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lunes, 3 de marzo de 2025

EMILIO LÓPEZ MEDINA. ORIGEN Y RAZÓN DEL AFORISMO

Origen y razón del aforismo
Emilio López Medina
Nota prologal de José Luis Trullo
Cypress Cultura
Sevilla, 2025

SONDEOS


   La consolidación del aforismo, como género relevante del espacio literario actual, ha superado cualquier sensación de contingencia. La estrategia expresiva se muestra con insólita claridad. Lo aseveran algunos hechos objetivos tales como el número de publicaciones y la extensa nómina de practicantes que cultiva el formato breve. Un ejemplo más del saludable estar del laconismo es el nacimiento de una nueva colección, impulsada por el aforista y editor José Luis Trullo, destinada a plantear un enriquecimiento conceptual del género y nuevas reflexiones teóricas sobre sus coordenadas estéticas.
   La colección se abre con la entrega Origen y razón del aforismo de Emilio López Medina (Jódar, Jaén, 1946), licenciado en Filosofía por la Universidad de Valencia y doctor por la de Granada que ha impartido clases durante años como profesor titular, en la Universidad de Jaén. La conciencia vigilante del autor se bifurca desde hace muchos años como creador e investigador. Ambas facetas mantienen un largo caminar en el tiempo. La producción acerca un colmado balance con títulos como El arte jovial (2017), Del amor y todo lo que le es propio (2018), La verdad de la belleza  (2021), El mundo que se abre (2023) y el proyecto Las siete bestias, una heptalogía en curso de publicación. El quehacer integra además libros monográficos sobre la vejez, el sentimiento amoroso, la conciencia artística y otros ejes meditativos como el enfoque metaliterario. El aforismo retorna sobre sí ante el mirador abierto de la razón  para explorar otros territorios conceptuales, como la belleza, la ética, el entorno colectivo de la sociedad y la filosofía.
   Origen y razón del aforismo, que cuenta con una breve nota del editor comentando las características de la colección y el planteamiento argumental de las primeras entregas, estructura su brevedad en torno a tres apartados referenciales: origen y balance histórico del aforismo, claves de la razón aforística y una compilación de textos sobre el destello lacónico y su persistente cercanía a la introspección filosófica. El escritor concede al libro un claro sentido didáctico; hace de cada tramo un recorrido al paso de claridad y conocimiento que nunca pierde su textura de cercanía.
  Para el escritor, la raíz del aforismo está ligada a la filosofía de los presocráticos (VII-VI a. J. C.).  El decir sentencioso comienza con sentencias de naturaleza ética, e independientes de la religión. El género se va transformando en el tiempo y amplía su cuerpo semántico hasta definirse como un pensamiento breve y completo, de fondo filosófico y precisa estructura. La inquietud investigadora de Emilio López Medina explora después las claves de la razón aforística y su consistencia etimológica. Para el filósofo el aforismo plantea un conocimiento estructurado de la realidad desde el logos; un propósito que abre un largo camino de conocimiento donde el aforismo adquiere formulación literaria a partir de la experiencia de la realidad y la razón deductiva.
   El cierre de Origen y razón del aforismo condensa una breve selección de pensamientos breves que añade matices sobre las conexiones entre el aforismo y la filosofía. El aforismo profundiza y plantea la cosmovisión reflexiva de la conciencia convertida, a juicio de Emilio López Medina en caja de resonancia del mundo, siempre espacio indefinido de voluntad y representación, y la naturaleza humana. 



JOSÉ LUIS MORANTE



jueves, 28 de marzo de 2024

JAVIER RECAS. EL ARTE DE LA LEVEDAD

El arte de la levedad
Javier Recas
Cypress Cultura
Colección Scripta manent
Sevilla, 2021

 

