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viernes, 10 de enero de 2020

21VEINTIÚNVERSOS, 8 (Revista de poesía contemporánea)

21veintiúnversos / 8
(Revista de poesía contemporánea)
Dirección: Juan Pablo Zapater
Coordinación: Victor Segrelles
Edita: Banda Legendaria
Valencia, noviembre de 2019


UNA VOZ MÚLTIPLE

   En la colonización digital del presente las revistas literarias en papel mantienen un equilibrio muy frágil que solo sigue en pie por algunas cualidades que dan al producto una apetecible singularidad. La revista valenciana 21veintiúnversos, dirigida por Juan Pablo Zapater y coordinada por Víctor Segrelles, cimenta su presencia en una minuciosa confección formal  y en un selectivo núcleo de colaboraciones.
   La cubierta y contracubierta del nº 8 reproducen un óleo sobre lienzo de Martí Quinto; nos parece un verdadero acierto por su contraste cromático y por la pureza airosa de sus líneas figurativas. La grata sensación visual persiste al asomarse a un sumario que aglutina a veinte poetas, casi todos con un amplio itinerario creador.
   Carmen Botello escribe un breve pórtico sobre el quehacer lírico de José Mas. El decir elegíaco recuerda la voz y la palabra, recuenta un legado que se publicó en Renacimiento y que aquí aflora, mínimo, en el poema “Armario de mujer”.
   En este abanico poético resalta la presencia de Francisco Ferrer Lerín, uno de los impagables magisterios de la poesía contemporánea por su constante agitación del conformismo en el lenguaje. El profesor, ensayista y poeta Rafael Morales Barba dibuja un texto sensorial, próximo al simbolismo; Pablo del Barco hace de la siembra de indicios del paseante solitario un guiño de vida y una reflexión sobre la temporalidad. Noèlia Díaz Vicedo añade al discurso poético de la revista una composición en catalán, “Blasfèmia”. Y quien esto escribe deja en el poema “El muro” un desarrollo argumental de ese empeño del poder en alzar fronteras y muros que separan y condenan a un caminar en el desierto. Los que conocen la poesía de Trinidad Gan recordarán la pureza figurativa de una voz que nunca olvida fijar el matiz crepuscular de la madurez, esa línea de niebla que diluye las aristas de las cosas y de los sentimientos. El otoño vital fortalece la mirada a otro tiempo de Francisco Caro, ese afán de germinación y cosecha que hace de las palabras semilla y plenitud. El poema de Reinaldo Jiménez busca la razón del lenguaje, el sentido que subyace fuerte en el sustrato expresivo para codificar significados nunca evidentes.
 La sensación de recuperación de la infancia da impulso al poema de Gracia Aguilar Almendros, mientras que en la poesía de Juan Antonio Bernier late la cadencia del tiempo detenido en un cuadro. Ramon Guillem retorna al catalán para ofrecernos un poema que clausura una idea base de nuestro tiempo de intemperies: la soledad en compañía  Poco a poco, el despliegue del sumario va sumando acercamientos que refrenden la pluralidad del número en su forma de entender el hecho literario en las voces de  Ana María Pérez Díez, Javier Lorenzo Candel, Abel Dávila Sabina, Ramón Bascuñana y Teresa Espasa.
  El número lleva como cierre una nota biobibliográfica de los invitados y el afán intacto de sacar a la luz el sustrato plural de un tiempo poético que diluye monopolios estéticos y gregarismos, que siempre deja espacio para airear en el poema una imaginación activa, un destello feliz.





