Transfeminismo o barbarie VV. AA. Nota de las editoras Kaótica Libros Madrid, 2020 |
IDENTIDADES
El peso teórico del transfeminismo para una inmensa mayoría cívica, en
la que integro mi escueta cobertura temática, encuentra en Kaótica Libros un
proyecto de amanecida para ver mucho más claro. El catálogo de estreno, impulsado
por Ana Orantes, Sofía Sánchez y Lidia López Miguel, se convierte en
demarcación reflexiva, dispuesta a dar voz a planteamientos analíticos,
científicos y progresistas, exentos de rigidez dogmática y ajustados al debate.
No se trata de ampliar el feminismo clásico desde los márgenes sino de integrar,
sin alternativas conformistas ni subversiones secundarias, el pensamiento
transfeminista entroncado en la igualdad de género, la emancipación femenina y la
libertad de identidad sexual que cuestiona el binarismo de género.
En la nota prologal, asumida como declaración de intenciones y manifiesto operativo, se advierte de “la necesidad de dar una respuesta conjunta ante los frecuentes ataques tránsfobos que, desde hace algunos años y al amparo del anonimato de las redes sociales, se están dando en la actualidad”; del mismo modo, se denuncia la incomprensión de sectores excluyentes del feminismo tradicional, beligerantes con el movimiento transexual. Son las oportunas razones generadoras de Transfeminismo o barbarie, un trabajo colectivo que integra en su título el recuerdo a Rosa Luxemburgo y la cordialidad de quince aportaciones que aglutina una fundamentación múltiple, de indiscutible solidez conceptual.
El copioso paréntesis de interrogaciones e incertidumbres del transfeminismo busca ventanas de luz en sondeos meditativos, donde se yuxtaponen enfoques argumentales marcados por la diversidad. La apertura de la profesora y socióloga Carmen Romero Bachiller, bajo el hermoso título virginiano “¿Quién teme al transfeminismo?” denuncia ese afán conspiratorio que selecciona y concede carnet de pureza feminista, y recuerda las palabras clave del debate, todavía de compleja asimilación para el público heterosexual y la familia nuclear normativa: trans, interseccionalidad, teoría queer, abolicionistas del género. Así mismo denuncia la tendencia excluyente de partidos de izquierda, cuestiona la biología sexual e invita a “habitar la casa de la diferencia”. Por su parte, Lucas Platero enfoca “Conocer nuestras genealogías” en el análisis diacrónico de la participación del movimiento trans en el feminismo histórico y plantea otra cuestión de gran importancia al abordar la naturaleza del sujeto político femenino. La breve aportación de Mafe Moscoso resalta por su prosa poética y por la introducción del término “Enchaquirado”, una identidad no binaria que se apropia del legado huancavilca en el Ecuador precolombino, con un rito sexual vertebrado entre lo sagrado y lo profano.
El texto de Carolina Meloni González se conforma como una aportación central por su rigor orgánico y su claridad enunciativa. Denuncia con fuerza el discurso excluyente de esa pureza biológica donde no encajan los outsiders y el segregacionismo feminista en el que no tienen sitio “las otras”. Propone una genealogía crítica del sujeto femenino como algo derivado y no substancial que engloba lo social, lo biológico, lo material y lo discursivo.
Artista radical y activista de primera línea, la boliviana María Galindo profundiza en la genealogía trans precolonial y en su pervivencia en los ciclos históricos, abre una discusión entre derechos y privilegios y analiza con fuerza los temblores de la falocracia y su pervivencia en las estructuras sociales latinoamericanas. El aporte de la periodista, investigadora y doctora en Antropología Nuria Alabao focaliza la teoría queer, como un espacio filosófico y militante, cuajado de diversidad, desde su nacimiento en USA durante la era conservadora de R. Reagan y las complejas sendas reivindicativas, casi nunca ajenas a una deleznable violencia estructural y a un doloroso trasfondo de aversión al asociar queer a lo marginal, raro o abyecto.
Sin duda, el gran acierto de Transfeminismo o barbarie es la creación de una línea de faros en la costa, es decir la fuerza complementaria de puntos de vista dispares en torno al mismo núcleo argumental. Así, Javier Sáez asume un enfoque militante al denunciar aversiones y frentes antiqueer, incluso en las cabezas intelectuales del feminismo; la cantautora Alicia Ramos despliega su biografía personal para constatar el erosivo camino de dificultades existenciales y Leo Mulió denuncia la oleada de transfobia y la persistente violencia estructural ; en un registro similar, Olga Ayuso completa un mapa de la memoria para reclamar un encaje social efectivo, y sobre la inclusión de derechos trans y las contradicciones argumentales del feminismo clásico también vislumbran clarificadoras respuestas Patricia Reguero, Silvia L. Gil y Aitzole Araneta, entre otros enfoques repletos de contenido conceptual.