FILOSOFÍA LACÓNICA

 
   Madrileño nacido en 1961, Javier Recas es Doctor en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid y ejerce la docencia en un instituto de la capital. Su personalidad define a uno de los grandes estudiosos de la literatura breve, con una certera travesía de investigaciones. Es autor de las entregas Hacia una hermenéutica crítica (2006), Meditaciones de Marco Aurelio (2011), Relámpagos de lucidez. El arte del aforismo (2014), Una grácil y aguda miniatura (2020) y la edición Encuentros y extravíos. Aforismos de Mark Twain (2020). Los ensayos postulan redes interpretativas en torno al enunciado lacónico, como un despliegue de contenido sustentado en la fuerza de la razón, acorde con el entorno histórico y cuya claves expresivas radican en la intensidad y la decantación de lo mínimo en precisa síntesis.
   La entrega El arte de la levedad clarifica su aportación con el subtítulo Filosofía del aforismo y una introducción que muestra el lúcido conocimiento de esa relación natural entre el aforismo, que aspira a la verdad,  y el quehacer poético. Como insólitos misterios expresivos, escurridizos y complejos en su definición, nacen así las perdurables “islas de sentido entre dos silencios capaces de abrir nuevos horizontes, de movernos y conmovernos, de evocar y provocar, para entregarnos, tras el inicial deslumbramiento, el testigo de la reflexión” (P. 7). Comenta también el escritor que el diseño interno ha optado por acompañar las argumentaciones con una amplia colecta paremiológica, que hará más diáfana la trama, alejándola del púlpito académico. La espigada selecta de Javier Recas refrenda el norte del discurso crítico con admirable intensidad. Se convierte en una estela de sabiduría en el tiempo, cuajada de precisión y belleza tonal, que hace del aforismo “una inquebrantable voluntad de verdad, de concisa y desnuda verdad, intensa, provocadora, inquietante, radicalmente distinta del discurso argumentativo” (P.45).
   También esbozado en las líneas prologales, el recorrido de El arte de la levedad elige, para el estudio del pensamiento discontinuo, ocho sendas interrogativas básicas, secuenciadas en ámbitos autónomos. El análisis de la parquedad es el estrado de superficie de “En los márgenes del silencio”. En el avance alumbran otras indagaciones meditativas. Así sucede con el silencio, íntimamente asociado  a la desnudez extrema del aforismo. De la entidad del silencio, emerge en el primer capítulo un amplio espectro de posibilidades significativas. La palabra no pierde su fuerza cuando se hace generadora mudez, sino que adquiere carácter insondable.
   La obra valora, en segundo lugar, el modelo epistemológico, la carga conceptual del aforismo como campo verbal autosuficiente, capaz de diseñar en el despliegue una totalidad de sentido. Javier Recas no deja al margen los aforismos de extracción, tramos verbales espigados de obras mayores, cuyo despiece se ha convertido en “flores cortadas”, desgajadas por su expresividad sapiencial y plenitud expresiva. El capítulo “Cien rostros” es una galería donde se expone la diversidad del decir breve, esa superación del molde único para pluralizar codificaciones que expanden límites formales. El aforismo adquiere un carácter mutable; personifica un espíritu híbrido. El impulso creativo ha presentado una contundente variedad de registros, aunque preservando con fuerza su núcleo filosófico. Esta evolución hasta la modernidad constata la pérdida del alarde sentencioso y el aumento del ropaje subjetivo; más que una verdad universal con voluntad de ser “un enunciado con pretensión de universalidad e intemporalidad”, el aforismo intenta resolver las incógnitas existenciales del yo concreto.
