Llama de luna (Haikus 2015-2018) Ricardo Virtanen Prólogo de Susana Benet Editorial Polibea, Colección Pasión de lo breve Madrid, 2021 |
LOS PIES MOJADOS
Llama de luna (haikus 2015-2018) es
la cuarta entrega dedicada al haiku de Ricardo Virtanen, Doctor en Filología
Hispánica, Profesor de la Universidad Complutense de Madrid, poeta, ensayista
de largo recorrido, narrador, aforista, antólogo y músico. Una sensibilidad que
lleva inscrita en su voluntad de ser la diversidad, la aceptación de una
escritura plural y tiene los pies mojados en una marea estética de conocimiento
y búsqueda, articulada en géneros complementarios, desde una estética proteica.
Un quehacer que exhibe una encrucijada de escrituras, siempre desde un designio
poético expandido en vivencias e indagaciones.
La apertura “una breve llama que
alumbra la existencia” está redactada por la poeta y artista plástica Susana
Benet, personalidad creadora de sólida reputación en el cultivo del haiku, del
que ha dejado entregas referenciales en el centro del mapa poético
contemporáneo. La escritora opta por asociar el aporte textual del madrileño
con la música y la armonía, con la búsqueda de un tono adecuado que fije en
caracteres atractivos el pentagrama de la observación. Recuerda también el
trayecto recorrido con las entregas La
sed provocadora (2006), Sol de
hogueras (2010) y Nieve sobre nieve (2017).
El título, tan cercano en su paronimia al recuerdo musical de la sonata para
piano de Ludwing van Beethoven o al romántico Claro de Luna becqueriano, en
palabras del poeta recordadas por Benet: “alumbra lo necesario para que nuestra
existencia merezca la pena”. Cierra el pórtico con un análisis pormenorizado de
la estructura orgánica del material poético, que contiene tres tramos de
contenido yuxtapuesto, sin giros ni quiebras expresivas.
El primero “En la intemperie” sugiere
despojamiento y desnudez, la percepción del entorno con un aura de amanecida:
“Tiembla la luz / frente al color morado del crisantemo.”, “Niebla primera /
del año y nada ocurre / tras la ventana”, “El bosque rojo. / Las llamas
iluminan / un cielo inmenso”, “Tras la montaña / han nacido las sombras / del
nuevo día”. El apartado aborda sin pausa sensaciones sensoriales que abren una
cadencia reflexiva en el fluir sosegado del pensamiento. La conexión con el
entorno recuerda un puente que cruzamos hacia la serenidad, que deja constancia
de la mínima presencia de lo cotidiano, de esa intemperie que requiere refugio
en la casa abierta de la percepción, sin acción escénica con ese asombro
constante que nos hace vulnerables y desnudos, espectadores de la sombra y la
luz. El
haiku es una búsqueda de lo intemporal, una estrategia que permite transcender
lo real y conducirnos a otras dimensiones que amplían los espacios argumentales.
En “Pura tibieza”, como reafirma Susana Benet, aflora el agua fresca de los
sentimientos. La mirada se interioriza y promueve un retorno a la
introspección: “Nada se mueve / bajo la noche oscura. / Solo unos ojos”. La
luna se hace elemento esencial de la sugerencia simbólica: “No te distraiga /
la imagen de la luna / mientras la besas”; “¿Sangra la luna / o son mis ojos
que / aún la recuerdan”. Al mismo tiempo, se refuerza la contemplación del
paisaje como suma de humildes teselas que se aposan en el interior de la
mirada: “Nunca la nieve / cerca del corazón. Llama de nadie”.
La breve coda final “Llama de nadie” requiere una breve digresión por su
discordante molde formal. En el arte poética del haiku, todavía es poco
conocido el haiku de ritmo libre, que encontró alturas singulares en voces como
la de Taneda Santoka (1882-1940) y que se apoya en una genealogía que integra a
Masaoka Shiki y Ozaki Hosai. Este haiku proclama el valor de la sinceridad y
surge de un impulso modernizador de la estrofa que alienta poéticas personales,
aunque compartiendo la idea del poema como instantánea de lo cotidiano. Estas notas
se perciben en el tercer tramo “Llama de nadie”. El haiku rompe su estructura
canónica para apresar la idea, la sensación, la vivencia o el cauce interno de
la decepción. Prevalece el empeño de fijar instantes y sensaciones: “Aquellas
fuentes / dan de beber al aire”; “La luna alumbra / más allá de los sueños.”;
“No sabe el grillo / que lo escucho en silencio”; “El sol en la retama. /
Helado el corazón”.
Llama de luna tiene en su
apariencia el encanto de lo sencillo; pero sus páginas cobijan el pulso
tensional de la belleza. Sus textos nos dejan la voz de Ricardo Virtanen, esa
celebración existencial de quien se reconoce en las cosas y cristaliza su
mínima presencia en el discurrir de su indagación existencial, con la sabia
sintaxis de la palabra exacta, con el cálido temblor de la belleza.
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