Defensa de las excepciones Andrés García Cerdán Premio de Poesía Hermanos Argensola 2018 Colección Visor de Poesía Madrid, 2018 |
DESTILACIÓN
Poeta, crítico, ensayista y profesor universitario, Andrés García Cerdán
(Fuenteálamo, Albacete, 1972) irrumpió en la escena literaria en 1992 con el
poemario Edad de hierba. Era un
tiempo de redefiniciones estéticas en el que un aserto crítico, la poesía de la
experiencia, daba fuelle a un grupo de poetas que hacía del ideario realista tendencia vertebradora. Pero más allá del perfil coral, los autores de
aquel momento abordaban respuestas individuales, entre la intuición y el
misterio, para reencontrarse con un discurso propio y personal, una escritura del yo dictada por parámetros singulares. Así fueron apareciendo las entregas Los nombres del enemigo (1997), La cuarta persona del singular (2002), Curvas (2009), Carmina (2012), La sangre (2014),
Barbarie (2015) y Puntos de no retorno (2017), casi todas
ellas empujadas a la edición por reconocidos certámenes literarios. Así llega Defensa de las excepciones, ganadora del
Premio de Poesía Hermanos Argensola 2018.
El atinado título de esta compilación de poemas reivindica lo insólito.
Enuncia el propósito de afrontar las inadvertidas grietas que se ocultan en el
suelo liso de lo previsible, como si ese quehacer sirviese de terapia e impulso
para hacer más enriquecedor el deambular y más alejado de la sociedad codificada y sin relieves del globalismo. En esa inmersión se van gestando los
trazos de un relato a trasmano, que abre la puerta al error: “Y me equivoco. /
Sí, una y otra vez, / cometo / faltas y errores. / Son cosas que se pueden
corregir / o hechos que no admiten reparación. / Cuando acaba el día, / son
míos: / en ellos / construyo mi refugio”.
Desde el poema inicial el sujeto poético adquiere una caracterización
cercana. Expresa con desnudez un estado de conciencia signado por la incertidumbre en el que
se entrelazan diversos ámbitos de la experiencia vital. El estar ubica en un
territorio de conflicto con los otros. Condena a reiterar los desapacibles
hábitos de lo rutinario que solo se rompen con una estrategia de
ensimismamiento, tras las lindes del propio yo.
En las relaciones con la incertidumbre el lenguaje se convierte en
claridad y empeño; es la manera más eficaz de conocer la estructura profunda
del ser y esos parámetros descifrables de espacio y tiempo. Germina en los
poemas una intensa vibración reflexiva. Sorprende la diversidad de los
detonantes argumentales: un recuerdo personal, el espacio urbano de una ciudad,
una palabra, el cálido homenaje a los nombres propios de una mitología epocal o
la contemplación demorada de un objeto expuesto en una vitrina, convertido en
mínima representación de un vacío pactado con el tiempo: “A un manojo de plumas
y de huesos / se reduce la gracia de este halcón / expuesto en la vitrina. / El
escáner revela / su insistencia en la nada. “
El poema homónimo “Defensa de las excepciones” refleja un heterogéneo
repertorio cultural, que es otra característica del poemario. La presencia
fuerte de la tradición literaria convive con iconos cinematográficos y con la
voz emotiva de un intimismo desplegado en el tiempo. Así avanza el poema, como
avanza en la sed un largo sorbo, anunciando una aurora que despliega
sensaciones y sueños, la tibieza de una posibilidad, la forma alta y visible de
la fruta en el árbol. También resulta clarificadora la composición “La
decadencia” como balance del periplo vital. El sumar pasos conlleva un
innegable desgaste físico, pero también una erosión interna de creencias,
valores y actitudes: “Aquello que llamabas libertad / no es sino vacío e
ineptitud. / Ya no hay nada de aquel que fuiste / y pretendía dar la vuelta al
mundo”
La poesía es el empeño de ver más lejos y más profundo. La tarea de
constatar desde el lenguaje que los poemas son sendas nunca holladas. de ese
propósito participa Defensa de las
excepciones que Andrés García Cerdán define como una llamada a la
disidencia y a la rebelión espiritual. Ya no es tiempo de esas ideologías de
perfiles perfectos y moldes impolutos. La conciencia es solo exploración y
tanteo, el convencimiento de que en la orfandad de ser hay que hacer algo, sin
atenerse mucho a las razones, trazar las coordenadas de un umbral, un paraíso
mínimo en el que sea posible la excepción.
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