    El valor cognitivo del aforismo acostumbra a mostrar en su superficie un epitelio poético. Del examen de esta cuestión se encarga el capítulo cuarto “Verdad poética”, que muestra una terna de perspectivas en torno a la condición lírica. Focalizar la relación entre filosofía y poesía requiere una tolerante lucidez porque los términos conjugan discordancias. El pensar filosófico se desvela desde el logos y la razón instrumental, en tanto la poesía, como machadiana palabra en el tiempo, es fundación del ser y forma de conocimiento desde el verbo.
   La tarea exploradora del género en su búsqueda de un persistente fondo semántico,  se desarrolla en el apartado “Cargas de profundidad”. La aparente naturaleza simple del decir breve, anuncia plenitud; como afirmaba Porchia “Lo hondo visto con hondura, es superficie”. La profundidad resulta compleja, requiere una agudeza sutil que no pierda la concisión e impulse la búsqueda; por tanto, es una actitud asociada al autoconocimiento, capaz de traspasar el epitelio de lo cotidiano y adentrase en ese sustrato velado del yo interior. Del despertar auroral de lo diáfano trata el capítulo “El embrujo de lo liviano”, capaz de moldear una contemplación estética de alcance desde la arquitectura verbal del aforismo. La humildad no resta, porque guarda un misterio intangible, pleno de sensibilidad y magia interna, que se hace escaparate de madurez. La sección “Vinos secos” emplea un símil ajustado para definir el trayecto vital como un curso bajo en la decepción y el vacío; el tiempo acaba calcinando las emociones, se hace vino seco que amarga el paladar y grava su acidez en la garganta; esa certeza crepuscular está presente en la tarea aforística de muchos clásicos que han convertido al aforismo en lacónica queja final; la vida es pasajera, devalúa posibles utopías  y marca un precio de cierre que cabe en la ceniza.
   La herencia meditativa del decurso aforístico en el tiempo histórico ofrece a Javier Recas un contenido que se convierte en sólida cimentación. El lector queda en suspenso ante el rescate sabio que muestra el cielo en calma de lo perdurable. Los máximos predecesores de la actual eclosión del aforismo reverdecen logros y ponen sus relámpagos de lucidez  para que aprendamos, como sugería Eliot, a decir lo justo y contemplar lo bello.
    La lógica de El arte de la levedad, que ubica como coda una trabajada bibliografía monográfica, capaz de recomponer grietas de un persistente vacío teórico, forja un mirador representativo. Su arquitectura integra sondeos conceptuales y el fluir de voces con sensibilidades asistemáticas, tradiciones experienciales diversas y contenidos heterodoxos. Javier Recas nos deja frente a un mar abierto; contempla con gozo el mediodía de un género, empeñado en el quehacer humilde de la agudeza. Ante el fragmentario litoral del mundo, se trata solo de percibir destellos.
 
