Ahora sí Julio César Galán Editorial Huesos de Jibia (HDJ) Argentina, 2018 |
SELECCIÓN PROPIA
Doctor en Ciencias de la Educación y profesor universitario con amplio
quehacer docente, Julio César Galán (Cáceres, 1978), ensayista y poeta, alienta
un trayecto lírico que hace de la experimentación norte de la escritura. Sus
entregas, desde el poemario de amanecida Tres
veces luz (2007) hasta el volumen Testigos
de la utopía (2017), inciden en el ser magmático del lenguaje y en su
capacidad para expandir estrategias formales y significados a partir del uso
de recursos expresivos personales y de una heteronimia, que convierte el ser
literario en un solista polifónico. Un ego proteico, capaz de acometer
mutaciones identitarias que postulan singulares enfoques creadores y
reflexivos.
La selección Ahora sí permite
adentrase en esta compleja trama creadora, mediante los poemas de cinco
entregas ordenadas por fecha de salida editorial y representadas por
composiciones de extensión variable. El crítico Antonio Ortega, siempre afín al
magisterio decostructivista de Derrida y Barthes, aporta un texto de cubierta
en el que expone su visual combativa respecto a la crítica tradicional, que
para él no deja de ser una elemental interpretación programática y una tradición
logocétrica; más allá de la infantil generalización que hace del bosque un
ensamblaje de árboles iguales, deja dos o tres aseveraciones de interés: “se
trata de mostrar las distintas vías de un poema en sus múltiples notas, versos
excluidos, lecturas integradas, versiones, correcciones…”, contingencias que
hablan del inacabamiento del poema y de la incierta realidad del mundo. Son dos
ideas con vuelo, que deben constatarse a partir de la cribada selección de
textos.
El clima germinal de la antología se comenta con brevedad en la nota
introductoria. En ella se contextualiza la retrospectiva que abarca un
paréntesis de dos décadas, desde 1997 hasta 2017, y en el que se yuxtaponen
seis entregas, aunque el paso inicial, El
ocaso de la aurora, es considerado por el autor un trazado de tanteo, un
aprendizaje reescrito parcialmente en la salida El primer día, por lo cual Tres
veces luz, como se ha dicho, aparece como luz auroral.
Los poemas iniciales siembran una sensibilidad evocativa e intimista. En su
sencillez concentrada se perciben los reflejos de una entidad que humaniza las
cosas y establece con ellas hacendosas correspondencias, que busca cobijo en
sus fisuras para los desajustes del yo y confía en su recepción. En el estar
del sujeto se hace fuerte el sentimiento crónico de irrealidad, un aprendizaje
de las distancias que enseña a caminar, desde la constancia, hacia un horizonte
lejano, sin la necesidad de mirar hacia atrás.
El segundo itinerario, Márgenes fue reconocido en 2012 con el Premio Villa de
Cox. Las composiciones abren ventanas a un paréntesis existencial de tregua y
mediodía. Es tiempo de mudanza, propicio al recuento y la rememoración, donde
el vuelo sentimental mantiene su calma vertical que hace de la otredad paisaje
franco; los versos son canto celebratorio, alba sin nieblas.
El fluir como ejercicio de invención y alzada cobra fuerza en
las composiciones de Inclinación al envés.
Como si se abriese un nuevo ciclo, el poema aloja versos desechados y añade al
pie de página apuntes digresivos que clarifican situaciones reflexivas. También
aumenta el referente cultural, donde la lectura adquiere un carácter medular.
El poema profundiza significados, como si velase claves, o el avance optara por
desaprender y preguntarse de nuevo. Las palabras se borran para que sus
significados se desvanezcan en la incertidumbre, como si la línea de horizonte
abriese sus fisuras para alojar vacíos. Uno de esos vacíos es la enfermedad
porque su impacto revierte la conciencia para dictar un tiempo de fragilidad y
espera. Una nota (Página 49) habla de un centro poético construido desde la
definición del horror, de ese descubrimiento en el cuerpo del tumor que hace
recorrer en un instante la distancia entre joven y viejo, mientras queda
patente que el dolor no enseña nada, salvo el miedo. Solo las palabras abrigan.
Solo el poema.
En algunos momentos la textura que adquiere alguna nota a pie de página
recuerda el quehacer de un diario. En su escritura se hilvanan fragmentos
críticos, teselas metaliterarias o impresiones personales que clarifican la
naturaleza del título; de este modo Inclinación
al envés no es sino el empeño de fusionar en un punto de encuentro la
sensación de estar dentro o fuera, la idea de hacer visible lo invisible, el
trance de ser al mismo tiempo autor y protagonista del relato; en suma, el
cauce paradójico de la escritura.
Los poemas de El primer día
recuperan textos antiguos y optan por la revisión y la reescritura para asumir
sensaciones atemporales. La textura absorbente del pasado humedece el ahora y
construye planos simultáneos. El verso es posibilidad, caligrafía subjetiva que deforma el sentido lógico para abordar itinerarios
alternos, reconstruidos con el despliegue de elementos que convierten al poema
en un espacio maleable, con pluralidad significativa.
Una mirada abierta concede al título Testigos
de la utopía una semántica de esperanza y cumplimiento. Con él cierra el
singular proceso de su escritura Julio César Galán en torno a un núcleo básico,
el viaje migratorio, una de las incisiones especulares de un tiempo arrumbado
por los desajustes económicos y la aleatoria distribución del mercado laboral.
De este modo el caminar hacia la lejanía se hace errancia y nomadismo
obligatorio. El territorio se ocupa pero se acrecientan el desarraigo, la
condición de extranjería y el estar solo, abocado a otro origen. Retornar es
buscarse; del mismo modo, escribir el poema es tantear materiales para superar
la contingencia, es fluir y alejarse de lo desechado, es crecer con otra savia
que asciende sin cauces establecidos.
La poesía de Julio César Galán evidencia una cuidada elaboración en su
propuesta formal, mantiene un singular sentido rítmico en el que se entrelazan
el afán de ruptura y la tonalidad evocativa del discurso intimista. En Ahora sí se percibe el recorrido
unitario, capaz de sumar tonalidades alternas que capturen la simetría
emocional y el peso activo del lenguaje.
La selección que acoge en su catálogo Huesos de Jibia enuncia la capacidad poética de Julio
César Galán. Es una llamada a la disidencia de un lenguaje lineal, de esos
trayectos acabados que no integran puntos de retorno. La antología reflexiona
sobre las certezas existenciales y los claroscuros e imposiciones de un devenir
que exige “hacer de la escritura poética un ejercicio de traducción”, una
trasferencia de significados y significantes que hace de la posibilidad un
proceso cumplido, un ahora sí.
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