La lucha por la plena igualdad sexual y la consolidación en el sistema del movimiento trans, exige una revolución social exenta de categorías sexuales cerradas, sin planos jerárquicos ni exclusiones. Transfeminismo o barbarie es un mapa reflexivo que impulsa itinerarios donde caben la diferencia, el antagonismo, la alteridad. En él se reconocen subjetividades complejas que luchan por superar la indiferencia, la marginación y la segregación social. Que quieren construir una babel de géneros en la torre común de la igualdad, esa utopía emancipadora que reclama el esfuerzo de todos.
En la nota prologal, asumida como declaración de intenciones y manifiesto operativo, se advierte de “la necesidad de dar una respuesta conjunta ante los frecuentes ataques tránsfobos que, desde hace algunos años y al amparo del anonimato de las redes sociales, se están dando en la actualidad”; del mismo modo, se denuncia la incomprensión de sectores excluyentes del feminismo tradicional, beligerantes con el movimiento transexual. Son las oportunas razones generadoras de Transfeminismo o barbarie, un trabajo colectivo que integra en su título el recuerdo a Rosa Luxemburgo y la cordialidad de quince aportaciones que aglutina una fundamentación múltiple, de indiscutible solidez conceptual.
El copioso paréntesis de interrogaciones e incertidumbres del transfeminismo busca ventanas de luz en sondeos meditativos, donde se yuxtaponen enfoques argumentales marcados por la diversidad. La apertura de la profesora y socióloga Carmen Romero Bachiller, bajo el hermoso título virginiano “¿Quién teme al transfeminismo?” denuncia ese afán conspiratorio que selecciona y concede carnet de pureza feminista, y recuerda las palabras clave del debate, todavía de compleja asimilación para el público heterosexual y la familia nuclear normativa: trans, interseccionalidad, teoría queer, abolicionistas del género. Así mismo denuncia la tendencia excluyente de partidos de izquierda, cuestiona la biología sexual e invita a “habitar la casa de la diferencia”. Por su parte, Lucas Platero enfoca “Conocer nuestras genealogías” en el análisis diacrónico de la participación del movimiento trans en el feminismo histórico y plantea otra cuestión de gran importancia al abordar la naturaleza del sujeto político femenino. La breve aportación de Mafe Moscoso resalta por su prosa poética y por la introducción del término “Enchaquirado”, una identidad no binaria que se apropia del legado huancavilca en el Ecuador precolombino, con un rito sexual vertebrado entre lo sagrado y lo profano.
El texto de Carolina Meloni González se conforma como una aportación central por su rigor orgánico y su claridad enunciativa. Denuncia con fuerza el discurso excluyente de esa pureza biológica donde no encajan los outsiders y el segregacionismo feminista en el que no tienen sitio “las otras”. Propone una genealogía crítica del sujeto femenino como algo derivado y no substancial que engloba lo social, lo biológico, lo material y lo discursivo.
Artista radical y activista de primera línea, la boliviana María Galindo profundiza en la genealogía trans precolonial y en su pervivencia en los ciclos históricos, abre una discusión entre derechos y privilegios y analiza con fuerza los temblores de la falocracia y su pervivencia en las estructuras sociales latinoamericanas. El aporte de la periodista, investigadora y doctora en Antropología Nuria Alabao focaliza la teoría queer, como un espacio filosófico y militante, cuajado de diversidad, desde su nacimiento en USA durante la era conservadora de R. Reagan y las complejas sendas reivindicativas, casi nunca ajenas a una deleznable violencia estructural y a un doloroso trasfondo de aversión al asociar queer a lo marginal, raro o abyecto.
Sin duda, el gran acierto de Transfeminismo o barbarie es la creación de una línea de faros en la costa, es decir la fuerza complementaria de puntos de vista dispares en torno al mismo núcleo argumental. Así, Javier Sáez asume un enfoque militante al denunciar aversiones y frentes antiqueer, incluso en las cabezas intelectuales del feminismo; la cantautora Alicia Ramos despliega su biografía personal para constatar el erosivo camino de dificultades existenciales y Leo Mulió denuncia la oleada de transfobia y la persistente violencia estructural ; en un registro similar, Olga Ayuso completa un mapa de la memoria para reclamar un encaje social efectivo, y sobre la inclusión de derechos trans y las contradicciones argumentales del feminismo clásico también vislumbran clarificadoras respuestas Patricia Reguero, Silvia L. Gil y Aitzole Araneta, entre otros enfoques repletos de contenido conceptual.
La lucha por la plena igualdad sexual y la consolidación en el sistema del movimiento trans, exige una revolución social exenta de categorías sexuales cerradas, sin planos jerárquicos ni exclusiones. Transfeminismo o barbarie es un mapa reflexivo que impulsa itinerarios donde caben la diferencia, el antagonismo, la alteridad. En él se reconocen subjetividades complejas que luchan por superar la indiferencia, la marginación y la segregación social. Que quieren construir una babel de géneros en la torre común de la igualdad, esa utopía emancipadora que reclama el esfuerzo de todos.
José Luis Morante
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