 

JOSÉ LUIS MORANTE



miércoles, 1 de febrero de 2023

PUBLILIO SIRO. SENTENCIAS

Sentencias
Publilio Siro
Introducción de Javier Recas
Edición y revisión de José Luis Trullo
Traducción de Francisco Navarro y Calvo
Cypress Cultura
Sevilla, 2022

 

EL SABER ÚTIL

  
 
    En el andamiaje teórico del aforismo, como estrategía expresiva que vive una época de esplendor, Javier Recas (Madrid, 1961), Doctor en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid, pintor, coordinador de ediciones críticas y ensayista, se define como un pilar central. Su talante investigador sobre el legado sentencioso conecta con el mundo clásico, las grandes figuras del pensamiento occidental y con hitos de la literatura breve, desde Marco Antonio a Mark Twain; en suma, una certera travesía de investigaciones. El humanista y filósofo mantiene una consolidada trayectoria que integra las entregas Hacia una hermenéutica crítica (2006), Meditaciones de Marco Aurelio (2011), Relámpagos de lucidez. El arte del aforismo (2014), Una grácil y aguda miniatura (2020) y la edición Encuentros y extravíos. Aforismos de Mark Twain (2020). Son trabajos con una perspectiva ecléctica. Postulan un cúmulo interpretativo en torno al enunciado lacónico, como un despliegue de contenido sustentado en la erudición y en el conocimiento del entorno histórico.
   Por su interés histórico y literario, Javier Recas impulsa la edición de Sentencias de Publilio Sirio, un personaje tal vez nacido en Antioquía (Siria) hacia el año 85 A.C. Esclavo en su juventud, logró pronto emanciparse como liberto por su inteligencia y condición natural. En Italia se hizo dramaturgo y en el año 46 fue llamado a Roma para participar en los juegos públicos celebrados para lucimiento y homenaje del emperador. Resultó vencedor con sus mimos y su fama sería recordada durante décadas. Apenas se conserva algún fragmento de su extensa obra; en cambio sí se han preservado las sentencias, breves, aleccionadoras y propicias a ser formuladas con frases de impacto, lo que propició la difusión y permanencia. Su aportación fue muy valorada en la tradición gnómica. Forjó una estela de admiradores en el tiempo como Séneca, Petronio, Aulio Galio, San Jerónimo y Erasmo de Rotterdam, editor de las sentencias de Publilio en 1514.
   El lúcido quehacer se resume en más de setecientos textos breves en los que sobresalen la textura poética y una relación natural con la condición moral. Las sentencias aspiran a la verdad desde la concisión y no contradicen muchos de los principios morales del cristianismo, lo que revalorizó el legado de esta escueta sabiduría sentenciosa. Como islas de sentido, las sentencias abordan “cuestiones relevantes para el ser humano”, esos ámbitos complejos en su definición como el honor, la muerte, la vida social, las virtudes, los papeles sociales… Fortalecidas por el legado filosófico griego y la oralidad de la sabiduría popular, nacen así las teselas verbales con un fuerte aporte didáctico y epitelio sapiencial, como testigos del pensamiento y la reflexión ética.
   Las argumentaciones de esta colecta paremiológica optan por la brevedad. No hay disertaciones, solo el propósito de acertar con una exposición inmediata y diáfana. La fuerza de los asuntos refrenda consejos y enlaza discursos éticos con admirable intensidad. El devenir lacónico se convierte en una estela de sabiduría en el tiempo, cuajada de precisión y belleza tonal: “Todos estamos igual de cerca de la muerte”, “Quien discute con un ebrio, lucha con un ausente”, “No nos pertenece lo que es objeto de nuestros deseos”, “El sabio es dueño de sus pasiones, el necio su esclavo”. Ya se ha comentado que Publilio Siro opta por recorrer caminos indagatorios de largo recorrido como el amor, la amistad, las pasiones y ese amplio abanico de actitudes que sale al encuentro en la vida social. Algunos asertos han envejecido con el tiempo, ya que se han superado condicionamientos y estereotipos que definían una sociedad jerarquizada y patriarcal; pero muchos aforismos mantienen en el azaroso tránsito del tiempo su horizonte de verdad y belleza, su desnudez expresiva como reflejo de un pensamiento que manifiesta altura de espíritu y necesidad de emparentar el ánimo conforme, ese abrazo necesario, sin discordia, entre conciencia y logos. 
 

JOSÉ LUIS MORANTE


 

jueves, 22 de diciembre de 2022

EMILIO LÓPEZ MEDINA. EL MUNDO QUE SE ABRE

El mundo que se abre
99 aforismos filosóficos
Emilio López Medina
Prólogo de José Luis Trullo
Apeadero de Aforistas / Cypress Cultura
Sevilla, 2022

 

IRISACIONES

 

