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domingo, 15 de enero de 2017

IZET SARAJLIC. POESÍA Y MEMORIA

Izet Sarajlic (Deboj, 1930, Sarajevo, 2002)

POESÍA Y MEMORIA

   En febrero de 2003, el poeta y editor lucentino Manuel Lara Cantizani incorporó a la exquisita colección de poesía Cuatro Estaciones el libro Una calle para mi nombre, de Izet Sarajlic (Deboj, 1930, Sarajevo, 2002), con prólogo de Juan Vicente Piqueras, también responsable de la traducción junto a Raffaella Marzano y Sinan Gudzevic. Fue mi primera conversación con la escritura más universal de Bosnia-Herzegovina, y me afectó profundamente. Aquel encuentro supuso una convulsión. E libro se reeditó casi al año siguiente, un asunto sorprendente en poesía, porque muchos lectores convirtieron en dolorosa memoria viva el aporte confesional de Una calle para mi nombre.
   De nuevo, en 2013, llega a las librerías el intimismo transparente de Izet Sarajlic, esta vez desde la editorial Valparaíso, con selección y liminar de Fernando Valverde. El joven poeta de Granada analiza al detalle la senda biográfica porque ha condicionado, con dolorosa pulsión, su sensibilidad estética. Sus primeros escritos afloran tras los derrumbes de la Segunda Guerra mundial cuando uno de sus hermanos fue fusilado por los camisas negras del fascio italiano. Aquella primera etapa de crónica y testimonio muda, poco después, y se remansa en una lírica amorosa, despojada, precisa y emotiva, que vuelve a convertirse en desolación cuando estalla el conflicto fraticida de los Balcanes. El estallido produce un cataclismo político en Europa Central y el desmembramiento de Yugoeslavia. Entonces Sarajevo, ciudad donde vivía el poeta desde 1945,  se convierte en una azarosa cita con la muerte. A esa circunstancia debe su nombre esta entrega, Sarajevo, como si aquel escenario sombrío fuera la última estación de la existencia. Cuando en 1992 se resquebraja la convivencia por las ideologías nacionalistas la avenida principal de la ciudad se convierte en predilecto enclave de francotiradores. A cada paso, hombres, mujeres y niños aguardan la fatal incertidumbre del disparo en un asedio que dura más de tres años y que tendrá dramáticas consecuencias.
  Ese es el sustrato que da pie a los poemas de Izet Sarajlic. Palabras cuya semántica certifica  el dolor y la barbarie. Poemas que se hacen crónica del horror y donde unas gotas de amor sirven como cálida excusa para guardar algunos hilos de esperanza. Quien ama no puede renunciar a seguir caminando, a forzar sendas nuevas de superviviente, a sentar en la silla de la esperanza un presente lleno de soledad vulnerable.
   Triste como una ventana al cementerio, la poesía de Izet Sarajlic es un testimonio a media voz, lleno de intensidad. Trasmite la incapacidad de comprender la mutación del entorno habitable en infierno. Cercano y táctil, cada poema denuncia la falta de firmeza de lo real cuando todo se difumina, ensuciado por interrogantes lacónicos. Izet Sarajlic nos hace mirar esa pantalla viva de la memoria, con el corazón encogido por la emoción y los ojos llenos de lágrimas.


lunes, 11 de enero de 2016

ELVIRA SASTRE. YA NADIE BAILA

Ya nadie baila
Elvira Sastre
Prólogo de Fernando Valverde
Valparaíso Ediciones
Granada, 2015
 

