Los regalos del otoño Ramón Eder Editorial Renacimiento Colección Los Cuatro vientos Sevilla, 2023 |
UNA PIZCA DE LUZ
La literatura difunde un sistema
dinámico de géneros con una convivencia plural y pausada de estrategias expresivas. Sin embargo,
hay autores que se decantan por la fidelidad extrema a una propuesta de taller
que, de este modo, adquiere un significado definidor del trayecto creativo. Ramón
Eder (Lumbier, Navarra, 1952) es poeta, narrador y artista visual, pero el
decir lacónico sostiene la ontología central de su escritura. Así lo ratifica
la copiosa cosecha minimalista que suma las entregas La vida ondulante (2012), Aire
de comedia (2015), Ironías (2016),
Palmeras solitarias (2018), reconocida
con el Premio Euskadi de Literatura, 2019, Pequeña
galaxia (2018), El oráculo irónico (2019),
Café de techos altos (2020), Aforismos y serendipias (2021) y la
compilación Aforismos del faro de la
Plata (2022), con edición, selección y texto introductorio de Carmen Canet,
excelente conocedora del minimalismo verbal. En Ramón Eder el yo profundo sale
a la superficie a través del pensamiento conciso: “La manera natural de pensar
es a base de aforismos”.
La pasión por escribir aforismos es constante
y retoma presencia en los escaparates con la entrega Los regalos del otoño, fruta fresca de temporada que hace de la
madurez un lugar propicio para ofrecer al lector magnífica cosecha. Aunque poco
dado al dogmatismo prologal, el escritor abre su nuevo trabajo con el liminar
“Maneras de leer los aforismos con lápiz”. En el caminar a solas del lenguaje
en busca de lo inesperado emerge un ritmo de lectura; aquí no sirve el paso
suelto de quien lee de corrido por el carácter reflexivo de los textos. Hay que
pausar itinerarios, atemperar la mirada, hacer reconocibles caligrafía y
sentido para que aparezca la pizca de luz, ese brillo solar que cobra relieve
en la memoria.
La organización del libro en
secciones está marcada por las conocidas viñetas del escritor. Sus dibujos, de
trazo escueto y tinta negra, son el umbral de cada apartado con la pausa
complementaria de un aforismo inaugural. En el enunciado del primero está la
siguiente tesela escrita a mano: “Dentro de nosotros lucha el ángel con el mono
y no siempre gana el ángel”. En total
son trece viñetas las que conforman el recorrido de Los regalos del otoño con similares nutrientes expresivos. En el
comienzo predomina la reflexión metaliteraria e indagadora de la pulsión
creativa; en ella se busca la identidad real del sujeto verbal, la cercanía a
nuestro pensamiento de las redes literarias o las características básicas del
decir lacónico, donde la agudeza es ámbar que preserva del discurrir del
tiempo. Pero los argumentos no fuerzan un orden lógico; van y vienen, trastean,
se quedan quietos en un tema o promueven un largo viaje por intereses plurales.
Al cabo, “El aforismo no pretende decir verdades como catedrales sino pequeñas
verdades como diamantes”.
El protagonista refleja una filosofía óptica, supera esa apariencia
cuticular de la vida en común, para sondear la propia intimidad y sus
relaciones con la superficie visible del entorno. Así se establece una relación
bilateral en la que nacen interpretaciones especulares que cobijan actitudes
como la ironía, el escepticismo o la contradicción. “Algunos ignoran que la
nada es una parte del todo”, “El que es buena persona no puede ser normal del
todo”.
Las secciones multiplican los matices, proponen un despliegue de
imaginación que dé solidez a la certeza de que “La vida es fascinante incluso
cuando es horrible”, aunque su transcurso también acumule decepciones y luces
falsas: “Hay verdades tan tristes que ya en la prehistoria hubo que inventar la
mentira maravillosa del arte para hacer soportable la realidad”.
Siempre que leo a Ramón Eder admiro su manera de disimular el sustrato
cultural de sus libros. Los textos afloran con un molde de naturalidad
expresiva; pero tras esa simulación de cercanía y lenguaje directo, en el que
la erudición adquiere una presencia periférica, hay un lector infinito que
conoce muy bien la estela histórica del laconismo: Marco Antonio, Séneca, Baltasar
Gracián, los moralistas francés, Cioran o Wilde crean una empatía natural con
el sentido cartesiano y la riqueza expresiva del escritor navarro. El intempestivo
reflejo de lo inesperado –ese aforismo serendipia ya habitual en libros
anteriores- hace vibrar y deja huellas. Se convierte en habitual regalo de
madurez lacónica.
Los
aforismos de Los regalos del otoño tienen
la solvencia de un tren de cercanías. Entre las páginas que se bifurcan viajan
inteligencia, humor, ingenio y la carga justa de simbología que anule la vía
del bostezo. Ya es un clásico en Ramón Eder la compilación de chispazos de filosofía no académica y el
aire limpio de la poesía, escritura con genealogía que sobrevive al tiempo y exige
leer con lápiz.
JOSÉ LUIS MORANTE
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