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RARO
Solía agarrarme a las
ramas del ensimismamiento, silencioso y ausente, como quien cruza espejos. El
maestro insistía en llamar mi atención con aspavientos teatrales, hasta que
reconocía lo inútil de su empeño y proclamaba en voz alta que yo era un raro,
una cabeza firme empeñada en plantar rosales árticos. Indeciso y sin brújulas,
yo regresaba a casa. Sólo mi madre mostraba desacuerdos con el juicio docente.
Me abrazaba fuerte y alborotaba alegre mi flequillo. Después se perdía en el
mediodía incierto de lo diario o pasaba las horas en el patio, deshojando
pétalos de luz.
(Recuerdo infantil)
Me identifico totalmente con tus palabras, toda la vida siendo un raro. Ayayay dónde tendremos la cabeza?? Sera la luz o la ebriedad de lo bello. En fin la infancia y sus espejos. Abrazos y salud, amigo
ResponderEliminarHola poeta, hay que seguir caminando en la rareza, dejar en el camino una estela de nieve. Un abrazo fuerte.
EliminarAyyy qué maravilla de recuerdo en miniatura José Luis. Me encantó! Preciosísimo. :)
ResponderEliminarMuchas gracias por tu mirada siempre a la solana, Sandra, donde nunca faltan los hilos de sol. Feliz día.
EliminarHermoso, muy hermoso.
ResponderEliminarUn abrazo
Muchas gracias, poeta, y el ruego de que no te vayas demasiado lejos. Sin ti estos puentes son más grises. Cuídate mucho.
EliminarEstos puentes son libro diario.tu amistad también. No me iría.
EliminarOtro abrazo
Muchas gracias por dejarme saber tu estado y tu presencia, poeta. Eres norte.
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