jueves, 12 de enero de 2023

IRENE GRACIA. LAS AMANTES BOREALES

Las amantes boreales
Irene Gracia
Ediciones Siruela
Colección Nuevos Tiempos
Madrid, 2018

 

MAREAS INTERIORES

 
   La producción creativa de Irene Gracia (Madrid, 1956), quien cursó su formación artística de pintura y escultura en la Facultad de Bellas Artes de Barcelona, es un diálogo continuo entre obra pictórica y narrativa. No son territorios insulares, sino facetas o exploraciones de un mismo mundo singular. En él se condensan algunas variantes características: la presencia de lo fantástico y el onirismo, la indagación en un romanticismo intimista, la diversidad formal, los estratos líricos y un fuerte sentido de la extrañeza adherido a lo cotidiano.
  El sólido conjunto ficcional agrupa las entregas Fiebre para siempre (Premio Ojo Crítico, 1994), Hijas de la noche en llamas (1999), Mordake o la condición infame (2001), El coleccionista de almas perdidas (finalista Premio de Novela Fundación J. M. Lara 2006), El beso del ángel (2011) y El alma de las cosas (2014). Es también autora de relatos, publicados en prensa y en compilaciones antológicas.
  Su novela Las amantes boreales tiene como venero argumental la íntima amistad entre Roxana y Fedora, dos jóvenes bailarinas de clase alta, en la Rusia zarista de San Petersburgo, casi en el umbral de la revolución bolchevique. Su relación determina la disonante expulsión de la Escuela Imperial de Danza y, por acuerdo familiar, su reclusión en el lejano internado de Palastnovo, ubicado en una remota isla del lago Ladoga.
   Irene Gracia intercala las voces de ambas protagonistas en el trayecto accional y emplea distintas estrategias expresivas. Al tono enunciativo y directo de las memorias de Roxana, que cuentan el rechazo familiar y las circunstancias del azaroso viaje a su nuevo destino, donde  vivirán un tiempo colectivo de aprendizaje social y sentimental, sucede la crónica introspectiva de Fedora y su diario, cuajado de fuerza poética y simbolismo. Desde esa alternancia de voces se va completando un mapa de actitudes y personajes que definen la vida diaria dentro de la Escuela de Danza y Mundología de Valaam. Si la directora, la señora Novgorov es una estricta mujer de severa disciplina, inclinada al adoctrinamiento continuo, todo el centro es una inmersión en lo tétrico por el forzado alojamiento del entorno habitual de las jóvenes y por la soledad ambiental, por más que el entorno sea un lugar de altanera belleza natural.
   Pero ambas jóvenes no están dispuestas a acatar que otros escriban su destino personal, ni que sus movimientos más nimios sean objeto de observación y espionaje. Las largas horas de soledad propician evocaciones y recuerdos. No es difícil alojar en la memoria las imágenes familiares, el nacimiento de su amistad o las vivencias compartidas en la Escuela Imperial de danza. La adaptación al medio es una forma de pulir la singularidad personal. Fedora y Roxana lo saben y, pese a los evidentes progresos en las distintas disciplinas, mantienen  vivo un espíritu soñador, capaz de dar vida a sus aspiraciones y a sueños visionarios y ambiciosos. Esa lucha frente a la vara correctora de la realidad, va gestando una intimidad hermética que escondes secretos personales y mutaciones de ánimo. Los pliegues de aquellos parajes trastornan los sentidos y propician una euforia entusiasta. Funcionan como un organismo vivo y misterioso que, poco a poco, va descubriendo a las jóvenes sus peculiares incógnitas.  
   Para Roxana, vivir en la isla “era como habitar el ojo de un huracán polifónico. Se esfumaba tu identidad, olvidabas tu nombre y te convertías en un odre lleno de ruido y furia”. La existencia de Fedora se trastoca con la misteriosa cercanía nocturna del hombre sombra. El desconocido abre la batalla del deseo en el cuerpo de la joven, con sus apariciones y encuentros, que provocan un insondable fuego interior y un largo recorrido hasta la perversión.
   La conciencia de las muchachas lucha por encontrar un poco de claridad. Presta especial atención a los extraños pobladores del lugar: los personajes del internado, la niña asilvestrada, el alquimista, la vidente y la variopinta gama de presencias que escribe con sus actitudes todas las variantes del desconcierto y la oscuridad interior.
   La peculiar mirada percibe el claro ostracismo que sufren a diario. No forman parte del grupo. Están, pero mantienen un solitario exilio marginal, hasta que la desconcertante ausencia de Fedora rompe el gregarismo rutinario de Palastnovo y convierte la soledad de Roxana en una telaraña envolvente. Ahora Valaam adquiere una sombría apariencia carcelaria. Sus vísceras albergan laberintos, donde se citan todos los miedos. No queda más remedio que sobrevivir a su intemperie y recorrer pasillos y corredores en busca de alguna pista. Así logra contactar de nuevo con Fedora y vincularse a la realidad paralela que habita la isla, un espacio vacío sin fondo, amasado con sombras.
   Los días de amistad han perdido el suelo firme. Se hacen pasos sobre el suelo roto. Si Fedora habita un hueco en el tiempo creado por su encierro y por el sometimiento al sadismo y la droga, Roxana protagoniza otra caída a los infiernos, acusada de un crimen, devuelta a San Petersburgo y arrastrada por los acontecimientos de 1917. La realidad se trastoca. Nada queda de aquellos días de música, belleza y felicidad. Sólo la conciencia de la pérdida, el salto a la nada y la desesperación, la oquedad del  abismo.
   Pero el discurrir recobra caminos de regreso, formas extrañas de sobrevivir. Fedora y Roxana completan la azarosa biografía bajo los ojos tristes del pasado. Es presencia constante e incendia la quietud para recordar que en cada identidad dormita un abismo subterráneo, el abrazo aterido del vacío.

 
JOSÉ LUIS MORANTE





 
 
  
 
 

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