Mundo intermedio Javier Sánchez Menéndez Ediciones Trea, Aforismo Somonte-Cenero, Gijón, Asturias, 2021 |
POR LA MIRILLA
El deslumbrante ascenso del aforismo al primer plano de los géneros
literarios, en el tramo inicial del siglo XXI, tiene en Javier Sánchez Menéndez
(Puerto Real, Cádiz, 1964) un responsable principal y directo por su triple
activismo como editor de La Isla de Siltolá, estudioso del género y cultivador
del decir breve, con cuatro entregas hasta la fecha, Artilugios (2017), La alegría
de lo imperfecto (2017), Concepto (2019)
y Ética para mediocres (2020). Esta
continua fluencia concede a su itinerario creador una solidez perdurable que
añade al esquema constructivo del aforismo la nueva entrega Mundo intermedio.
El laconismo breve y concentrado de esta compilación elige para su
pórtico paratextual las citas de tres autores de marcado contexto: el narrador
Jesús Ferrero, Lichtenberg, vértice fuerte del canon fragmentario, y W. H.
Auden, poeta y ensayista empeñado en capturar la esencia del pensamiento
poético con la brújula firme de la razón, siempre lejos del concepto romántico
de arrebato fulgurante e inspiración.
También la lógica es elemento esencial en las codificaciones lacónicas
de Javier Sánchez Menéndez, que organiza su entrega en cajones abiertos que
denomina cuadernos. El primero toma la palabra desde la distancia irónica de
Ambrose Bierce, quien diluyó la voz confidencial entre estratos de sarcasmo e
ironía. Nace así un conjunto textual que asienta su eficacia exploratoria en la
indagación profunda del fluir del pensamiento. El dinamismo expresa la
convicción de que nada de lo percibido es dogma sino requisitoria temporal. Al
cabo: “Todas las verdades nos resultan elocuentes en el inicio de su necesidad.
Después pierden eficacia”. Los textos constituyen una amalgama heterogénea de
asuntos que despliega una fuerte mirada crítica ante el yo colectivo. El afán
expansivo del yo para colonizar el entorno social con su vanidad, el incansable
despliegue de sombras de la política en las aceras de lo cotidiano, o la
pérdida de referentes culturales y educativos provocan una percepción
crepuscular de nuestro tiempo.
El
avance de Mundo intermedio muestra un
sólido espacio de intereses. Como aportes complementarios, los cuadernos
comparten la misma sensibilidad creadora. No hay quiebros ni rupturas. Solo
asentamiento de una postura crítica que propicia el cuestionamiento de lo
subjetivo y la fragilidad de construcciones semánticas colectivas (lo que se ha
dado en llamar “lo políticamente correcto”): “El honorable gobernante, el
honorable empresario, el honorable familiar. Acatamos las normas como las
moscas sobre un plato vacío”. También un escepticismo pujante, que bordea los
acantilados del nihilismo: “El suicidio es un regalo para la muerte. Es una
muerte dulce”, “Censurar es la asquerosidad de eliminar la existencia de los
otros imponiendo la propia debilidad.”, “Extrañas situaciones que resultan
insoportables. Vivir y amar”.
La pujanza de lo paradójico condensa una situación de conflicto que
convierte el devenir existencial en un tanteo de decisiones al paso, donde las
certezas callan, hablan al oído y solo permiten percibir los destellos escuetos de la luz por la mirilla:
“La vida es un pasaje sin retorno donde el futuro es el presente y el pasado
también es el presente”, “La aurora despierta cada día para volver a dormir”,
“Todos los estúpidos siguen pensando que algún día serán inteligentes”.
La conciencia reconoce desde la extrañeza: “Todas las definiciones son
limitadas”, “Responder con una pregunta, dudar con otra, vivir con cientos de
dudas”. Busca entender la caligrafía ilegible de lo cotidiano y postula las
posibles interpretaciones. Sabe que, con frecuencia, se engaña a sí misma y
soporta los espejismos del entendimiento, esas desconcertantes situaciones en las que
somos protagonistas secundarios.
Javier Sánchez Menéndez clausura la entrega con dos apartados muy
breves, “Mundo intermedio” y “Estado principal del orden”. Ambos muestran un
fuerte epitelio reflexivo en torno al vacío y la aniquilación, como leyes de la
naturaleza de indeclinable cumplimiento: “Dominar nuestros sentidos, sin dejar
que aparezca el vacío es secar el río y apagar la luz”. Desde esa
clarividencia, pactada con el sosiego, el poeta y ensayista hace de la dicción
lacónica una estrategia de filosofía vital, un manual de silencios en el que la
contemplación abre los ojos con la ilusión de creer, con la esperanza de que
“Todo aquello que no puede contemplarse puede soñarse”.
JOSÉ LUIS MORANTE
Sin conocer a ninguno de los autores mencionados, me detengo en la reflexión que sus obras producen y que recoge José Luis Morante en este jugoso trabajo. Y digo jugoso porque es como masticar una fruta cuyo sabor queremos conservar. La poesía, como la acción del hombre, se amolda a una realidad cuyas esencias nunca logramos descubrir del todo en su esencia, sino en los que nos la venden como mercancía. Y uno mismo al escribir va modificando la manera de acercarse o interpretar aquello que nos rodea y limita. Porque la palabra escueta pareciera ya no tener capacidad para a atrapar lo inatrapable. Y sin duda los opuestos siempre nos han de servir como gigantesca exclamación con la que pretendemos que alguien escuche. Valga esta nota que acomete, sin absolución, lo mismo. Porque pretendo hablar desde la intuición. Y porque el texto de JLM es lo suficientemente atractivo para que yo me atreviera a hablar sobre aquello que no domino. Y debo agradecerlo.
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