Perdona la franqueza Javier Sánchez Menéndez Detorres Editores Córdoba, 2015 |
NADA MÁS QUE LA POESÍA
Poeta, ensayista, escritor de
diarios e impulsor del mapa editorial La Isla de Siltolá, Javier Sánchez
Menéndez (Puerto Real, Cádiz, 1964) ha recorrido un
largo itinerario creador que busca un equilibrio sostenido entre géneros
complementarios. Digo complementarios porque en ellos se entrelazan afinidades
y enfoques que configuran un sujeto verbal reconocible y un muestrario
argumental que singulariza el taller del autor.
La obra lírica se ha compilado en dos antologías, la primera de las cuales, Faltan palabras en el diccionario tomaba
como título un verso del poeta Nicanor Parra, ganador en 2011 del Premio
Cervantes. En su nueva entrega, Perdona
la franqueza, regresa al espacio versal del chileno, como si quisiera
resaltar que se siente cómodo caminando junto al impulsor de
la etiqueta “Antipoesía”. El reduccionismo crítico deja en cada aserto dos o
tres muescas conceptuales; son claves organizativas que postulan la dicción coloquial, el figurativismo expresivo y un contexto social en el que el ser individual
emerge como paseante de un tránsito plural y colectivo. Perdona la franqueza es un libro breve que emplea como formato
monocorde el versículo, una preferencia que ya es historia en Walt Whitman y en
los poetas impulsores de la celebrada generación Beat. Así acentúa el modo
reflexivo del verso libre. Nos hallamos ante una poesía de pensamiento que incide en la visión
de lo real de modo fragmentario. El poema avanza, lejos de la imagen plana que
fotografía, se abre a la sugerencia y a la hondura, desarticula el trayecto
lineal y deja constancia del paso existencial de un sujeto cambiante en el
ahora y en los territorios calmos de la evocación. La conciencia poética acumula
instantes que solapan la incertidumbre del pasado y hacen del conflicto entre
percepción y pensamiento un impulso vital. Ser es aventar propósitos al viento,
hacerse nube, aferrarse a los sueños, sentir en la epidermis el chispazo
sensorial. El entorno se presenta como una amalgama de imágenes en la que
conviven elementos dispares. De su lectura surgen indefiniciones y dudas, ese
sustrato ambiguo que difumina bordes entre lo imaginario y lo real.
Los lectores
de Javier Sánchez Menéndez recordarán un clima similar en los apuntes en prosa
de El libro de los indolentes, cuyas
bifurcaciones aquí se hacen palpables en
poemas como “Saúl muere en Dubrovnik”, uno de los mejores poemas de esta
salida. Dejo aquí sus versos: “En la fuente pequeña de Dubrovnik, junto a la
estatua de nariz / brillante, el indolente número 1 ha venido a morir. /
Respiraba despacio, apenas se movía. Desplegó sus alas apoyadas y /
recitaba los últimos versos de Hölderlin
en Tubinga. / En la fuente pequeña de Dubrovnik, donde sacian la sed los / incansables, Saúl agoniza. / Bienvenido
al reino de los vivos “.En casi todas las composiciones
prevalece la carga conceptual sobre el hilo anecdótico.
Los poemas no enuncian,
se hacen reflejo especular dispuestos a dar cobertura indagatoria a la
conciencia. No es la voz sino el silencio quien se convierte en expresivo
interlocutor. Escritura hecha gesto donde “la esencia se convierte en pureza”.
Una manera de versar diferente. Interesante. La escritura hecha gesto. Un abrazo.
ResponderEliminarHola Carmela; así es. La literatura de Javier Sánchez Menéndez es un mapa complejo que abarca sendas escriturales diferenciadas; pero el perfil del autor está muy nítido. Su escritura poética ha recorrido un largo viaje y siempre es bueno percibir la coherencia del trayecto, las afinidades con magisterios o los temas centrales de su poesía. Un gran abrazo desde Rivas.
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