miércoles, 7 de junio de 2023

EMILIO LÓPEZ MEDINA. LA SOLEDAD

La soledad
(Las siete bestias, V)
Emilio López Medina
Coedición de Apeadero de Aforistas y Thémata Editorial
Colección Gnomon
Sevilla, 2023
 

PERTENENCIAS


   Sólo unos pocos meses separan la publicación de El mundo que se abre, breve compilación de una centena de aforismos sobre filosofía, de Emilio López Medina (Jódar, Jaén, 1949), de La soledad, quinta entrega del proyecto filosófico Las siete bestias, tratado en torno a los asuntos centrales de la existencia que emplea el laconismo y el decir breve como esteros reflexivos. De este modo, el texto conciso moldea argumentos donde el hablante verbal se focaliza a sí mismo como persistente núcleo temático. Así han ido apareciendo entregas escalonadas sobre la ignorancia, la ambición, la diversión y el sexo. Son espacios indagatorios de hondura que interpretan el mundo a través de la meditada arquitectura expresiva del aforismo y los destellos del pensamiento fragmentario.
  La dimensión de La soledad ubica en primer plano los efectos del desamor y la ruptura de la convivencia de pareja. Aislado en sí mismo y con una autoestima de baja estatura, el yo se confina en el silencio frío del espejo y hace de la lejanía de los otros su estado natural. La palabra ya no es centro de gravedad, ni se hace viaje hacia el intimismo del sujeto ajeno o cauta medida de emociones y pensamientos. Es un estado nuevo, una catástrofe doméstica donde corresponde superar la desorientación y buscar referencias que conecten la existencia personal y el entorno cotidiano. La cosmovisión subjetiva abre puerta a las dudas. El mismo cuerpo parece recubrir su dermis de extrañeza. Somos otros y cada gesto adquiere carácter introspectivo mientras cristaliza un marco de representación complejo y saturado por la decepción. La amanecida del solitario conecta con un poblado escenario de variantes, donde esperanzas y posibilidades caminan de espaldas. Se expande una continua sensación de naufragio: “Cada cual es un navegante solitario en una frágil barca en mitad de la noche…”. Y es preciso buscar coordenadas y destino, indicadores que hagan posible la llegada a otro andén habitable. Todo el apartado inicial “Del otro y su palabra” es una exploración de la convivencia como sinfonía de matices y de fragilidades. Estar juntos crea un espacio vertical que, cuando se hace ruinas, deja al hombre en otra dimensión de la realidad. Se hace fuerte la falta de sentido de la existencia y la necesidad de buscar un refugio interior, ajeno a los dictados del sentimiento.
  Desde Anaximandro, en el pensamiento filosófico clásico, la semántica de mundo designaba una multiplicidad ordenada y cambiante; equivalía a la noción de realidad como entorno que sirve de voluntad y escenario al discurrir existencial del yo colectivo. Emilio López Medida denomina el segundo conjunto textual “Del mundo” y en él se incorporan las reflexiones metaliterarias de la palabra rota, el silencio, como realidad sin palabras y la figura del solitario, ejemplo de contrastes, que hace del sí mismo una oscura presencia social. No hay un cambio de orientación en el lacónico discurrir del pensamiento; se muestra un mundo interior que zarandean los vientos emotivos y las coyunturas temporales que cobran la apariencia de hechos irreversibles. Son coordenadas azarosas que dejan tras de sí consecuencias directas como el odio, la soledad, el arrepentimiento, la culpa o la voluble empatía hacia los que conforman la periferia del yo.
   Para Emilio López Medina el mundo supone “No un conocimiento, sino una percepción: esto es la vida. No sólo el mundo no sería si no se viera, sino que además ni siquiera es lo que se ve: el mundo es el hecho de verlo. Lo veo, luego existe.”. Gran interés reflexivo para entender el apartado tiene otra tesela: “El mundo para el hombre contemplativo es un libro que está ahí para ser leído. Para el hombre de acción, un decorado para ser intervenido. Uno y otro suelen ignorar el plató en el que, a su vez, ambos se hallan”.
   Por tanto, el pensador mira hacia fuera, deja dormido su intimismo para que las palabras exploren la vida como proceso y como puente tendido hacia el futuro. En este tránsito desde el interior al exterior nacen así distintas perspectivas enmarcadas en un realidad concebida en un tiempo concreto: “¿Nuestra vida? Errático vuelo de un pájaro entre una bandada”.  
   El hecho de afrontar lo cotidiano, convierte al yo en un superviviente que retorna a casa. El tramo final “De sí” alumbra la noción del regreso. La fisonomía cambiante de lo exterior supone sumar pasos dubitativos y es necesario recuperar la cálida estancia del ser: “La vida empieza a gustarme cuando huyo de ella. Desde mi escondrijo, la contemplo y la amo”, “La mejor puerta a la intimidad propia es el anonimato”.
 Acorde con la vocación filosófica de Marco Aurelio, Séneca, Montaigne, La Rochefoucauld, Nietzsche, Hegel, Fichte, Wittgenstein o Cioran, (Esta enumeración de influencias requiere siempre una concentración necesaria), Emilio López Medina mantiene una tangible presencia central en el aforismo filosófico contemporáneo. Sus materiales reflexivos conceden una apertura máxima al pensamiento. Se apropian de los elementos de la realidad para mostrarnos sus estratos, esas capas donde conviven la máscara y la transparencia, el inconsistente horizonte, contradictorio y cambiante, que deja entre las manos el desquiciado empeño de vivir.
 
  
JOSÉ LUIS MORANTE
 
 

 

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