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lunes, 3 de marzo de 2025

EMILIO LÓPEZ MEDINA. ORIGEN Y RAZÓN DEL AFORISMO

Origen y razón del aforismo
Emilio López Medina
Nota prologal de José Luis Trullo
Cypress Cultura
Sevilla, 2025

SONDEOS


   La consolidación del aforismo, como género relevante del espacio literario actual, ha superado cualquier sensación de contingencia. La estrategia expresiva se muestra con insólita claridad. Lo aseveran algunos hechos objetivos tales como el número de publicaciones y la extensa nómina de practicantes que cultiva el formato breve. Un ejemplo más del saludable estar del laconismo es el nacimiento de una nueva colección, impulsada por el aforista y editor José Luis Trullo, destinada a plantear un enriquecimiento conceptual del género y nuevas reflexiones teóricas sobre sus coordenadas estéticas.
   La colección se abre con la entrega Origen y razón del aforismo de Emilio López Medina (Jódar, Jaén, 1946), licenciado en Filosofía por la Universidad de Valencia y doctor por la de Granada que ha impartido clases durante años como profesor titular, en la Universidad de Jaén. La conciencia vigilante del autor se bifurca desde hace muchos años como creador e investigador. Ambas facetas mantienen un largo caminar en el tiempo. La producción acerca un colmado balance con títulos como El arte jovial (2017), Del amor y todo lo que le es propio (2018), La verdad de la belleza  (2021), El mundo que se abre (2023) y el proyecto Las siete bestias, una heptalogía en curso de publicación. El quehacer integra además libros monográficos sobre la vejez, el sentimiento amoroso, la conciencia artística y otros ejes meditativos como el enfoque metaliterario. El aforismo retorna sobre sí ante el mirador abierto de la razón  para explorar otros territorios conceptuales, como la belleza, la ética, el entorno colectivo de la sociedad y la filosofía.
   Origen y razón del aforismo, que cuenta con una breve nota del editor comentando las características de la colección y el planteamiento argumental de las primeras entregas, estructura su brevedad en torno a tres apartados referenciales: origen y balance histórico del aforismo, claves de la razón aforística y una compilación de textos sobre el destello lacónico y su persistente cercanía a la introspección filosófica. El escritor concede al libro un claro sentido didáctico; hace de cada tramo un recorrido al paso de claridad y conocimiento que nunca pierde su textura de cercanía.
  Para el escritor, la raíz del aforismo está ligada a la filosofía de los presocráticos (VII-VI a. J. C.).  El decir sentencioso comienza con sentencias de naturaleza ética, e independientes de la religión. El género se va transformando en el tiempo y amplía su cuerpo semántico hasta definirse como un pensamiento breve y completo, de fondo filosófico y precisa estructura. La inquietud investigadora de Emilio López Medina explora después las claves de la razón aforística y su consistencia etimológica. Para el filósofo el aforismo plantea un conocimiento estructurado de la realidad desde el logos; un propósito que abre un largo camino de conocimiento donde el aforismo adquiere formulación literaria a partir de la experiencia de la realidad y la razón deductiva.
   El cierre de Origen y razón del aforismo condensa una breve selección de pensamientos breves que añade matices sobre las conexiones entre el aforismo y la filosofía. El aforismo profundiza y plantea la cosmovisión reflexiva de la conciencia convertida, a juicio de Emilio López Medina en caja de resonancia del mundo, siempre espacio indefinido de voluntad y representación, y la naturaleza humana. 



JOSÉ LUIS MORANTE



jueves, 29 de febrero de 2024

EMILIO LÓPEZ MEDINA. LUEGO SERÁS MEJOR QUE JOVEN

Luego serás mejor que joven
99 pensamientos sobre la vejez
Emilio López Medina
Apeadero de Aforistas
Sevilla, 2024

 

