ANDAMIOS DEL YO
En los estudios panorámicos sobre la lírica contemporánea, cada etapa
generacional –cumpla o no con las condiciones de grupo que definieran las
teorías de Ortega y Petersen- se hace cartografía habitable a través de las
voces más definitorias. Su inercia suele copar los análisis del
colectivo. Este método de trabajo deja al margen a los que se incorporan tarde
al fluir de la escritura, cuyo ajuste cronológico plantea un problema. Los
casos son frecuentes y llenan los márgenes de poetas-isla, de autores sin
contexto grupal. Así sucedió, por ejemplo, con Antonio Gamoneda, Gloria Fuertes o Francisca Aguirre, que recibió hace unos
meses el Premio Nacional de las Letras por la singularidad de su propuesta
versal. Algo similar sucede con Francisco Caro (Piedrabuena, 1947), quien fecha
la amanecida de su escritura en 2006 con la entrega Salvo de ti. Con ella avanza por una década de insólita
fertilidad creadora cuya última salida
es El oficio del hombre que
respira (2017), reconocida con el Premio Nacional de Poesía “Antonio
González de Lama”.
La compilación Este nueve de enero
acoge los poemas más conocidos, a juicio de sus compiladores, Davina Pazos,
Francisco García Marquina, José Luis Morales, Manuel Cortijo Rodríguez, Pedro
Antonio González Moreno y Rafael Soler. El recuento nace de forma especial y
merece la pena recordarlo: es una antología creada a espaldas del poeta, como
homenaje amical para celebrar el cumpleaños maduro. Quien tuviese la suerte de
asistir al evento, en el Café Comercial de Madrid, percibiría, como quien esto
escribe, la calidez de la efemérides y la interminable relación de amigos que
pusieron voz declamatoria al homenaje.
Las resonancias del afecto prosiguen en las composiciones. Francisco Caro
es un poeta de piel; por tanto, en su escritura tienden a confluir los trazos
biográficos y las reflexiones del sujeto poético. El poema aglutina atmósfera
sentimental y los pasos marcados de la
experiencia, “ahora que atraviesa / la edad en donde el pulso / de la sien es
más fértil / para la libertad, / para la pausa…”. Así se define en las
coordenadas argumentales. Comparten un ideario estético que busca magisterios
en la generación del 50. Ya se aprecia
en las composiciones más tempranas, en las que sobresale como núcleo de
exploración la segunda persona. Al modo de los cancioneros tradicionales, quien
canta el dardo amoroso hace suya una visión del mundo, un estado de ánimo en el
que el otro es lugar de acogida, encuentro y llegada: “tu voz, conmigo, sé /
que el silencio del mar es plenitud”.
Con frecuencia, el pasado es el discurrir natural del poema. Frente al
ahora, siempre condicionado por su estela de contingencia y fugacidad, el ayer
se percibe como un espacio cuajado de vivencias aurorales. En él perduran las
sensaciones existenciales que definen la infancia como un tapiz sin brumas; un
manantial de vida que deja en las palabras frescor y transparencia. Evocarlo no
exime de trazar una estela de leve melancolía, que ensombrece las palabras
inútiles: “El poema es quemarse –ha dicho- si no puedo / con la voz
ordenar / el mundo alrededor / de un fuego incierto”.
La
presencia cálida del intimismo avanza en el cauce del tiempo hacia un verso más
indagatorio, marcado por los contraluces del discurrir vital. Cada amanecida es
paradójica. Construye su arquitectura de sensaciones sobre los cimientos de la
contradicción. Quien vive yuxtapone búsquedas y sondeos, el veneno preciso de
la decepción, la verdad sospechada de lo transitorio, la suma de derrotas guardada en los rincones menos visibles: “hoy he vuelto a escuchar / su
zumbido y ya sé que son aquellas / que todo muere sé, que todo permanece, / que
soy el mismo miedo, que acaso soy el mismo”.
Al cauce central del temporalismo se adhieren otros sustratos temáticos,
entre los que se vislumbra el afán metaliterario, si cabe, con un deje irónico,
que resalta en la entrega Cuaderno de
Bocaccio, aparecida en 2010, el mismo año de Paisaje (en tercera persona). Se divaga sobre los aspectos
formales, la brevedad, el sentido comunicativo y dialogal de las palabras y esa
noción conceptual de la escritura como proyecto inacabado. El verso es conjetura que
resguarda la luz debajo de la dermis del sentido, sin tener que recurrir
a aderezos retóricos ni trucos de magia.
Defiendo que los versos figurativos amplifican el realismo
desde la sugerencia. El sujeto
verbal no emplea un realismo enunciativo, busca para la arquitectura del yo protagonista
andamios nuevos y anula marcas gastadas de etiquetas tópicas. Estamos ante una selección que
hace de la existencia un largo recorrido introspectivo, donde la identidad va
poblando el espejo con los trazos desvaídos de un yo cambiante, mientras el
tránsito diario dispersa las hojas desprendidas de los sueños, esos vulnerables
elementos de la condición de ser. Este
nuevo de enero afianza con brillantez la idea de que cada poeta, llegue
cuando llegue a las aceras de la literatura, construye el lugar propio, un
espacio singular, que confía en sus variaciones y reincidencias. Con voluntad de amanecida, el verso se hace
mediodía y rasga el aire. Proclama el afán del tacto en la espesura; se hace punzón: “Escribir
/ arañar el vacío”.
Así es amigo, si la poesía es palabra en el tiempo que dijera el poeta, qué importa cuál sea ese tiempo, sus aceras o su cauce? Lo esencial es lo que funda la palabra y el conocimiento que nos deja
ResponderEliminarAbrazos!!
Abrazos querido Luis, y en efecto qué sabia la definición conceptual de Antonio Machado, que también hiceran suya algunos poetas de la generación del 50. En ella encuentra Francisco Caro su venero natural, su cauce limpio. Un fuerte abrazo y como ves Lastura sigue sumando buenos libros; muy pronto el tuyo. Fuerte abrazo.
EliminarMuchas gracias por tu generosidad, José Luis. Un fuerte abrazo desde esta casa soleada que también es tuya. <3
ResponderEliminarQué alegría sentir que estos puentes de papel se hacen también comunes para seguir uniendo amistad y escritura, poesía y existencia. Así que solo queda celebrarlo como se merece, con un abrazo fuerte, con libros y palabras necesarias. Feliz jornada.
EliminarFeliz día a quien tan bien sabe hacer camino la palabra. Mi gratitud por esta lectura incitadora de lecturas. Y mi abrazo.
ResponderEliminarQuerido Francisco, no es difícil percibir la grata estancia en tus poemas, esa sensación de caminar por un puente de vivencias comunes, de palabras en vuelo, de amistad. Muy agradecido por "Este nueve de enero" que hace de tu poesía un paisaje abierto. Feliz jornada.
EliminarEnhorabuena, José Luís, por esa nueva luz sobre la poesía de nuestro querido Paco, cuyo camino intuyo va a tener aún estaciones muy felices. Un abrazo
ResponderEliminarUn fuerte abrazo y bienvenido a estos puentes de papel; sí, tienes razón, una antología como "Este nueve de enero" es un libro muy útil, porque es senda y balance de un itinerario en el tiempo. Y gracias también por tus palabras sobre mi lectura, coincido con Francisco Caro en ese ideario estético que nace en lo diáfano. Un abrazo de nuevo.
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