miércoles, 1 de diciembre de 2021

RICARDO VIRTANEN. LLAMA DE LUNA (Haikus 2015-2018)

Llama de luna
(Haikus 2015-2018)
Ricardo Virtanen
Prólogo de Susana Benet
Editorial Polibea, Colección Pasión de lo breve

Madrid, 2021


LOS PIES MOJADOS

   A despecho del negacionismo, que todavía considera la pulsión poética del haiku como un escaparate de literatura periférica, algunos autores mantienen un compromiso ético y estético con el trío versal y han reforzado su cultivo en el tiempo. Entienden el molde formal y su semántica con propuestas cognitivas de captación de lo verdadero. Hacen del haiku un camino que revela en su trayecto por el discurrir temporal el ser trascendido de la realidad y asumen la preocupación e interés por la contemplación, velando el individualismo y la indagación introspectiva que convierte al yo en un espacio antropológico. 
   Llama de luna (haikus 2015-2018) es la cuarta entrega dedicada al haiku de Ricardo Virtanen, Doctor en Filología Hispánica, Profesor de la Universidad Complutense de Madrid, poeta, ensayista de largo recorrido, narrador, aforista, antólogo y músico. Una sensibilidad que lleva inscrita en su voluntad de ser la diversidad, la aceptación de una escritura plural y tiene los pies mojados en una marea estética de conocimiento y búsqueda, articulada en géneros complementarios, desde una estética proteica. Un quehacer que exhibe una encrucijada de escrituras, siempre desde un designio poético expandido en vivencias e indagaciones.
   La apertura “una breve  llama que alumbra la existencia” está redactada por la poeta y artista plástica Susana Benet, personalidad creadora de sólida reputación en el cultivo del haiku, del que ha dejado entregas referenciales en el centro del mapa poético contemporáneo. La escritora opta por asociar el aporte textual del madrileño con la música y la armonía, con la búsqueda de un tono adecuado que fije en caracteres atractivos el pentagrama de la observación. Recuerda también el trayecto recorrido con las entregas La sed provocadora (2006), Sol de hogueras (2010) y Nieve sobre nieve (2017). El título, tan cercano en su paronimia al recuerdo musical de la sonata para piano de Ludwing van Beethoven o al romántico Claro de Luna becqueriano, en palabras del poeta recordadas por Benet: “alumbra lo necesario para que nuestra existencia merezca la pena”. Cierra el pórtico con un análisis pormenorizado de la estructura orgánica del material poético, que contiene tres tramos de contenido yuxtapuesto, sin giros ni quiebras expresivas.
  El primero “En la intemperie” sugiere despojamiento y desnudez, la percepción del entorno con un aura de amanecida: “Tiembla la luz / frente al color morado del crisantemo.”, “Niebla primera / del año y nada ocurre / tras la ventana”, “El bosque rojo. / Las llamas iluminan / un cielo inmenso”, “Tras la montaña / han nacido las sombras / del nuevo día”. El apartado aborda sin pausa sensaciones sensoriales que abren una cadencia reflexiva en el fluir sosegado del pensamiento. La conexión con el entorno recuerda un puente que cruzamos hacia la serenidad, que deja constancia de la mínima presencia de lo cotidiano, de esa intemperie que requiere refugio en la casa abierta de la percepción, sin acción escénica con ese asombro constante que nos hace vulnerables y desnudos, espectadores de la sombra y la luz.  El haiku es una búsqueda de lo intemporal, una estrategia que permite transcender lo real y conducirnos a otras dimensiones que amplían los espacios argumentales.
   En “Pura tibieza”, como reafirma Susana Benet, aflora el agua fresca de los sentimientos. La mirada se interioriza y promueve un retorno a la introspección: “Nada se mueve / bajo la noche oscura. / Solo unos ojos”. La luna se hace elemento esencial de la sugerencia simbólica: “No te distraiga / la imagen de la luna / mientras la besas”; “¿Sangra la luna / o son mis ojos que / aún la recuerdan”. Al mismo tiempo, se refuerza la contemplación del paisaje como suma de humildes teselas que se aposan en el interior de la mirada: “Nunca la nieve / cerca del corazón. Llama de nadie”. 
  La breve coda final “Llama de nadie” requiere una breve digresión por su discordante molde formal. En el arte poética del haiku, todavía es poco conocido el haiku de ritmo libre, que encontró alturas singulares en voces como la de Taneda Santoka (1882-1940) y que se apoya en una genealogía que integra a Masaoka Shiki y Ozaki Hosai. Este haiku proclama el valor de la sinceridad y surge de un impulso modernizador de la estrofa que alienta poéticas personales, aunque compartiendo la idea del poema como instantánea de lo cotidiano. Estas notas se perciben en el tercer tramo “Llama de nadie”. El haiku rompe su estructura canónica para apresar la idea, la sensación, la vivencia o el cauce interno de la decepción. Prevalece el empeño de fijar instantes y sensaciones: “Aquellas fuentes / dan de beber al aire”; “La luna alumbra / más allá de los sueños.”; “No sabe el grillo / que lo escucho en silencio”; “El sol en la retama. / Helado el corazón”.
  Llama de luna tiene en su apariencia el encanto de lo sencillo; pero sus páginas cobijan el pulso tensional de la belleza. Sus textos nos dejan la voz de Ricardo Virtanen, esa celebración existencial de quien se reconoce en las cosas y cristaliza su mínima presencia en el discurrir de su indagación existencial, con la sabia sintaxis de la palabra exacta, con el cálido temblor de la belleza.

JOSÉ LUIS MORANTE


 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

    

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