LLEGAR A SER LO QUE ERES


   El lento desplazarse de los días adquiere con el paso de los años un ritmo insólito, como si la conciencia del yo percibiera en la esquina la cercanía de la meta. Esta sensación no debe, en ningún caso, poner sombras en nuestra percepción de las cosas. La conciencia vigilante debe habitar lo diario vestida con una perenne disposición al asombro. Emilio López Medina está, como yo mismo, en ese caminar indeciso que se acerca a la mano del invierno y reúne en la entrega Luego serás mejor que joven el balance reflexivo de noventa y nueve pensamientos sobre la vejez, etapa crepuscular que nos lleva hacia la última costa.
    Siempre atento a los ejes meditativos de la vida, el filósofo y aforista se busca a sí mismo en el espacio quebradizo del discurrir. A la luz del pensamiento, explora efectos y trata de comprender o asumir las consecuencias con el mirador abierto de la razón. La sensibilidad de los textos elige el enunciado filosófico de cuño existencial, más que el aforismo normativo que busca el destello efectista en su formulación lacónica. Como si fuese el reflejo invertido de la juventud, la vejez sustituye la lozanía fisiológica por la introspección mental. EL escritor contrapone ambas etapas del existir, no desde la estridencia de la confrontación sino desde la armonía de lo complementario. Juventud y vejez dialogan y argumentan; incardinan un diálogo que hace de cada etapa un puente a transitar, un recorrido al paso de claridad y conocimiento que nunca pierde su textura emotiva. El árbol se busca en la raíz y el entusiasmo juvenil emprende un largo viaje con destino desconocido. La inquietud del periplo va cambiando de manera sutil la forma de mirar el entorno: la prisa se sosiega y el afán de acaparar se mitiga y tiende al despojamiento. Como asevera el filósofo: “Llega un momento en que la comprensión-que sube- y el interés- que baja- se encuentran. Es el momento de inflexión a partir del cual comienza a comprenderse todo y a no interesar nada”.
   Asumir la nueva realidad libera de dos infecciones frecuentes en esta edad: la decepción y el nihilismo: la primera nace de la negación del ideal, de la tendencia a sobredimensionar las esperanzas y posibilidades de lo real; el nihilismo es una proyección del ánimo pesimista. Condensa sombras. De los garabatos de ambas actitudes emanan daguerrotipos de tinta negra que alimentan el ensimismamiento y la huida interior. Para la supervivencia del ánimo, hay que desterrar cualquier compasión y fortalecer los músculos de la conciencia. El nuevo amanecer vital sugiere que para existir hay que seleccionar aspiraciones, ahondar en lo que permanece, profundizar en experiencia y sabiduría y en el conocimiento de la naturaleza humana. Los años reclaman sus hipotecas y carencias; susurran al oído que “La vida en ellos ya no está montada sobre el entusiasmo (…) sino sobre la supervivencia”.
  Con una dicción confidencial y cercana, los textos de Luego serás mejor que joven de Emilio López Medina conforman una recapitulación sobre la individualidad, cuajada de paradojas e inflexiones. No es posible el regreso, pero sí la alianza feliz con el pasado que ofrece la memoria. Tras el difuso territorio de la evocación todavía somos otros. Y son otros también hechos y sentimientos, libres de la arqueología cansada de la inmediatez. En el entrelazado entre pretérito, ahora y porvenir es un afán complejo llegar a ser lo que somos. Con la fidelidad de la coherencia, acumular años es una reivindicación del camino como aprendizaje. También del empeño de preservar ese niño interior al que le blanquea el cabello. Son hermosas ocupaciones para nuestros recursos filosóficos. Emilio López Medina conoce bien esa luz misteriosa que alumbra el intimismo de las ideas y su voluntad de búsqueda. Tal vez por ello, sus esquejes mentales tienden poco a la queja. Prefieren poner distancias y calmar la persecución incesante de fines inaccesibles. Quedan los recuerdos. Regresan y convulsionan la sensibilidad, alojan sus indicios en el cauce ensimismado del presente con la caricia del sol a mediodía. Perduran con la voz introspectiva de la memoria en pie. Mientras, con franqueza sutil y pensativa, el tiempo nos descubre que la música de fondo es olvido y silencio, y que es deseable no desafinar en la partitura del presente, ese canto del gallo que se empeña en prolongar a solas el último concierto.
 

 JOSÉ LUIS MORANTE




miércoles, 7 de junio de 2023

EMILIO LÓPEZ MEDINA. LA SOLEDAD

La soledad
(Las siete bestias, V)
Emilio López Medina
Coedición de Apeadero de Aforistas y Thémata Editorial
Colección Gnomon
Sevilla, 2023
 

