El peso teórico del transfeminismo para una inmensa mayoría cívica, en
la que integro mi escueta cobertura temática, encuentra en Kaótica Libros un
proyecto de amanecida para ver mucho más claro. El catálogo de estreno, impulsado
por Ana Orantes, Sofía Sánchez y Lidia López Miguel, se convierte en
demarcación reflexiva, dispuesta a dar voz a planteamientos analíticos,
científicos y progresistas, exentos de rigidez dogmática y ajustados al debate.
No se trata de ampliar el feminismo clásico desde los márgenes sino de integrar,
sin alternativas conformistas ni subversiones secundarias, el pensamiento
transfeminista entroncado en la igualdad de género, la emancipación femenina y la
libertad de identidad sexual que cuestiona el binarismo de género.
En la nota prologal, asumida como declaración de intenciones y
manifiesto operativo, se advierte de “la necesidad de dar una respuesta
conjunta ante los frecuentes ataques tránsfobos que, desde hace algunos años y
al amparo del anonimato de las redes sociales, se están dando en la actualidad”;
del mismo modo, se denuncia la incomprensión de sectores excluyentes del
feminismo tradicional, beligerantes con el movimiento transexual. Son las
oportunas razones generadoras de
Transfeminismo
o barbarie, un trabajo colectivo que integra en su título el recuerdo a
Rosa Luxemburgo y la cordialidad de quince aportaciones que aglutina una
fundamentación múltiple, de indiscutible solidez conceptual.
El copioso paréntesis de interrogaciones e incertidumbres del
transfeminismo busca ventanas de luz en sondeos meditativos, donde se
yuxtaponen enfoques argumentales marcados por la diversidad. La apertura de la
profesora y socióloga Carmen Romero Bachiller, bajo el hermoso título
virginiano “¿Quién teme al transfeminismo?” denuncia ese afán conspiratorio que
selecciona y concede carnet de pureza feminista, y recuerda las palabras clave
del debate, todavía de compleja asimilación para el público heterosexual y la
familia nuclear normativa: trans, interseccionalidad, teoría
queer, abolicionistas del género. Así
mismo denuncia la tendencia excluyente de partidos de izquierda, cuestiona la
biología sexual e invita a “habitar la casa de la diferencia”. Por su parte,
Lucas Platero enfoca “Conocer nuestras genealogías” en el análisis diacrónico
de la participación del movimiento trans en el feminismo histórico y plantea
otra cuestión de gran importancia al abordar la naturaleza del sujeto político
femenino. La breve aportación de Mafe Moscoso resalta por su prosa poética y
por la introducción del término “Enchaquirado”, una identidad no binaria que se
apropia del legado huancavilca en el Ecuador precolombino, con un rito sexual
vertebrado entre lo sagrado y lo profano.
El texto de Carolina Meloni González se conforma como una aportación
central por su rigor orgánico y su claridad enunciativa. Denuncia con fuerza el
discurso excluyente de esa pureza biológica donde no encajan los
outsiders y el segregacionismo feminista
en el que no tienen sitio “las otras”. Propone una genealogía crítica del
sujeto femenino como algo derivado y no substancial que engloba lo social, lo
biológico, lo material y lo discursivo.
Artista radical y activista de primera línea, la boliviana María Galindo
profundiza en la genealogía trans precolonial y en su pervivencia en los ciclos
históricos, abre una discusión entre derechos y privilegios y analiza con
fuerza los temblores de la falocracia y su pervivencia en las estructuras
sociales latinoamericanas. El aporte de la periodista, investigadora y doctora
en Antropología Nuria Alabao focaliza la teoría
queer, como un espacio filosófico y militante, cuajado de
diversidad, desde su nacimiento en USA durante la era conservadora de R. Reagan
y las complejas sendas reivindicativas, casi nunca ajenas a una deleznable
violencia estructural y a un doloroso trasfondo de aversión al asociar
queer a lo marginal, raro o abyecto.
Sin duda, el gran acierto de
Transfeminismo
o barbarie es la creación de una línea de faros en la costa, es decir la
fuerza complementaria de puntos de vista dispares en torno al mismo núcleo
argumental. Así, Javier Sáez asume un enfoque militante al denunciar aversiones
y frentes antiqueer, incluso en las cabezas intelectuales del feminismo; la
cantautora Alicia Ramos despliega su biografía personal para constatar el
erosivo camino de dificultades existenciales y Leo Mulió denuncia la oleada de
transfobia y la persistente violencia estructural ; en un registro similar,
Olga Ayuso completa un mapa de la memoria para reclamar un encaje social
efectivo, y sobre la inclusión de derechos trans y las contradicciones
argumentales del feminismo clásico también vislumbran clarificadoras respuestas
Patricia Reguero, Silvia L. Gil y Aitzole Araneta, entre otros enfoques
repletos de contenido conceptual.
La lucha por la plena igualdad sexual y la consolidación en el sistema
del movimiento trans, exige una revolución social exenta de categorías sexuales
cerradas, sin planos jerárquicos ni exclusiones.
Transfeminismo o barbarie es un mapa reflexivo que impulsa
itinerarios donde caben la diferencia, el antagonismo, la alteridad. En él se
reconocen subjetividades complejas que luchan por superar la indiferencia, la
marginación y la segregación social. Que quieren construir una babel de géneros
en la torre común de la igualdad, esa utopía emancipadora que reclama el
esfuerzo de todos.
José Luis Morante