domingo, 2 de enero de 2022

RAFAEL SOLER. LAS RAZONES DEL HOMBRE DELGADO

Las razones del hombre delgado
Rafael Soler
Editorial Nueva York Poetry Press
Colección Pared Contigua
Nueva York, USA, 2021

 

DESHABITAR LA PIEL


  
   Como puntos estratégicos de su caligrafía poética, las antologías Leer después de quemar (2019) y Vivir es un asunto personal (2021) desvelaban la escritura proteica y radical de Rafael Soler (Valencia, 1947), poeta y protagonista de un largo trayecto en prosa, compuesto por media docena de ficciones narrativas largas y dos compilaciones de relatos. Ambos libros recogían toda la producción del autor, desde su primer horizonte lírico Los sitios interiores (1980) hasta Las razones del hombre delgado, cuyas composiciones se publicaban como generoso anticipo.
   Solo ahora, en 2021, Las razones del hombre delgado amanece como libro exento, con leve pórtico reflexivo y con sugerente entrelazado de miradas críticas en el epílogo y contraportada, que aglutina esenciales impresiones de relevantes presencias literarias hispanoamericanas. Todos los invitados coinciden en resaltar la capacidad expansiva de un verbo cuya razón trasciende contradicciones y contingencias para mudar en símbolo e invocación, que arropa la caligrafía intimista del poema con el epitelio de un manifiesto vital, autobiográfico.
  El epígrafe Las razones de un hombre delgado parece elegir como mirador del poema la brújula intemporal de la lógica. Si el sino es una senda oscura, si el mundo está ahí, cerca, definido, dispuesto al argumento meticuloso, es necesario buscar la esencia de su verdad. Hay que practicar la rutina de salir al día, aunque estemos de paso y seamos vulnerables pasajeros de un corto deambular.  La sección de apertura “Ensayo general con vestuario” parte de la observación del entorno. Enuncia una suma de elementos aparentemente desconectados que hacen del desconcierto vértice conclusivo de la identidad. La soledad se abre como un pozo negro que consume cualquier esperanza y constata esa condición perecedera que hace de cada instante eternidad. Somos parte de “El Reino de los Leves”, como ratifica con título conciso el segundo apartado del libro. Con un torrente de imágenes de fuerte densidad, Rafael Soler impregna el lance verbal con una exploración indagatoria de la conciencia. Las palabras clarifican y salvan, enuncian esperanzas, fortalecen el escepticismo ante la sombría finitud.
   El sustrato autobiográfico es esencial; para evitar patetismos el escritor distancia los asuntos desde un yo desdoblado para que las composiciones recorran itinerarios por núcleos temáticos sombríos. Desde el cordón umbilical de la experiencia se dibujan la enfermedad, el entorno hospitalario, la marmórea situación de derrota y angustia y el frío callejón de un tiempo sin tiempo que conduce al derrumbe.
  Con fuerte coherencia interna cada apartado añade circunvoluciones reflexivas al encuentro del yo poético con su estar transitorio y sus derivas. En “Para fundar una distancia” se conforma un fragmentado soliloquio, como “una oración que acerca al finado a su cornisa”. Con ese paisaje en el horizonte de la sombra se hace un largo inventario del deterioro existencial de quien vive a solas con la dieta atroz de su despojamiento. Al cabo: “Perder es la manera / de adquirir en soledad una certeza”.
   La voz que habita los poemas cambia de perspectiva; así, el subapartado “de tu balcón al mío” es la voz femenina quien ratifica su dimensión de frío y soledad, como si el internamiento hospitalario hubiera provocado una ruptura de hábitos y confidencias diarias. Mientras que la sección final, “Morir para contarlo”, con verbo paradójico,  concede la palabra al recuerdo admonitorio de una identidad que ya es ceniza y frío, consumación ineludible del polvo. Las palabras toman conciencia plena de la finitud, se hacen balance oscuro, mientras la muerte espera, cumplida, satisfecha, con la mano tendida un paso más allá de donde no hay regreso.   
  En la estela poética de Las razones del hombre delgado hay un continuo moldear de materiales expresivos. Los enunciados se distorsionan. Se hace evidente el sesgo acumulativo de imágenes y símbolos. El fluir versal aleja su propósito comunicativo para dar amanecida a otros sentidos que exigen la decodificación de significantes. Como en la escritura de César Vallejo, por citar un referente próximo del poeta, los poemas se agitan, asoman al vértigo de la incertidumbre, recuerdan que el discurrir del lenguaje es siempre exilio y fuga, como sucede en la misma existencia del sujeto. El resultado es evidente; Rafael Soler firma en Las razones del hombre delgado su definitiva madurez, una plena manifestación de asombros, el más alto vuelo de su escritura.
 
JOSÉ LUIS MORANTE
 
 


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