lunes, 29 de abril de 2019

MIGUEL ÁNGEL ARCAS. LOS TRES PIES DEL GATO

Los tres pies del gato
Miguel Ángel Arcas
Prólogo de Carlos Marzal
Ediciones Trea, Aforismo
Somonte Cenedo, Gijón, Asturias, 2019



VIVIR AL PASO



  En el afianzamiento y divulgación del aforismo como género de plena vigencia, es de justicia reconocer la geografía participativa de Miguel Ángel Arcas (Granada, 1956) como impulsor de la editorial  Los Cuadernos del Vigía y creador del Premio internacional de aforismos inéditos José Bergamín. Este relato se completa con un notable trayecto creador que aglutina las entregas Los sueños del realista, reconocida con el Premio Nacional de poesía Miguel Hernández en 1998, El Baile (2002), Llueve horizontal, ganador del XXII Premio de Poesía Ciudad de Córdoba “Ricardo Molina” en 2016 y Alevosía, conjunto aparecido en 2016. Tan apreciable floración  poética convive, sin criterios de oposición, con una sostenida dedicación aforística que integra tres salidas, Aforemas (2004), Más realidad (2012) y la entrega aparecida en 2019, Los tres pies del gato. Son exploraciones del decir breve donde,  sin altisonancias ni moralinas, el escritor da voz al aforema, una cata reflexiva que hace de sujeto y entorno un marco natural de circunvoluciones para el pensamiento.
  Este rótulo conceptual, “aforema”, esboza el sustrato del aforismo como un material híbrido que aglutina poesía, pensamiento y filosofía en la concisa fugacidad de su percepción. La voz formula su deambular discursivo con la veracidad de tono de lo confesional; quien habla lo hace desde la dicción transparente  de un idioma comunicativo, dispuesto a la confidencia. Es un interlocutor que ocupa la distancia corta del diálogo, un espectador del ahora que entrelaza la historia subjetiva del personaje y un contexto social, como telón de fondo dispuesto a la representación.
  De estos rasgos da cuenta en el prólogo Carlos Marzal. Es una introducción tendida entre las pinzas amistosas del confesionalismo biográfico y la experiencia de una literatura que ha hecho de lo fragmentario una manera de mirar las cosas; Marzal descree del dogma para poner el paso en las construcciones imaginativas de lo real. De este modo su umbral nos deja en el cauce estético de Arcas que anticipa una cita de Elizabeth Bishop: “Es como imaginamos el conocimiento: oscuro, salado, claro, móvil, plenamente libre…”. Desde esta diversidad ensancha límites la retórica minimalista del texto, siempre con una visión crítica despojada, que abre una larga vigilia reflexiva: “No es pensar en silencio, sino pensar desde el silencio”; “La verdad: una luz partida en dos oscuridades”; “La boca del silencio no siempre está cerrada”; “El olvido es una geografía de la que no existen mapas”.
   El aforismo no obedece a una cartografía previsible. Deambula. Tantea. Busca formulaciones de la incertidumbre; se hace camino y regreso y guarda en los espejos esa imagen mudable del sujeto que bracea en lo existencial. Así van escribiéndose los destellos reflexivos de un tiempo de nubes y claros, de melancolía y extrañeza. Así se va confeccionando el autorretrato de un sujeto vuelto sobre si mismo, en cuyos rasgos siempre encuentra sitio la extrañeza, esa pausada conversación sobre el silencio que bracea a contracorriente, que pugna por hacer sitio en el sillón de lo diario a la elocuencia del silencio, al rumor que dejan en el discurrir los tres pies del gato.




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