El cuarto de los temblores Jacqueline Goldberg Óscar Todtmann editores Caracas, Venezuela, 2018 |
SACUDIDAS
Nacida en 1966 en Maracaibo, Jacqueline Goldberg es Doctora en Ciencias
Sociales y Licenciada en Letras. Trabaja la poesía con voluntad ininterrumpida; el quehacer lírico es un recorrido espacioso que yuxtapone una amplia cosecha. Integra, con estrecha unión, diecisiete poemarios y se ha antologado su precisa memoria en variados espacios lingüísticos. Su
novela Las horas claras, finalista
del Premio de la Crítica, ganó el Premio Libro del Año 2014, otorgado por los
libreros venezolanos y se ha reeditado en México.
En El cuarto de los temblores sirve
de umbral un paratexto diverso, cuyas citas invitan a la interpretación del núcleo germinal: el temblor como disfunción del organismo. Ya sea física o
mental, la salud es mediodía; su
ausencia nos convierte en pacientes y en pródigos cultivadores del temblor,
cuya genealogía despereza en el “Libro primero”. La escritura, entonces, se
transforma en efecto curativo: “Alguien dijo que el día que escribiese sobre el
temblor / dejaría de temblar. Que cuando
tallara en vocablos / todo lo que vibra desde mi infancia, nada volvería / a
estremecerme”. Las palabras avanzan con cautela, como si crearan cauces de
transparencia introspectiva. En ellas se desvela una presencia cuyos indicios unen
el personaje poético y el ser biográfico. El sondeo permite afrontar el momento
fundacional de las sacudidas, saber si aquel lejano estremecimiento que
apareciese un día en la infancia fue movimiento inadvertido de un mal sueño o
una sensación externa que se coló entre los sentidos, para albergar percepciones
deformes de lo real.
El análisis utiliza una larga regresión biográfica, un viaje hacia atrás
que lleva al feto; busca en su desarrollo excusas argumentales que conviertan la naturaleza del temblor es un asunto de causas y efectos: la madre, el feto,
el cordón umbilical alrededor del cuello, la sensación de asfixia, signos con
los que la existencia mantiene una fatídica relación. En suma, los repIiegues
de movimientos mínimos que es preciso vencer. Todo el apartado muestra una
intensa coherencia textual. El poema parece una secuencia viva; es un escalón
reflexivo que recurre a la palabra para un regreso al yo aflorado en el
devenir biográfico.
El trayecto evolutivo requiere una “Ocasión de mudanza”; así se
denomina el segundo conjunto poético, cuyos contenidos siguen las
mismas coordenadas temáticas y el ánimo pesimista de quien sabe que “Todo
movimiento es artificioso. / Temblar es empeoramiento, / moverse sin destino”.
Jacqueline Goldberg extrema el objetivismo de su
escritura al incorporar a la sección análisis en prosa que tienen el formato de artículos de prensa; de este modo las lindes del género se hacen difusas para
integrar en su desarrollo textos ensayísticos. Los signos particulares de
“Ocasión de mudanza” multiplican la erudición culturalista en torno a las manos
como depositarias del temblor. Se rastrea la ausencia de manos en personajes
reales o de ficción que sufrieron amputaciones y que prodigaron gestos de
aceptación o rechazo de esa condición fisiológica. En casi todos estos
poemas-relato la emoción se transforma en interés didáctico, como si la
escritura propusiera un enciclopedismo temático sobre esa personal contingencia
de quien convive con una cualidad física que le hace diferente.
Nace en el apartado “Demoras” el rumor sosegado de quien no tiembla. En
ese mar de calma queda el reflejo del temblor, una caligrafía de garabatos que muestra la dureza del esfuerzo. Es una línea
intacta que retorna a la voluntad de superación y al compromiso del yo por
hacer de la torpeza un quehacer afanoso que pocas veces encuentra puerto. Quien
escribe es consciente del error, sabe que la vida es una tarea de precisión que
desdeña el temblor, que deja cerca a los oficiantes del pulso para que
ejerciten su exactitud de brújula. La calma es solo química, y en ella se
refugia quien desea aplacar las embestidas del seísmo, aunque sufra efectos
secundarios ominosos, aunque la dependencia del medicamento genere convulsiones.
Inusualmente extenso, El cuarto de
los temblores deja en “Libro Primero” un trazado orgánico que sugiere el
avance de un diario poético. El texto que cierra este tramo de escritura es una
estela autobiográfica: “Es 30 de noviembre de 2016. Hace unos días cumplí /
cincuenta años. me gusta esta edad. Lástima los días / del país, el temblor sin
reverencias”.
La escritura no cambia su enfoque en “Libro segundo”ni en los demás segmentos; los textos
postulan un trayecto continuo en que la enfermedad abre matices. La poeta
recuerda la taxonomía de Susan Sontag que atribuye a cada ser una ciudadanía
dual, capaz de integrar los episodios vitales en el reino de los sanos o en el
reino de los enfermos. El tiempo enseña a asumir los trazos definitorios del
estar diario: “Tengo una enfermedad rara, minoritaria. / De sacudidas
fulgurantes, siempre visibles. / Enfermedad huérfana. Sin espejo retrovisor. /
Dicen que mi esperanza de vida es normal. / No así mi esperanza”.
La densa lectura de El cuarto de
los temblores acerca el latido de una sensibilidad convulsa, que conoce el
trauma y lucha por liberarse de sus efectos residuales. Esa voluntad convierte
la escritura en asidero documental y pedagogía, dando pie a los llamados
“poemas documentales” que Jacqueline Gldberg practica también en su reciente
salida Las bellas catástrofes (El
Estilete, Caracas, 2017). El temblor no es un síntoma de debilidad sino una
expresión corporal que sirve de estrategia para volver al equilibrio. La poesía
se hace así liberación y consuelo, un lugar seguro que esquiva nuestros miedos.
Pues por lo que nos cuentas en el post me da la impresión de que es un libro tremendo José Luis. A mí que me gustan las lecturas con ese tono, creo que me iba a resultar muy interesante, la verdad. Gracias por descubrirme a la autora (hablo por mí, claro).
ResponderEliminarUn abrazo y feliz viernes,
Sandra.
Es un libro que no niega la esperanza, Sandra, pero que evita cualquier conformismo autoconmplaciente al dibujar en el espejo la estela biográfica. Sí, un gran libro, en estos tiempos de encefalograma bajo la sombrilla. tanto este título como el siguiente de la autora "Las bellas catástrofes" amplían los límites del poema; son versos que rompen costuras. un fuerte abrazo, Sandra.
EliminarEstupenda reseña José Luis, ese libro es tremendo. Lo comparto.
ResponderEliminarUn abrazo
Pienso lo mismo, querida poeta, y muy agradecido por tu interés; es innegable la originalidad del libro; su mezcla fuerte de desnudez y desamparo. Un título muy relevante en el ahora poético en castellano. Abrazos entrañables.
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