   Las paradojas del espacio cultural provocan estupefacción y asombro. En el cierre de año, la RAE acaba de incorporar al diccionario de la lengua la palabra aforista, un gesto de exasperante flojera mental y de notable desatino humanista, ya que al repasar las incorporaciones de los últimos años, se percibe un cúmulo de nadería marcado por la actualidad y la contingencia política del momento, así que la definición  del pensador aforístico llega en el mismo vagón léxico que palabras con pasmo como “rular”, “micromachismo”, “portuñol” o “gusa”. En fin, ya sabíamos que Emilio López Medina (Jódar, 1949) es aforista de techumbre alta y trayecto continuo, como ratifican sus numerosas entregas y el compromiso sostenido con el decir breve que va dejando rastros en las mejores compilaciones y antologías nacionales.
 La publicación El mundo que se abre  refrenda el carácter meditativo de sus breves con el subtítulo 99 aforismos sobre filosofía que impone activos criterios de pensamiento de estas teselas. Así se entenderá, sin ningún reparo, el material indagatorio que aporta una introducción de José Luis Trullo, también practicante del decir hiperbreve, editor y persistente estudioso del territorio conceptual lacónico.
   El texto de José Luis Trullo muestra la singularidad del autor y de una obra fragmentaria en continuo crecimiento: la meditada arquitectura expresiva y la sensación de que las piezas verbales recuerdan microensayos; son destellos empeñados en comprenden la realidad desde la intuición como principio germinal, aunque ese agujero iluminado requiera después un intervalo, para reajustar y pulir, para lograr una atinada vertebración estructural a la luz del día.
   Con una dimensión vital de la escritura que descree de géneros aislados y apuesta por la hibridez de espacios expresivos despoblados de límites, sin moldes de confinamiento, Emilio López Medina da la mano en El mundo que se abre a la razón como centro de gravedad y filtro de la crecida sensorial. Toca superar la fugacidad instantánea de las circunstancias y convertir el aforismo en espacio de encuentro entre la Filosofía y el Arte. La cosmovisión concisa del escritor adquiere un carácter introspectivo. Cristaliza un entorno, donde lo complejo es simple, y sondea relaciones con la propia existencia, impulsado por el quehacer lector de magisterios como Nietzsche y otros ángulos relevantes del devenir racional como Hegel, Fichte o Wittgenstein.
   Los intereses del filósofo transitan de continuo, cambian de itinerario para volcarse en la dinámica interna del aforismo y en la línea de sombras de su codificación; recuerda que la filosofía es una reflexión para resolver incógnitas de lejanía y concede a los elementos de la realidad un carácter simbólico y de apertura, más allá de las apariencias. La levedad de vuelo del aforismo es exploratoria, recorre las grandes cuestiones del transitar en el tiempo para asentarse más allá de la incertidumbre. Personifica al sujeto encerrado en su mundo y sumido en un interminable proceso de digestión mental: “Un aforismo no es solo un pensamiento más o menos agudo que te asalta, el aforismo es también toda una cosmovisión que te asalta en forma de aforismo. Y es que el hombre es una consciencia, una caja de resonancia del mundo y de la vida”.
   El mundo que se abre mantiene un evidente sentido orgánico en el que la filosofía aparece como ciencia de madurez y sosiego. No se trata de alumbrar dogmas ni de aceptar convenciones, sino de captar los matices cambiantes del pensar en el discurrir de lo cotidiano. La realidad es poliédrica y hay que recorrerla con el paso silente del conocer sus maneras y formas, su condición de paisaje abierto. Por eso, el cuerpo deshuesado del aforismo es también autodiagnóstico, una conciencia que no encuentra el punto final y  deja el rastro de claridad de unas gotas de agua mientras talla la roca.
 
 
  
JOSÉ LUIS MORANTE


 
 

 

lunes, 25 de octubre de 2021

JOSÉ MARÍA JURADO. CUARESMA

Cuaresma
José María Jurado García-Posada
Ilustraciones de Pámpano Vaca
Cypress Cultura
Sevilla, 2020 