PAN RECIÉN HECHO


   La poesía de Elvira Sastre (Segovia, 1992) se aloja casi a primera hora en el espacio lírico actual. Comienza a escribir apenas sale de la adolescencia y de forma constante ha ido completando un itinerario creador que compagina música y poesía y que ofrece una panorámica textual en la antología Ya nadie baila, con introito del poeta Fernando Valverde. En esta compilación se acogen composiciones del libro de salida, 43 maneras de soltarse el pelo, una amplia representación de Baluarte, auténtico hito desde su publicación, y trece poemas inéditos de un libro en preparación que abre la puerta del quehacer actual de la autora, también presente en las páginas digitales del blog. 
   La palabra crítica de Fernando Valverde, poeta y profesor universitario, traza con acierto algunos caracteres singulares de este trayecto continuo, personal fresco y celebratorio:”Elvira Sastre es una poeta de su tiempo que ha encontrado una voz con la que poder comunicarse con los otros. Y es precisamente en la existencia del otro, en la posibilidad de conmover donde se encuentra el verdadero sentido de su poesía y de la poesía que merece la pena”.
   Ecos similares encontramos en el prólogo firmado por Benjamín Prado en la amanecida de 43 maneras de soltarse el pelo. El poemario aporta un vitalismo juvenil que habla de aprendizaje y ser biográfico. En él encontramos versos como éste que deja con un puñetazo sobre la mesa una poética vital: “A la mierda / el conformismo; yo no quiero  / ser recuerdo. / Quiero ser tu amor imposible, / tu dolor no correspondido, / tu musa más puta, / el nombre que escribas en todas las camas…”. El lector debe saber además que en los poemas de Elvira Sastre la tipografía versal juega con los espacios blancos y las asimetrías para dar ante los ojos del lector un aire de libertad y una impresión de línea expandida, como si fuese una escritura impulsiva que acoge movimientos aleatorios. En esta poesía resalta la cercanía de la voz verbal, ese empeño en creer que las palabras certifican el estado emocional de un personaje que despliega confidencias y emociones, que hace del camino hacia el otro un impulso vital, una brújula firme para guiar los pasos del ahora.
   Con la tinta confidencial de un diario íntimo, Baluarte entrelaza su urdimbre versal como un autorretrato. En los poemas se define un yo que abraza incertidumbres y certezas, que busca indicios de su paso en los espejos: “y así con todo / que soy tan minúscula como el punto de una i / y prescindible como una exclamación de apertura, que te quiero más pero siempre después de ti”. Los ámbitos domésticos se amplían en otros lugares de paso en los que la ciudad –una ciudad arquetípica, hecha de laberintos y ausencias- obliga a buscar nuevos refugios: “Cuando uno se marcha / y regresa / se encuentra con un lugar maquillado y extraño, / una ciudad puesta de gala para otros, / como esa chica a la que rechazamos / y se vuelve de repente, / un ser precioso y no apto para nosotros “. En el silencio de la soledad la mirada percibe un paisaje menos nítido, en el que cobran voz las disonancias y los espejismos. El yo se va poblando de fantasmas que encuentran en la escritura una puerta de salida: “Y escribo, escribo, escribo, / escribo para  que mis ruidos no me cieguen. / Escribo, escribo, escribo, / escribo para dar al silencio una excusa / Escribo, escribo, escribo, escribo para repetirme que todo está vivo “.
   El anticipo de inéditos que cierra la antología Ya nadie baila nos permite percibir la voz continua y el regreso a motivos centrales como el amor y el intimismo que transmite esa capacidad transformadora del yo en el otro en la que convergen reflexiones y sentimientos. La poesía de Elvira Sastre huele a pan reciente; se palpa el pecho para encontrar los latidos del corazón, verbaliza motivos que alejen la desolación para iluminar la casa y el silencio con la delgada luz de las palabras.   




jueves, 24 de julio de 2014

FERNANDO VALVERDE. INSISTENCIAS.

Insistencia en el daño
Fernando Valverde
Visor Libros, Madrid, 2014


INSISTENCIAS
 
 
   Nathalie Handal ha acuñado una expresión que se ajusta con lucidez precisa a los contenidos de este poemario de Fernando Valverde (Granada, 1980): “Lírica de las ruinas”; una forma de abarcar el discurrir del tiempo y la prometeica tarea del poeta, al dejar constancia de este ruido de fondo.  La indagación sobre la naturaleza transitoria del yo constituye uno de los ejes más fértiles de la obra poética de Fernando Valverde, Doctor en Filología Hispánica, Licenciado en Filología Románica y Antropología, y con una obra poética que acoge las entregas Viento favorable, Madrugada, Razones para huir de una ciudad con frío y Los ojos del pelícano; títulos con reconocimientos como los premios Emilio Alarcos, Federico García Lorca y Antonio Machado. Son libros que apuestan por una poesía que hace de la sencillez comunicativa condición natural, que acompañan y emocionan con un vocabulario coloquial y abierto al diálogo con el lector.
  La insistencia del daño comparte esa sensibilidad al dibujar las líneas del naufragio, un discurrir en el que todo sucede y se integra, como si cada latido fuera parte de un cuerpo común: “Toda la angustia elige el mismo tiempo. / El diluvio que llena de barro los colchones, / la desembocadura, / su agonía de oro que acaba en los tumultos. / Todo ya es parte de la misma herida.”
  En el sol de las horas se van acumulando los estímulos. El intimismo velado deja que colonicen los versos los apuntes escritos de una voz narrativa. Palabra a palabra, brotan los centros de interés que constituyen el cauce argumental. Las impresiones son capaces de reconstruir el periplo biográfico de Ana Brontë, joven modelo del pintor Scarborough; o del criminal Ratko Mladic, responsable de miles de muertes durante la Guerra de Bosnia, que se convierte en centro del poema para sondear la conciencia y una actitud ética que hace costumbre el asesinato y la barbarie. Aparece también un simple caminante sobre un fondo de niebla… Son figuras que se mueven en el escenario del poema, dejando espacio para la  elegía: en este caminar a paso lento donde todo fluye se deja constancia de lo perdido, de la tenaz presencia de la muerte, de ese desenlace anunciado de despojamiento y desnudez.
   El hablante lírico percibe de continuo intersecciones entre la intrahistoria biográfica del sujeto y el acontecer histórico; la pupila social difunde esas instantáneas que definen la cronología de un paréntesis temporal. Así sucede en la composición “Con los ojos abiertos caminas por la muerte”, sentida evocación de un símbolo vivo, Ernesto Che Guevara. Los pormenores del traslado del cuerpo muerto a un hospital bolivariano retornan al ahora, donde el Hospital de Malta, tantos años después de aquella tarde de 1967, sigue proporcionando un poco de alivio en el dolor.
  Fernando Valverde hace unos meses firmó el prólogo del poemario Sarajevo, obra del bosnio Izet Sarajlic, también presente aquí. Aquella avenida de Sarajevo recorrida por el visor de los francotiradores, el azar de las balas que buscan el albergue de un cuerpo son imágenes de una realidad que no merece olvido. Está en los emotivos versos de Sarajlic y están en el frío estremecido del poema que rememora la erosión final.
Todos los poemas del primer apartado de La insistencia del daño se escriben desde el cauce del otro, haciéndose eco de una causa ajena, mientras que el segundo apartado tiene un mayor calado intimista. En él está la amanecida, esa aurora de luz que deja sitio a la esperanza, que es “principio y asombro” y está  el yo solitario que deambula por laberintos urbanos, por calles donde aparcan la soledad y la melancolía del verbo elegíaco. Lo constata el poema “Ayer”: “Ahora que cae noviembre sobre el mar, / las palabras son árboles. / Nadie sabe decirme / si existe tu recuerdo / o es solo la mitad del infinito, / todo lo que me importa. “
  La poesía de Fernando Valverde sienta en la mesa de las confidencias al yo dubitativo para que formule sin estridencias los interrogantes que se bebe a diario, cuando el azar borroso oculta las respuestas, como si la tristeza de andar solos fuese el páramo natural que los mapas dibujan. El daño insiste siempre.
 
