Esplendores mínimos Carlos G. Munté Ediciones de la Isla de Siltolá Colección Aforismos Sevilla, 2022 |
MINIATURAS CON LUZ
Sin que sea necesaria para descubrir su existencia ninguna investigación
de calado, en la concepción orgánica del aforismo dormitan las contingencias
biográficas, los claroscuros del entorno social y las propuestas de un quehacer
literario que bascula entre el pensamiento filosófico y el compromiso lírico. Los
tres vértices temáticos conviven con naturalidad. Se complementan y dan pie a
la miscelánea argumental. La reflexión es válida para escritores con
itinerario cumplido y para nuevas incorporaciones al género como Carlos G.
Munté (Barcelona, 1989), que ha cursado estudios de Dirección y Guion
cinematográfico, trabaja como redactor publicitario y es autor de los poemarios
Las copas que no bebí (Olifante,
2018) y Sniffin´Blue (Isla de
Siltolá, 2021).
Esplendores mínimos es su
amanecida aforística y sus breves son comentados con lucidez y afecto por
Manuel Díaz Guía. El liminar concede a Carlos G. Munté el cálido papel de
observador sorprendido, que somete a los materiales cosechados a un incansable
proceso de decantación; una cualidad que también resaltaba en el laconismo
directo de sus composiciones poéticas, y en el frecuente empleo de la ironía,
aunque detrás de su aparente sonreír quede el latido de una sociedad áspera y
experta en borrar sueños e ilusiones.
Antes de recorrer las páginas de Esplendores
mínimos, el autor ha integrado dos apuntes reflexivos que sirven de apoyo a
su estela de breves: “Un aforismo es una herida que se cree bala”, de Luis
Yslas Prado, y “La naturaleza deja huellas, el hombre heridas”, de Hiram
Barrios. En suma, dos excelentes compañeros de viaje que aportan al material
argumental nuevos matices en torno al tantear humanista de esta estrategia
expresiva.
Para Carlos G. Munté el mejor norte para sondear el aforismo es el
decurso existencial. La prisa diaria hilvana sensaciones, destellos emotivos y
tanteos del pensamiento en libertad. Y desde esa diversidad de
enfoques nacen las miniaturas con luz del poeta. Veamos algunos hilos sueltos:
“Como las estrellas, somos destellos caducos: viajantes de una muerte
anunciada.”, “La vida es una carrera que nadie quiere culminar”. Los aforismos traducen
las asimetrías cotidianas, no niegan nunca la soledad de quien escribe, pero no
acallan sus palabras, para que renazcan en la tierra fértil del diálogo con el
otro. El laconismo refuerza sus efectos terapéuticos con la sonrisa: “Las
barras de los bares están ahí para dar apoyo”, “Escribir con brevedad para que
tu legado no le pese a nadie”, “Cuando al atardecer contemplo absorto el mar en
calma, me inunda siempre una tremenda sensación de pez”, “La vida hace al
poeta. El bar, al aforista”, “Es terrible encontrar tu sitio en el mundo y que
ya esté ocupado”.
La
reflexión metapoética es un elemento redundante, como si la mínima brevedad de
los textos propagara afinidades con los micropoemas del autor: “Poetas
perfeccionando la técnica de parecer imperfectos…”, “Un poema recostado dibuja
sobre el folio la silueta de una ciudad interminable”, “La literatura es
reciclaje; la tinta que leo hoy es la misma con la que escribiré mañana.”, “Un
libro de aforismos: la ley del mínimo esfuerzo en su máxima expresión”, “El aforismo
es el ADN de toda construcción lingüística.”
El significativo despegue del aforismo como
estrategia literaria que busca el primer plano, incorpora hornadas vitalistas al
esquema conciso. Carlos G. Munté en Esplendores mínimos ubica en su punto de salida la pauta reflexiva
y la presencia del humor porque “La mejor defensa es un buen ataque de risa”. En sus
breves queda expuesto el esfuerzo verbal para mostrar una sensibilidad
convivencial que nunca se contempla a pleno sol; que sabe que las certezas son meros chispazos de pólvora mojada,
y que hay que seguir sembrando incertidumbres en la tierra fértil del paisaje
afectivo para buscar miniaturas con luz, la percepción, más o menos exacta,
de las cosas y su permeable identidad.
JOSÉ LUIS MORANTE
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