ASCESIS
 
 
   Tras la bisagra intersecular, la década que inauguró el tiempo digital ha emplazado en sitio visible un mapa  de voces emergentes. Llega al ruedo poético sin quiebras ni estridencias, pero con la mano alzada de un quehacer fuerte, que busca con empeño lugar propio. A esa foto generacional pertenece José María Jurado García-Posada (Sevilla, 1974), ingeniero de telecomunicaciones, narrador, columnista de prensa y autor de los poemarios La memoria frágil, Plaza de toros, Tablero de sueños, Una copa de Haendel, Gusanos de seda, Que por mayo era por mayo y Herbario de sombras. Tan amplia cosecha consolida una propuesta entusiasta, seleccionada en varias antologías, donde es reconocible el paso natural por una senda que ahora completa el poemario Cuaresma, entrega que incorpora un aserto clarificador sobre la naturaleza de los textos: Cuarenta visiones en los desiertos del alma.
   Percibida la convicción del creyente cristiano y católico, escribe el pórtico Lorenzo Clemente. Se recuerda el significado transcendente de la Cuaresma, periodo litúrgico que arranca el Miércoles de Ceniza y concluye casi seis semanas después, el día de Jueves Santo, cuando se celebra la Última Cena de Jesús de Nazaret con sus discípulos, antes del prendimiento y la crucifixión. Quien escribe, deja ecos de su fe como un intervalo de penitencia y austeridad, como una toma de conciencia sobre la fragilidad humana y su necesidad de ascesis y despojamiento.
  Esta íntima cartografía, impregnada de significado teológico, encuentra en Cuaresma una acompasada sensibilidad poética que a menudo dialoga con la interpretación plástica de Pámpano Vaca, en una conjunción cómplice y enriquecedora. Sobre el perfil de esta escritura, el autor aborda su desarrollo en el apartado “Atrio”. Allí sintetiza el carácter visionario de estos cuarenta textos, nacidos en febrero de 2010, y en los que sobrevuela la primera manifestación de un cambio estético, una variación de credenciales de naturaleza lírica.
  Las secuencias iniciales trasmiten un tono de onirismo irreal, como si los estratos del afuera cercano hubiesen adquirido otra dimensión que convierte a los gestos tediosos en ventanas de descubrimientos. Los elementos cotidianos muestran en sus aparentes mutaciones un universo pleno de arquitectura y simetrías, una encarnadura de aspiraciones trascendentes y símbolos. El canto verbal se convierta en disposición afectiva y testimonial, desvelando la terquedad insomne de lo cotidiano. Así se escribe una nueva poética de la visión en la que confluyen realidad e imaginación, un pacto de especulaciones sensoriales que enlaza con la sinestesia cromática de la celebración litúrgica.
  La meditación sobre las secuencias diarias transforma su significado; el trayecto ofrece un balance de gestos olvidados. Quien los protagoniza es portador de un colmado equipaje hecho de cansancio y desaliento. Al cabo, en la consumación de lo cotidiano se cumple la certeza de que toda la materia encontrará su lugar exacto en el vertedero. Todo parece inmerso en la quietud de una larga espera, como si fuese inminente un cambio, una mudanza, una larga ascesis que está ahí, inadvertida, bajo el amparo del silencio. Aguarda su primer movimiento para bajar desde las laderas del sueño, tras el sonido estridente del despertador.
  El campo visual despliega situaciones, cambia de escenario y añade elementos azarosos que acuden al poema, pretendiendo descubrir el orden sedentario que oculta su epidermis, como si la poesía fuese capaz de convertir en sedimento perdurable el vitalismo ensimismado del tiempo.
  El avance lector en ocasiones mantiene la apariencia de un retablo en el que, junto a la presencia firme del sujeto verbal, deambulan otros protagonistas. Así sucede en la anotación del día XX, que supone un homenaje al quehacer laborioso de la identidad femenina, desdoblada en su papel de madre y docente en ejercicio, sorteando contingencias. Lo mismo sucede con la estela de sombras de la ciudad nocturna que dibuja el poema XXVI, donde se reconstruye alrededor un transparente espejo de la condición humana.
  El texto que clausura el desarrollo del libro anuncia un carácter cíclico para que la apertura y el final enlacen y pongan los trazos de cierre a un pensamiento visionario que se expresa mediante estelas indagatorias y sueños. Se añaden a manera de apéndice dos textos, recogidos en el apartado “Nártex” escritos con posterioridad, aunque partícipes de la misma cosmovisión que los precedentes. Incidiendo un poco más, si cabe, en la utillería barroca y en el acumulativo despliegue de percepciones sensoriales, tan evidente en la Semana santa sevillana.
   El poema en prosa es una estrategia expresiva mantenida en el tiempo por José María Jurado García-Posada. Los que conforman Cuaresma destacan por la fuerza de sus imágenes y el pulimiento extremo de su dicción al conformar un viaje en el tiempo, casi un cuaderno autobiográfico de sensaciones y reclamos oníricos en el delimitado andar de los cuarenta días. El poeta reconcilia el ánimo con un ejercicio de ascesis sobre las preguntas del yo que tienen como centro la fe; que miran el desangelado paisaje del ahora para percibir la compañía de la soledad, la superficie gris que empaña el horizonte.

