El tranvía fantasma Miguel Sánchez-Ostiz Editorial Pamiela, Narrativa Pamplona, 2023 |
TEATRO DE SOMBRAS
Miguel Sánchez-Ortiz (Pamplona, 1950) vertebra una extensa obra donde mantienen
una convivencia armónica la poesía, el ensayo, la narración, el diario, el
artículo de prensa, la prosa miscelánea, la literatura de viajes y la crítica.
Una creación diversa, sostenida en el tiempo, que concede al escritor un perfil
intelectual acorde con un trabajo único, subjetivo y complejo. El taller de
autor es capaz de fusionar intervalos temporales, abre al aire estratos
temáticos que cimentan las aceras de lo real y percibe el pentagrama disonante
de un tiempo oscuro, siempre zarandeado por la contradicción.
El escritor navarro presenta
nueva ficción, El tranvía fantasma, y
añade al título una llamativa
definición complementaria: Soliloqueo
memorioso de difuntos varios. Convierte
el monólogo del yo consigo mismo del soliloquio en una perorata mental, azarosa
y dubitativa, propia de una conciencia enajenada. Nace así el neologismo
“soliloqueo”. También el variado paratexto, que integra citas de Juvenal,
Seferis, Shakespeare, Bernhard, Cèline o Villalonga, elige como apertura un cúmulo
de referencias digresivas que enmarcan la advertencia verbal “Aviso inútil”, sobre
el punto de vista de la entrega. Dice el autor: “Este es un artefacto narrativo
por completo en clave de desbarre y tarantela de máscaras carnavalescas y
guiñoles de feria. Su música de fondo es el atronador silencio del miedo y su
perjumen, el tufo de la muerte y la cainita que la precede y sigue.”
Para que nadie malinterprete la identidad de la voz que cuenta, esta se
presenta a sí misma como resultado de un accidente de psicopatología que concede
la palabra a un muerto vivo. Así nace un teatro de sombras, una representación
monologal donde aflora el aleatorio fluir del silencio consciente que hace del
pensamiento un marco escénico. La mirada del yo reflexiona con un incisivo
sentido crítico; camina por las angostas callejuelas del presente y sus desajustes
y evoca rondas existenciales donde no es posible mantener el sosiego.
Como si de un suceso legendario se tratara, un tranvía fantasma lleva y
suelta viajeros de “los descampados de la vida”. Se solapan situaciones y
personajes. Evocaciones y enunciados testifican una inmersión profunda en el desvarío.
Los figurantes van y vienen, copan el primer plano o se desvanecen entre la
niebla. Sólo Miky está ahí, casi obligatorio conductor del tranvía fantasma,
arrastrando una biografía de claroscuros entre la cuadrilla. Licenciado en
derecho, ejerció de letrado con dandismo de pueblo y aceptó el devenir vital
del escritor. En ese tranvía imaginario van “calles, países, ciudades,
memorias, imaginaciones febriles adelante, tocando de cuando en cuando la
campana para hacerse notar, para decir allá voy”. En suma, un constante envío
de sorpresas conformando el despliegue de un pintoresco microcosmos.
Este copioso inventario de apariciones y desapariciones muestra los
rincones en sombra de la memoria. Deja recorridos donde las direcciones se
fragmentan o se hacen lejanía, conformando un listado inacabable de aparecidos
y desaparecidos. La escritura se hace incontinente perorata sobre tiempos
pasados en los que dormitan extraños interlocutores.
El escritor recurre a la nota cultural a pie de página, a cargo de un
erudito imaginario, para poner bajo el foco de lo académico, pero en clave de
ironía, asuntos complementarios que clarifican nombres propios, peripecias
argumentales o circunstancias particulares que refuerzan la tarea de
reconstrucción. También de cuando en cuando afloran ilustraciones sorprendentes
que confirman el aire de crónica de época, un retrato coral que hace de la
realidad ámbito de profundo desasosiego.
En esta liquidación por derribo la addenda perfila con lucidez algunas
claves escriturales de esta distopía ficcional. Es un testamento literario y
vital, el poblado despliegue de un trayecto que incluye, al modo de los diarios
de Eugenio Noel, estampas visuales, aclaraciones eruditas al texto y los
pasajeros de un tranvía fantasma que se prestan al juego literario de mezclar
realidad e imaginación. Sombras y sueños para alumbrar un mundo de soledad y
evocaciones en el inflamable callejero de Biargieta (Escenario especular de
Pamplona). Se anota también una profusa gratitud al copioso inventario de
amigos y maestros que pusieron sólida y efectiva cimentación cultural al libro.
Con jugoso vocabulario que entrelaza un léxico dispar de neologismos,
expresiones del lumpen, chispazos coloquiales y voz confidencial, Miguel
Sánchez-Ostiz comparte en El tranvía
fantasma un ejercicio narrativo radical, muy alejado de los enunciados
argumentales lineales. Con un copioso fluir de secundarios, que parecen
extraídos de la picaresca por su tendencia al descalabro, y mediante continuos
cambios de escenario, el narrador nos conduce por extraños pasadizos
existenciales que se hacen espejo de lo vivido, que ahondan en sentimientos de
largo alcance con fuerza expresiva perturbadora. Una crónica feroz donde los
recuerdos, reales o imaginarios, salen a la luz para señalar con el dedo a sus
protagonistas y testigos, a ese yo interior múltiple que se encoge de hombros cuando
las circunstancias lo zarandean, mientras confiesa que ha vivido en tercos
callejones sin salida, aunque no sepa dónde, sin la ridícula pretensión de ser
feliz.
JOSÉ LUIS MORANTE
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