PERTENENCIAS


   Sólo unos pocos meses separan la publicación de El mundo que se abre, breve compilación de una centena de aforismos sobre filosofía, de Emilio López Medina (Jódar, Jaén, 1949), de La soledad, quinta entrega del proyecto filosófico Las siete bestias, tratado en torno a los asuntos centrales de la existencia que emplea el laconismo y el decir breve como esteros reflexivos. De este modo, el texto conciso moldea argumentos donde el hablante verbal se focaliza a sí mismo como persistente núcleo temático. Así han ido apareciendo entregas escalonadas sobre la ignorancia, la ambición, la diversión y el sexo. Son espacios indagatorios de hondura que interpretan el mundo a través de la meditada arquitectura expresiva del aforismo y los destellos del pensamiento fragmentario.
  La dimensión de La soledad ubica en primer plano los efectos del desamor y la ruptura de la convivencia de pareja. Aislado en sí mismo y con una autoestima de baja estatura, el yo se confina en el silencio frío del espejo y hace de la lejanía de los otros su estado natural. La palabra ya no es centro de gravedad, ni se hace viaje hacia el intimismo del sujeto ajeno o cauta medida de emociones y pensamientos. Es un estado nuevo, una catástrofe doméstica donde corresponde superar la desorientación y buscar referencias que conecten la existencia personal y el entorno cotidiano. La cosmovisión subjetiva abre puerta a las dudas. El mismo cuerpo parece recubrir su dermis de extrañeza. Somos otros y cada gesto adquiere carácter introspectivo mientras cristaliza un marco de representación complejo y saturado por la decepción. La amanecida del solitario conecta con un poblado escenario de variantes, donde esperanzas y posibilidades caminan de espaldas. Se expande una continua sensación de naufragio: “Cada cual es un navegante solitario en una frágil barca en mitad de la noche…”. Y es preciso buscar coordenadas y destino, indicadores que hagan posible la llegada a otro andén habitable. Todo el apartado inicial “Del otro y su palabra” es una exploración de la convivencia como sinfonía de matices y de fragilidades. Estar juntos crea un espacio vertical que, cuando se hace ruinas, deja al hombre en otra dimensión de la realidad. Se hace fuerte la falta de sentido de la existencia y la necesidad de buscar un refugio interior, ajeno a los dictados del sentimiento.
  Desde Anaximandro, en el pensamiento filosófico clásico, la semántica de mundo designaba una multiplicidad ordenada y cambiante; equivalía a la noción de realidad como entorno que sirve de voluntad y escenario al discurrir existencial del yo colectivo. Emilio López Medida denomina el segundo conjunto textual “Del mundo” y en él se incorporan las reflexiones metaliterarias de la palabra rota, el silencio, como realidad sin palabras y la figura del solitario, ejemplo de contrastes, que hace del sí mismo una oscura presencia social. No hay un cambio de orientación en el lacónico discurrir del pensamiento; se muestra un mundo interior que zarandean los vientos emotivos y las coyunturas temporales que cobran la apariencia de hechos irreversibles. Son coordenadas azarosas que dejan tras de sí consecuencias directas como el odio, la soledad, el arrepentimiento, la culpa o la voluble empatía hacia los que conforman la periferia del yo.
   Para Emilio López Medina el mundo supone “No un conocimiento, sino una percepción: esto es la vida. No sólo el mundo no sería si no se viera, sino que además ni siquiera es lo que se ve: el mundo es el hecho de verlo. Lo veo, luego existe.”. Gran interés reflexivo para entender el apartado tiene otra tesela: “El mundo para el hombre contemplativo es un libro que está ahí para ser leído. Para el hombre de acción, un decorado para ser intervenido. Uno y otro suelen ignorar el plató en el que, a su vez, ambos se hallan”.
   Por tanto, el pensador mira hacia fuera, deja dormido su intimismo para que las palabras exploren la vida como proceso y como puente tendido hacia el futuro. En este tránsito desde el interior al exterior nacen así distintas perspectivas enmarcadas en un realidad concebida en un tiempo concreto: “¿Nuestra vida? Errático vuelo de un pájaro entre una bandada”.  
   El hecho de afrontar lo cotidiano, convierte al yo en un superviviente que retorna a casa. El tramo final “De sí” alumbra la noción del regreso. La fisonomía cambiante de lo exterior supone sumar pasos dubitativos y es necesario recuperar la cálida estancia del ser: “La vida empieza a gustarme cuando huyo de ella. Desde mi escondrijo, la contemplo y la amo”, “La mejor puerta a la intimidad propia es el anonimato”.
 Acorde con la vocación filosófica de Marco Aurelio, Séneca, Montaigne, La Rochefoucauld, Nietzsche, Hegel, Fichte, Wittgenstein o Cioran, (Esta enumeración de influencias requiere siempre una concentración necesaria), Emilio López Medina mantiene una tangible presencia central en el aforismo filosófico contemporáneo. Sus materiales reflexivos conceden una apertura máxima al pensamiento. Se apropian de los elementos de la realidad para mostrarnos sus estratos, esas capas donde conviven la máscara y la transparencia, el inconsistente horizonte, contradictorio y cambiante, que deja entre las manos el desquiciado empeño de vivir.
 