        

miércoles, 22 de mayo de 2019

JUAN PABLO ZAPATER. MIS FANTASMAS

Mis fantasmas
Juan Pablo Zapater
XLV Premio Ciudad de Burgos
Editorial Visor, Poesía
Madrid, 2019


ENCUENTROS Y AUSENCIAS


   Juan Pablo Zapater (Valencia, 1958), director de la revista literaria 21veintiún-versos y de sus colecciones Cuadernos y Plaquettes protagoniza un acercamiento muy personal a la literatura, con el ritmo pautado del goteo. Su obra auroral La coleccionista (Visor, 1990) consigue el Premio Fundación Loewe a la Creación Joven y excelentes palabras críticas de Octavio Paz, destacada voz del jurado. Era un tiempo de plena vigencia de la poesía de la experiencia en la que abren estelas muy significativas amigos del poeta como Carlos Marzal y Vicente Gallego, pero el caminar en solitario de Zapater opta por un largo intermedio de silencio que no se rompe hasta 2012, cuando publica  La velocidad del sueño en la editorial sevillana Renacimiento. Esta segunda entrega obtuvo al año siguiente el Premio de la Crítica Valenciana. Siete años después sale, tras conseguir el Premio Ciudad de Burgos, Mis fantasmas, un poemario de plena madurez, hecho de encuentros y ausencias.
   Antes de abordar el despliegue argumental del libro quiero resaltar la llamativa cubierta de la artista conceptual Carmen Calvo, que muestra una sugerente consonancia con el título en su entrelazado visual de realidad y onirismo. Como si fuese un reflejo especular, el yo pierde sus rasgos tras la máscara para cobijar en su interior un poblado núcleo de niebla e incertidumbre. Desde su compañía, la voz del hablante poético reflexiona: “Mis fantasmas no dan pavor alguno, nací y amé por ellos, y son parte del vuelo y las cadenas de mi vida”.
   El escritor compila los textos en tres epígrafes casi complementarios al definir la marea existencial como un vaivén que prolonga patrimonios afectivos y pérdidas. En “Apariciones” el recuerdo fundamenta la sensación de estar inmerso en una temporalidad que solo perdura un instante: “Inesperadamente / la juventud tomó cualquier camino / y se extravió de mí”. Así la identidad se va moldeando como si fuera barro hasta construir un espacio interior, un vacío en el que se van adormeciendo las vivencias y los afectos. En este tramo se cobija uno de los textos esenciales del libro “Relato fantasma” que, tras la cita de Gabriel García Márquez completa un homenaje al entorno familiar repleto de belleza y textura emotiva:” y me trae las ventanas luminosas / orientadas al este, / a mi padre sentado en su butaca / con traje azul marino / releyendo un periódico a la espera / de que obre mi madre ante el espejo / el sencillo milagro / de volverse más bella todavía”
   La sensibilidad del poeta abre una etapa de contemplación crepuscular, como si el discurrir fuera acercándose a un cauce de sombras que pone en la mirada una plástica de grises que anticipa el vacío. La luz del día, casi inadvetida, se va diluyendo. Y es necesario abordar el tiempo renacido como un don que nos da mediodías habitables: “Lo vital es el día, nuestro día, / ese vaso de luz que nos bebemos / y se vuelve  colmar cada mañana”.
  Bajo el aserto “presencias”, los poemas centrales describen la mirada testimonial de la contemplación. En torno al yo deambulan las calladas presencias que dialogan con el pensamiento y los sentidos: el amor,  con sus aleatorias circunvoluciones en el ánimo; la poesía como fondo de interrogantes, que tan plena expresión consigue en el poema “Otra cita con ella”; la belleza, siempre pulsión para abordar los mínimos elementos del entorno con las manos abiertas de la plenitud; o la presencia insustituible de los afectos que un día dejan las tazas vacías de la rutina para emprender en libertad el viaje existencial del yo consigo mismo.
   Juan Pablo Zapater hace un guiño a las tres heridas hernandianas –la vida, el amor y la muerte- para dejar como estación de llegada los poemas de “Visiones”, cuyo centro semántico es la disolución: “cada día que vuela / es un pájaro menos”. Así va llegando el final de ruta que siembra en el ánimo un poso de tristeza y una cartografía de soledad callada: “Os hablo de la muerte, de ese baile / sin música y sin pasos ensayados, / un vals al que los guantes del vacío / te invitan cualquier día y ya no puedes / excusarte en los giros que te quedan / por dar entre los brazos de la vida”.
   Mis fantasmas plantea una indagación en el camino de ser con la magia de las palabras. Desde esa libertad de la escritura los poemas adquieren una textura meditativa, que enfoca la condición humana como un abrazo de vivencias y recuerdos que nos lleva a ese momento íntimo en que el hombre se mira en el espejo y descubre su retrato cumplido, la aceptación de quien se descubre inmerso en ese sueño que es vivir.