JOSÉ LUIS MORANTE

   
 
                                                                    

miércoles, 7 de octubre de 2020

RICARDO VIRTANEN (Ed.). LA SONRISA DE NEFERTITI

La sonrisa de Nefertiti
Los aforistas y la felicidad
Ricardo Virtanen (Ed.)
Apeadero de Aforistas, Cypress Cultura
Sevilla, 2020

 

MONEDAS DE ORO


   La idea de la felicidad, como estado de plenitud del ser humano, tiene un largo recorrido en la historia del pensamiento. Aristóteles y Epícteto abrieron las manos al brillo áureo de su posesión y alentaron de su presencia en el jardín de los placeres; mientras, Sócrates dejaba su estar en una penumbra densa, creada por las exigencias de la vida comunitaria, donde enmudecían las aspiraciones del yo individual. Voltaire, Kant o Shopenhauer multiplicaron los tramos reflexivos hasta hacer del solemne sustantivo veta indagatoria atemporal. Como sucediera con los moralistas franceses, o con el sentimentalismo exaltado de la tradición romántica, la cuestión se retoma de nuevo por Ricardo Virtanen (Madrid, 1964), poeta, ensayista, escritor de diarios y aforista, para componer la antología La sonrisa de Nefertiti, un monográfico sobre la felicidad en el que participan treinta y cuatro aforistas, casi todos con una compacta travesía creadora que conexiona diferentes géneros. Sin ánimo de alentar el cansancio erudito, el título recuerda a un personaje histórico, Nefertiti, quien entre las faraonas y sacerdotisas del antiguo matriarcado egipcio  protagoniza una significativa revolución cultural, un intenso quehacer político y religioso y político como corregente del faraón Akenatón. La epifanía de su sonrisa sería el símbolo del destino cumplido, que rompe el cerco de la situación secundaria del yo femenino en las antiguas civilizaciones. Abre camino al mapa de los seleccionados un breve prólogo de José Luis Trullo, editor y aforista. Analiza con excelente norte el conflicto definitorio de la dicha, que en sí misma habría de ser la meta natural de la existencia. Trullo recuerda que desde el despertar de las tradición occidental se ha diversificado el enfoque y la sensibilidad para asumir los rasgos centrales que definen el estado áureo del existir. Y esa pluralidad definitoria persiste en la amplia selección realizada por Ricardo Virtanen. No podría ser de otra manera. Si el aforismo exige un decir contenido y sereno que hace del intimismo y de la temporalidad núcleos argumentales básicos, el pensar subjetivo siempre recubre los tanteos reflexivos con el claroscuro de la incertidumbre y el cuestionamiento. La norma del orden alfabético marca la apertura de Enrique Baltanás, Javier Bozalongo, Carmen Canet, José Ángel Cilleruelo, o Jesús Cotta, Ellos perfilan los primeros contornos de un nombre de compleja construcción semántica: “La felicidad tiene algo de misterioso. Camina siempre a nuestro lado, pero nunca la vemos” (Baltanás); “La liebre y la tortuga: la felicidad y la vida” (Bozalongo); “La felicidad tiende a oscurecerse pero para eso está el interruptor de la luz” (Canet). El estar colectivo invita al sujeto a caminar en una doble dirección: por los tramos aleatorios del laberinto interior o por las aceras compartidas del territorio social. Ambas direcciones generan un enjambre emotivo y sentimental que haya sitio en el lacónico minimalismo de la escritura: “Las culturas solo pueden vivir restituyendo dos grandes mitos: Dios y felicidad” (F. Ferrero); “El ser humano puede encontrar la felicidad al encontrarse a sí mismo” (Dionisia García); “Fingimos la felicidad para no ser abandonados por la tribu” (Sergio García), “Sólo los desdichados saben apreciar, en plenitud, la dicha” (Mario Pérez Antolín); “A la auténtica felicidad le faltan los motivos, pero le sobran las razones” (F. Trull). La semántica mudable de los textos no excluye la contradicción o la paradoja: “La felicidad no es un horizonte sino una sima” (J. M. Uría); “Al menos, ser conscientes de que la felicidad es un aprendizaje” (Ricardo Virtanen). En este entrelazado de poesía y conocimiento que mide el pulso del buen aforismo se añaden algunos aforismos ya publicados de Miguel Catalán, Ramón Eder, Gabriel Insausti, Karmelo C. Iribarren, Victoria León, Carlos Marzal, Andrés Neuman y Benjamín Prado. Queda así, el mensaje coral de un estado anímico del ser cuya luz encendida es siempre transitoria y fugaz. Una forma de aprender que la tarea de sembrar esperanza basta a menudo para sentir en el propio pecho las cálidas arritmias de quien aspira, en contra de la lógica, a ser feliz.