martes, 19 de febrero de 2019

BIBLIOGRAFÍAS CON VIRUS

The Old Library
(Trinity College, Dublín, Irlanda)


BIBLIOGRAFÍAS CON VIRUS

   Como colofón de un estudio crítico de alcance, sea una tesis doctoral o un ensayo para revistas especializadas, la bibliografía complementaria se puede construir de dos maneras: con un estar asentado en el tiempo que va sumando títulos, apuntes y lecturas; y con el gesto urgente de quien compone un puzzle a base de recortes ajenos. Tal vez la dichosa bibliografía puede abordarse de otras maneras, pero esta síntesis de urgencia me parece clarificadora.
  La segunda obedece a la práctica instantánea del robo alevoso y al mínimo esfuerzo. Pero es norma con amplio mercadillo de cultivadores. Da mucho juego. Resuelve una salida inmediata y no deja rastros en quienes no saben más de uno o dos puntos cardinales. Norte y otros. Además son bibliografías sin criterios selectivos, donde el comentario amistoso es un referente frente al magma crítico de alta densidad. Se admite en su textura el enfoque de parvulario para que, en caso de disonancia lectora, uno sepa que el error es de humanos y que dos y dos son siete. Tienen virus que ningunean trabajos necesarios y hechos con el esfuerzo, la lucidez y el rigor del ensayista en el tiempo, ese ave estudiantil de vuelo bajo que suele ser víctima propiciatoria al ninguneo.
  Las bibliografías de baratillo dejan una de cal y otra de cal, que es arena disfrazada de harina y sube mucho la autoestima de quien la elabora. Suele argumentar, en plan comediante barroco, y con selfie mental en primer plano, aquello de “No he de cambiar por más que me señalen con el dedo…”
  Las bibiografías rigurosas no necesitan nudo argumental en su defensa de oficio. Siguen el trayecto lento y casi inadvertido del árbol. Son semilla que muda en raíz que muda en árbol que muda en fruto y fronda que un día deja de crecer y se hace simple madera calcinada porque el crítico que pasó tantas mutaciones agostó su voluntad, fue minando ilusiones y se marchó al pie de página de la literatura ligero de equipaje, náufrago y solo.
   Hace unos días un internauta irónico- sé que es buena gente y sé también que la ironía necesita un contexto- preguntaba cuándo se convocan las oposiciones a crítico y quién ocuparía las próximas plazas. La respuesta está en el viento: cuando haya tipos imbéciles, con una insólita generosidad lectora que dejen sus propios libros para afrontar el estudio profundo de los demás. Cuando las plazas se consigan por méritos lectores y no por las posiciones en los rinconcillos del poder (una relación conyugal, una revista, un cargo administrativo, una plaza universitaria, una dirección editorial de cualquier género, un puesto ministerial... ). Cuando se acepte con gratitud que es bueno que alguien proponga sendas de recorrido, para que cada voluntad, cada lector, se asome a solas al acantilado de la literatura.



    

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