioran, tan bien definida en el aforismo ”Sufrir es producir conocimiento”, un lema que convierte la existencia en un catálogo de agravios. Casi sirve de coda, con otros ensayos breves cuajados de diversidad, una indagación emotiva sobre el pensamiento de F. Hölderlin, quien suma a su mapa lírico el aporte reflexivo contenido en los ensayos, notas y en la prosa de Hiperión.
De los dioses y del mundo y La piedad apasionada dibujaron en su día el curso alto del cauce intelectual de Fernando Savater. El rescate de su lenguaje comunicacional, emprendido por José Tono Martínez, connota la vigencia del sistema especulativo del pensador. El trasiego de sus argumentos prosigue fuerte porque se integra en el epitelio reflexivo del sujeto, en esa intimidad consciente donde se contraponen, disociados, espíritu y materia, junto a la inasible pluralidad de lo real.
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