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Ascensión Imagen de Internet |
CHARCOS
Mientras caminaba, despacio bajo el paraguas, recordó que de niña buscaba
charcos para saltar sobre su transparencia. En su cara se dibujó una sonrisa.
Siguió caminando y vislumbró un círculo de agua en medio de la calle. No dudó.
Plegó el paraguas, lo dejó dormir unos minutos sobre la acera y ensayó un
primer salto. Después otro y otro, antes de que le faltara el aliento… Entre las
punzadas del pecho, se sintió renacida.
Recogió el paraguas y ya no lo abrió. En la tarea del regreso, pensaba cómo justificaría ante el personal del geriátrico el desaliño de los zapatos mojados. Daba
igual si no hallaba una excusa. De niña, también creía en el final feliz.
(De Cuentos diminutos)
Un microrrelato precioso. Todos hemos sido niños y, con la edad, lo volveremos a ser. ¿Quién, de niño, con unos zapatos recién estrenados, no pensó romper ese cristal de un charco? Enhorabuena, José Luis.
ResponderEliminarUn abrazo entrañable y muy agradecido por tu comentario; sí, esa calidez de la infancia y esa búsqueda de la luz más hermosa es una plena celebración que merece un final feliz. Gracias por estar cerca.
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