 
 
 
 

                

miércoles, 4 de diciembre de 2013

IZET SARAJLIC. MEMORIA VIVA.

Sarajevo, Izet Sarajlic, Valparaíso, Granada, 2013 

MEMORIA VIVA

   En febrero de 2003, el poeta y editor lucentino Manuel Lara Cantizani incorporó a la exquisita colección de poesía Cuatro Estaciones el libro Una calle para mi nombre, de Izec Sarajlic (Deboj, 1930, Savarejo, 2002) con prólogo de Juan Vicente Piqueras, también responsable de la traducción junto a Raffaella Marzano y Sinan Gudzevic. Fue mi primera conversación con la escritura más universal de Bosnia-Herzegovina, y me afectó profundamente; aquel encuentro supuso una pequeña convulsión, como sucedió a tantos lectores – el libro se reeditó casi al año siguiente, un asunto a reseñar en poesía -  que hicieron propiedad privada el aporte confesional de Una calle para mi nombre.
   De nuevo llega a las librerías el intimismo transparente de Izet Sarajlic, esta vez en los estantes de la editorial Valparaíso, con selección y liminar de Fernando Valverde. El joven poeta de Granada analiza al detalle la senda biográfica porque ha condicionado, con dolorosa pulsión, su sensibilidad estética. Sus escritos de amanecida afloran tras los derrumbes de la Segunda Guerra mundial, cuando uno de sus hermanos fue fusilado por los camisas negras del fascio italiano. Aquella fase inicial de crónica y testimonio muda, poco después, y se remansa en una lírica amorosa, despojada, precisa y emotiva, que vuelve a convertirse en versos de desolación cuando estalla el conflicto fraticida de los Balcanes. El estallido produce un cataclismo político en Europa Central y el desmembramiento de Yugoeslavia. Entonces Sarajevo, ciudad donde vivía el poeta desde 1945,  se convierte en una azarosa cita con la muerte. A esa circunstancia debe su nombre esta entrega, Sarajevo, como si aquel escenario sombrío fuera la última estación de la existencia.   
   Cuando en 1992 se resquebraja la convivencia por las ideologías nacionalistas, la avenida principal de la ciudad se convierte en predilecto enclave de francotiradores. A cada paso, hombres, mujeres y niños aguardan la fatal incertidumbre del disparo en un asedio que dura más de tres años y que tendrá dramáticas consecuencias para los pobladores.
   Ese es el material que da pie a los poemas de Izet Sarajlic. Palabras cuya semántica certifica  el dolor y la barbarie. Poemas que se hacen caligrafía de la sangre y donde unas gotas de amor sirven como cálida excusa para guardar algunos hilos de esperanza. Quien ama no puede renunciar a seguir caminando, a forzar sendas nuevas de superviviente, a sentar en la silla de la esperanza un presente lleno de soledad vulnerable.
   Triste como una ventana al cementerio, la poesía de Izec Sarajlic es un testimonio a media voz pero lleno de intensidad. Trasmite esa incapacidad de comprender la mutación de un entorno habitable en un infierno. Cercano y táctil cada poema denuncia la falta de firmeza de lo real cuando todo se difumina o se ensucia con interrogantes lacónicos y brutales. Izec Sarajlic nos hace mirar esa pantalla viva de la memoria con el corazón encogido y los ojos llenos de lágrimas.