En construcción Fotografía de El Universal |
EL
MURO
No es mucho –nada tengo-;
estoy con los que miran
la palidez opaca y vertical.
Busco piel en su enigma
de roce y hendidura,
en tanto la razón
se vuelve fósil.
Solo el oxido asciende
hasta su cumbre.
Los días que amanecen, casi negros,
requieren otra luz,
callados se preguntan
en qué lugar
camina el horizonte.
La distancia es ahora
el esqueleto gris de lo posible.
Aquí la transparencia
no moja las espaldas
y tampoco sostiene
un reflejo de nubes,
las migajas del vuelo.
Una lluvia de arena
dispersa sus indicios
y dibuja ceniza en nuestra espera.
Palpita la vejez
cuando no hay sueños.
Con despojes salobres
sedimenta el desierto
al otro lado.
Voy con él.
Abrazaré mañana su vacío.
No es mucho –nada tengo-;
estoy con los que miran
la palidez opaca y vertical.
Busco piel en su enigma
de roce y hendidura,
en tanto la razón
se vuelve fósil.
Solo el oxido asciende
hasta su cumbre.
Los días que amanecen, casi negros,
requieren otra luz,
callados se preguntan
en qué lugar
camina el horizonte.
La distancia es ahora
el esqueleto gris de lo posible.
Aquí la transparencia
no moja las espaldas
y tampoco sostiene
un reflejo de nubes,
las migajas del vuelo.
Una lluvia de arena
dispersa sus indicios
y dibuja ceniza en nuestra espera.
Palpita la vejez
cuando no hay sueños.
Con despojes salobres
sedimenta el desierto
al otro lado.
Voy con él.
Abrazaré mañana su vacío.
(Del libro en preparación Nadar en seco)
El vacío existe si te entregas a su torbellino. Mientras tu luz emerja, sus alas se hagan vuelo, otro mundo es posible. Abrazos, querido poeta.
ResponderEliminarAbrazos de verano, querida María José, que pases un tiempo entrañable de azules y sueños, de lugares abiertos al asombro. Siempre una alegría tu estar cerca.
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