             

viernes, 13 de diciembre de 2013

E-MAIL A VALENCIA

En la Ciudad de las Artes (Valencia), con mi hija Ana,
a quien he dedicado el libro NINGUNA PARTE
E-mail   (A Valencia)

         Para Xelo Candel y Juan Pablo Zapater,
        por este viaje mediterráneo.

El mensaje conciso,
sin tallo emocional,
sin hojarasca;
sólo el misterio
de la transparencia
y el hilo concesivo
del discurso coherente.
Que el teclado perciba
desnudez, eficacia
y la respuesta fiel
del mensajero.




miércoles, 12 de junio de 2013

JUAN PABLO ZAPATER. REGRESO.

La velocidad del sueño
Juan Pablo Zapater
Renacimiento, Sevilla, 2012
 
 
HUÉSPEDES DE LA MEMORIA 
 
   Tras un largo espacio en blanco, Juan Pablo Zapater (Valencia, 1958) retorna a la poesía, sin quiebros ni virajes, con el poemario La velocidad del sueño. Resulta obvio pensar que el impulso creador no tiene ritmos fijos y obedece con frecuencia a razones contingentes. No se requieren justificaciones, aunque “La extraviada”, primer poema del libro medita sobre esta cuestión. Concebido como un diálogo intimista, el protagonista lírico enuncia, con tono confesional, la sencilla tarea de quien se deja arrastrar por la escritura; afronta encierro y soledad para desbrozar la senda de las palabras; también en ese texto está presente el temprano hábito lector que fecundaron nombres como Aleixandre, Salinas, o Pablo Neruda
    Los versos permiten trazar una línea de luz, conceden la necesaria claridad para aventar sombras y dar salida a la memoria. Las imágenes desvaídas recobran su perfil, hablan con el acento de otro tiempo. Vuelven a los días de infancia en los que el entorno era un espacio, sin máculas ni decepciones, donde no cabían incertidumbres ni derrotas sino las ilusiones que constituyen el patrimonio natural de la esperanza.
   En los poemas integrados en “Libro de huéspedes”,  se despliega un tono reflexivo que habla del devenir como ventana abierta, un horizonte cuajado todavía de doradas promesas; esa espera alimenta el júbilo de quien ve posible la plenitud y tiene confianza. Así llega el amor y se van gestando los aportes sentimentales que fortalecen la identidad.
   La existencia es un estar transitorio que sólo deja alguna leve huella, una crónica menor en la que se van consumiendo días, agotando el hilo argumental de historias cotidianas en las que también tuvieron acogida las naderías que se olvidan, como tercos paraguas que no se necesitan. El ahora deja en medio del camino, más sabios en las modestas enseñanzas de la edad y conscientes de que más adelante esperan la oscuridad y el vacío. Son temas esenciales de la poesía meditativa de Cernuda que tienen continuidad en el Medio Siglo y en la obra de poetas como Francisco Brines y Eloy Sánchez Rosillo.
   Un motivo literario de amplio tratamiento, la rosa, es eje de la segunda parte, compuesta por poemas más breves. Sigue siendo el endecasílabo el esquema versal que marca el ritmo del poema. La rosa tiene una semántica plural: es finitud y belleza, esplendor y espinas.
   La velocidad del sueño de Juan Pablo Zapater es libro de madurez y por tanto entrecruza temas y motivos de raíz vivencial; la conciencia del tiempo está presente a cada paso recordando que caminamos detrás de arquitecturas oníricas, de sueños que se alejan veloces hacia ninguna parte.
  El poeta valenciano retoma itinerario, nos deja poemas que resaltan por su cuidado formal, el lazo vinculante con el aire de época del poblado mapa actual –llámese poesía meditativa, realismo intimista o poesía de la experiencia - y el uso brillante de imágenes que singularizan el regreso. Juan Pablo Zapater vuelve para quedarse. A su voz le viene bien la sosegada temporalidad de Fray Luis: “Decíamos ayer…”