Ahora o nunca Miguel Sánchez-Ostiz Editorial Renacimiento Colección Biblioteca de la memoria Sevilla, 2022 |
CONTRA EL TIEMPO
Adscrito a la genealogía de escritores de voluntad incansable, Miguel
Sánchez-Ostiz (Pamplona, 1950) impulsa una tarea de continuidad y vocación
plural, que integra géneros y estrategias expresivas. Los títulos –más de
ochenta- se yuxtaponen conformando un fresco diverso, con incursiones en la
poesía, el ensayo, la biografía, la ficción, el artículo de actualidad, la
crítica y la autobiografía.
El nuevo peldaño Ahora o nunca
recupera en el grueso de las anotaciones el paso temporal de 2016. Acoge, como
andén de salida, un propósito orbital que ubica el taller literario en
coordenadas precisas: “un diario nuevo más que un nuevo diario”. No se trata de
sumar novedades prescindibles sino quehaceres maduros, trabajos al margen de
reiteraciones y recorridos previsibles. Hay que impulsar, sin lastres, la exigencia,
la voluntad de exploración y los trazos firmes del asombro, aunque se reiteren
los núcleos reflexivos.
De este modo, el caminar por el presente requiere una sensibilidad que
fortalece el matiz, la suma de estratos y las cadencias del
pensamiento. A cielo abierto, son muchos los elementos observables desde el balcón del yo; también la
vida literaria y su pulso cambiante, casi nunca exento de claroscuros, desdenes
y agravios, junto a los recorridos
orbitales de gente lúcida que impulsa una soledad creadora y coherente.
La materia del diario refuerza la anotación fragmentaria. Los incisos se suceden sin un orden pactado, moldeando una articulación existencial con varios
parámetros generadores: la experiencia biográfica, el horizonte de la
naturaleza, el aporte cultural y los viajes, como ese persistente recuerdo de
Bolivia, itinerario marcado, que invita al regreso de continuo. Quien recuerda
escribe con nostalgia: “Una puerta de escape que la lejanía y el tiempo que
pasa bloquean día a día. Temo no regresar”.
La voz biográfica se interpela a sí misma en su entorno habitual. Miguel
Sánchez-Ostiz ha escrito muchas páginas sobre el valle de Baztan y sus paisajes,
ahora tan maltratados por los incendios forestales y las sequías. Hay cierta resignación; por mucho que
se busquen razones, nadie puede entender el desvarío mental de los pirómanos y
la demencia de esas actitudes que convierten la belleza del lugar en ominosos
regueros de ceniza. También la historia colectiva dialoga con el tiempo y es
motivo exploratorio. Navarra y el País
Vasco han vivido su particular viacrucis en la historia reciente y el escritor
nunca se ha sentido ajeno a esa contingencia colectiva. Sabe que “la verdad de
la historia” es patrimonio de una casta social, de una casta y solo eso, un
instrumento de dominación o justificación de esta, una trinchera, un motivo de
discordia de siglos”.
Al cristal diario de lo doméstico
se asoman los rostros cejijuntos de la enfermedad y la vejez. Son situaciones
que zarandean la calma y empujan a buscar salidas a los atolladeros diarios,
como si fuera posible eludir el tiempo. Son muchos los fragmentos dedicados a
comentar la situación familiar, las visitas a las residencias de la tercera
edad o las reflexiones con el ánimo suspendido por la impotencia y los achaques
que exigen una variada medicación.
Otro rincón importante de textos escritos focaliza los libros leídos y
las películas vistas, entre las cuales el cine francés es una frecuente puerta
de escape. Es un tiempo de tregua que permite alejarse del tacto sucio de la
actualidad y del paisaje político, siempre proclive a la nadería y el
trampantojo. Los medios de comunicación y, por extensión las redes sociales,
propenden a una falsificación constante de la realidad, a una interesada
manipulación que pone en venta intereses concretos e ideologías.
El protagonista verbal practica la introspección. Vuelve los ojos hacia
sí mismo, buscando poner en claro la verdad más íntima. Aquí no vale mentirse y
maquillar un rostro favorecedor. Frente a la domesticación y la foto trucada,
Miguel Sánchez- Ostiz busca en su autobiografía la franqueza; da voz a un
solitario a quien no le asusta vivir casi a trasmano. En su pensamiento van
desertando aspiraciones e ideales y el escritor tiene la sensación de que es
tarde para intentarlo de nuevo porque se abre una etapa de cuarteles de
invierno, de recogimiento y soledad: “No me rindo, tampoco doy por perdido
ningún combate que me parezca justo, pero empiezo a aceptar que las cosas no
son siempre como me gustaría que fueran y que mis razones no tienen por fuerza
que imponerse, y mucho menos donde no hay otra razón de peso que la ventaja
inmediata, una lacra ya vieja en este país”.
En el contexto ensimismado de la memoria suena el fluir de la temporalidad. El quehacer diario es una estrategia para resistir. La
constatación precisa de quien está vivo y puede contarlo “con el corazón en
calma”, aunque en los fragmentos de Ahora
o nunca se imponga la visión crepuscular. Quien escribe sabe que “la verdad de fondo de
nuestra vida es sombría”, y que no hay que perder mucho tiempo adivinando las
volátiles claves del futuro. Queda el trato cordial con la evocación y el
empeño en la puesta de escena. La coherencia y los trazos de quien es leal a la grisura fría del espejo.
JOSÉ LUIS MORANTE
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