Piezas sueltas Fotografía de Javier Cabañero Valencia |
PIEZAS SUELTAS
Un porte sólido. De fantasma.
Cuando tenía veinte años, Jaime Gil de Biedma no era un
poeta cualquiera. Era el poeta.
La biblioteca, ese amplio gremio de deudas contraídas que no podré saldar.
Crepúsculo, aleteo, sopor, engarce, azul… Esas palabras con
reputación asentada en lo insulso.
Los malos poemas tosen; tienen respiración errática.
Conspiración entre sustantivos comunes, verbos fríos y
adjetivos ecuánimes.
En el camino, piezas sueltas. Nombres propios que ya no recuerdo; el final de una
biografía deja sitio para mucho olvido.
(De Motivos personales)
En las fotos me reconozco, en el poema me reflejo...
ResponderEliminarY en tu amistad disfruto, Chisme, que ya mismo nos vemos en las mejores condiciones posibles: tertulia, cervecita y amistad...
EliminarLos malos poemas tosen, José Luis, tienen la deferencia de advertirnos. A veces los paseamos un poco distraídos, pero ellos lo saben. Y tosen. Otras veces los verbos, los sustantivos y los adjetivos en empeñan en peleas interminables. Nada grave.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo querido poeta y aquí ando con toses leves y libros nuevos...Así que siempre con la esperanza de que la salud poética se fortalezca... nada grave.
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