  
JOSÉ LUIS MORANTE
 
 

 

jueves, 22 de diciembre de 2022

EMILIO LÓPEZ MEDINA. EL MUNDO QUE SE ABRE

El mundo que se abre
99 aforismos filosóficos
Emilio López Medina
Prólogo de José Luis Trullo
Apeadero de Aforistas / Cypress Cultura
Sevilla, 2022

 

IRISACIONES

 

   Las paradojas del espacio cultural provocan estupefacción y asombro. En el cierre de año, la RAE acaba de incorporar al diccionario de la lengua la palabra aforista, un gesto de exasperante flojera mental y de notable desatino humanista, ya que al repasar las incorporaciones de los últimos años, se percibe un cúmulo de nadería marcado por la actualidad y la contingencia política del momento, así que la definición  del pensador aforístico llega en el mismo vagón léxico que palabras con pasmo como “rular”, “micromachismo”, “portuñol” o “gusa”. En fin, ya sabíamos que Emilio López Medina (Jódar, 1949) es aforista de techumbre alta y trayecto continuo, como ratifican sus numerosas entregas y el compromiso sostenido con el decir breve que va dejando rastros en las mejores compilaciones y antologías nacionales.
 La publicación El mundo que se abre  refrenda el carácter meditativo de sus breves con el subtítulo 99 aforismos sobre filosofía que impone activos criterios de pensamiento de estas teselas. Así se entenderá, sin ningún reparo, el material indagatorio que aporta una introducción de José Luis Trullo, también practicante del decir hiperbreve, editor y persistente estudioso del territorio conceptual lacónico.
   El texto de José Luis Trullo muestra la singularidad del autor y de una obra fragmentaria en continuo crecimiento: la meditada arquitectura expresiva y la sensación de que las piezas verbales recuerdan microensayos; son destellos empeñados en comprenden la realidad desde la intuición como principio germinal, aunque ese agujero iluminado requiera después un intervalo, para reajustar y pulir, para lograr una atinada vertebración estructural a la luz del día.
   Con una dimensión vital de la escritura que descree de géneros aislados y apuesta por la hibridez de espacios expresivos despoblados de límites, sin moldes de confinamiento, Emilio López Medina da la mano en El mundo que se abre a la razón como centro de gravedad y filtro de la crecida sensorial. Toca superar la fugacidad instantánea de las circunstancias y convertir el aforismo en espacio de encuentro entre la Filosofía y el Arte. La cosmovisión concisa del escritor adquiere un carácter introspectivo. Cristaliza un entorno, donde lo complejo es simple, y sondea relaciones con la propia existencia, impulsado por el quehacer lector de magisterios como Nietzsche y otros ángulos relevantes del devenir racional como Hegel, Fichte o Wittgenstein.
   Los intereses del filósofo transitan de continuo, cambian de itinerario para volcarse en la dinámica interna del aforismo y en la línea de sombras de su codificación; recuerda que la filosofía es una reflexión para resolver incógnitas de lejanía y concede a los elementos de la realidad un carácter simbólico y de apertura, más allá de las apariencias. La levedad de vuelo del aforismo es exploratoria, recorre las grandes cuestiones del transitar en el tiempo para asentarse más allá de la incertidumbre. Personifica al sujeto encerrado en su mundo y sumido en un interminable proceso de digestión mental: “Un aforismo no es solo un pensamiento más o menos agudo que te asalta, el aforismo es también toda una cosmovisión que te asalta en forma de aforismo. Y es que el hombre es una consciencia, una caja de resonancia del mundo y de la vida”.
   El mundo que se abre mantiene un evidente sentido orgánico en el que la filosofía aparece como ciencia de madurez y sosiego. No se trata de alumbrar dogmas ni de aceptar convenciones, sino de captar los matices cambiantes del pensar en el discurrir de lo cotidiano. La realidad es poliédrica y hay que recorrerla con el paso silente del conocer sus maneras y formas, su condición de paisaje abierto. Por eso, el cuerpo deshuesado del aforismo es también autodiagnóstico, una conciencia que no encuentra el punto final y  deja el rastro de claridad de unas gotas de agua mientras talla la roca.
 
 
  
JOSÉ LUIS MORANTE