viernes, 21 de octubre de 2022

MÓNICA MANRIQUE DE LARA. LA LEÑA

La leña
Mónica Manrique de Lara
Prólogo de Óscar González Palencia
Editorial Isla Negra
Coedición Centro de Arte Moderno de Madrid
San Juan, Puerto Rico, Madrid

 

COMBUSTIÓN

 
   Mónica Manrique de Lara (Granada, 1974) Licenciada en Traducción e Interpretación y profesora de un instituto público andaluz, inicia trayecto con la entrega Devoción de las olas, una densa reflexión poética en torno al amor y la naturaleza que convertía el mar, como espacio físico y territorio onírico, en una sugestiva propuesta simbólica, capaz de transcender las limitaciones contingentes del entorno. Aquel primer libro, impulsado en común por las editoriales Isla Negra y Crátera, implicaba al pensamiento en un incansable caminar cognitivo, en un estar en vela sustentado en descubrir bifurcaciones entre razón y destino con la naturaleza como territorio conjetural.
   El nuevo libro La leña elige como aserto definidor un título fuerte y matérico y antepone a los poemas una parada crítica, “Hacia la perpetuidad”, sobre la semántica y caracterización del poemario, firmada por el poeta Óscar González Palencia. El prólogo concede a estas composiciones una condición fronteriza entre pensamiento y poesía, entre la ontología del ser y la definición de la identidad a partir de sus nervaduras interiores. De este carácter reflexivo de la entrega nace una escritura a contracorriente, alejada del ámbito experiencial y urbano, que vislumbra el discurrir como una percepción transversal y aglutina disertaciones en su fragmentaria captación del entorno. La observación del sujeto poético se caracteriza por su carácter subjetivo y por la fragmentación enunciativa de su discurso. Son cualidades  muy presentes en el enfoque de la primera sección “Sol en el corazón” que impulsa un horizonte temático desplegado. Ahí están los poemas que sondean el sentido del mundo y que convierten el verso en un trayecto intelectivo ligado a la búsqueda de respuestas ontológicas y actitudes morales. Tras el epitelio de las apariencias está lo que se adivina, lo que fluye invisible por las arterias de la temporalidad.
   Tras la mirada indagatoria de María Zambrano y la complicidad lírica de Miguel Veyrat, uno de los magisterios orbitales de la poeta, el tramo “Sol al corazón” supone un encuentro entre paisaje y memoria; pero también la sensación nocturna de finitud y vacío. El sujeto es barro y leña caída, conciencia que percibe las grietas de lo ideal. Desde el deambular del ser se siente cómo el calor y combustión de la esperanza languidecen. Cerca la noche, la indecisión, lo oscuro, en el aire de la madrugada esperando, tal vez, la conformada senda del nuevo día.
  En el apartado central “Cruzar paisajes” nuevamente es la claridad reflexiva de María Zambrano quien abre el pensamiento para deletrear los signos del entorno, mientras el fluir del recuerdo se desplaza en su viaje interior. Todo parece abocado a una germinación inadvertida cuyo último sentido se desconoce. Como una semilla que se lanza al vacío y debe encontrar en el silencio su fuerza embrionaria para ser raíz y fruto, el ser es entrega continua, voluntad para sortear la niebla del tiempo y fijar pasos más allá de la intemperie: “¿Hay alguna luz / por la que caminar desnudo sin ser leña”?
   El apartado “Los espejos” asienta en el marco del poema la presencia del yo desdoblado, la imagen que se teje con los hilos de luz y que habla de soledad y ausencia. El sujeto contempla su desnudez como si solo cubriera su carne un epitelio de sueños en el que adquiere forma el rostro de la aurora.
   La coda final “cartas de amor y duda”, la poeta recurre al poema en prosa para dialogar con la escritura de María Zambrano. El verbo aspira a despojarse de imágenes para propiciar un encuentro con la nada y el vacío que aspira a convertirse en viaje ensimismado; al cabo, la palabra se repliega en dirección a sí misma para comenzar a ser solo poesía.
   Escribía en su texto de arranque Óscar González Palencia que “la poesía es camino hacia sí mismo" porque en su deambular cobran voz las cuestiones que aglutina el pensamiento: la fragilidad de la razón para captar relaciones, las inquietudes de la conciencia y las conexiones del yo con el entorno natural. Desde la palabra, la razón metalingüística sostiene esa pretensión de la escritura de sortear la temporalidad, junto a la necesidad de mantener un pensamiento crítico desvelado que encuentra en la parquedad formal del poema breve una amplia cosecha reflexiva. En la práctica escritural de Mónica Manrique de Lara se percibe una orientación metafísica que concede a La leña  un espacio propio y singularizado, en algunos momentos oscuro y con vectores surrealistas que abre campo al discurso intimista, pero alejado del realismo coloquial, donde se exploran las cuestiones centrales de la existencia con una exigente voluntad de rastreo. Con la levedad de quien contempla sombras en el jardín.

JOSÉ LUIS MORANTE


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.