miércoles, 16 de mayo de 2012

IMAGEN DE JOSÉ ÁNGEL VALENTE.

 El guardián del fin de los desiertos.
Perspectivas sobre Valente
Edición de José Andújar Almansa
y Antonio Lafarque
Pre-Textos, Valencia, 2011

   El cauce creador de José Ángel Valente (1929-2000)  se ha convertido en senda y magisterio de buena parte de la nómina poética española del cierre de siglo, acogida bajo la denominación “poética del silencio”. El escritor desaparecido define una estética de la transcendencia, diversificada en lírica y ensayo, que aglutina desnudez, despojamiento e indagación en el sentido último de la finitud, a través de elementos simbólicos como la luz y el desierto.
    Valente fue un poeta escindido de la rama generacional del medio siglo que eligió Almería  para vivir los últimos quince años de su existencia, un lugar en la periferia, a trasmano, que lo acogió con hospitalidad. Al cumplirse el décimo aniversario de su muerte, fue sede de un encuentro de estudiosos y especialistas para abordar la figura y la obra desde una perspectiva plural.
   El conjunto de las intervenciones se integra en El guardián del fin de los desiertos, una aproximación coordinada por José Andújar Almansa y Antonio Lafarque, con disposición de tríptico. El apartado inicial, “La memoria”, explora el discurrir biográfico a través de testimonios que integraron el círculo más íntimo. El introvertido carácter de solitario se disipa en bocetos afectivos que rehumanizan la figura existencial, muchas veces, proclive a la aspereza y al juicio espinoso sobre contemporáneos. Para los que pretenden diferenciar entre vida y obra, la conclusión general de los ensayos incide en la idea de que son conceptos complementarios. En esta cronología vivencial, en la participa Antonio Gamoneda para enlazar el pensamiento poético con hitos biográficos como la vida y la muerte, tiene especial significado el análisis de Andrés Sánchez Robayna sobre el diario inédito, una miscelánea que arranca en los años cincuenta y se mantiene hasta sus últimos días. Esta redacción discontinua aglutina apuntes biográficos, esbozos críticos sobre lecturas, citas, disquisiciones aforísticas y bocetos de textos en verso o en prosa. En septiembre de 2011 el Diario anónimo fue publicado por Galaxia Gutenberg, Círculo de Lectores, en edición de Andrés Sánchez Robayna.
    Cuatro aportaciones compila la segunda sección, “Los signos”, centrada en el recorrido creativo. El apartado desvela la segregación natural: poesía, traducción y ensayo. En él sondean José Andújar Almansa, Lorenzo Oliván, Miguel Gallego Roca y Jordi Doce. Exploran la diversidad  genérica y su común aspiración a la unidad a través del carácter cognitivo del lenguaje. La palabra poética trasciende la realidad, multiplica símbolos y oculta a la razón el significado común porque las referencias se disuelven y la escritura no se deja llevar por la inercia de lo establecido. La poesía nace de la crisis de identidad del sujeto poético y de la necesidad de recobrar el sentido originario de las palabras de la tribu. Por otra parte, Valente prodiga una abundante reflexión metapoética que conexiona con la tradición mística y con la filosofía. Gallego Roca analiza el concepto de traducción del escritor, cuya labor se compiló en 2002 en  su Cuaderno de versiones. El rastreo de obras de otra lengua le permite profundizar en legados foráneos y, al mismo tiempo, le ayuda a clarificar el sentido de su propia tradición.
   El pensamiento crítico de Valente promueve el ensayo de Jordi Doce; el poeta y traductor perfila un contexto personal a partir de la precaria situación ensayística de los noventa en nuestro país y recupera el supuesto enfrentamiento teórico entre dos magisterios de ese tiempo: Jaime Gil de Biedma y José Ängel Valente. Para Jordi Doce el ensayo crítico de Valente no es sino una paráfrasis de su discurso lírico.
   El muestrario de cierre acumula enfoques abiertos. Abre la sección María Payeras, investigadora que ha firmado valiosas aproximaciones a la promoción del 50 y a la colección Colliure; de ahí que se detenga en el tramo inicial del discurso lírico, cuando Valente se aproxima a una estética compartida, su discurso teórico se inserta en una realidad simbólica y se proyecta la imagen del autor en la obra. Sobre esa realidad simbólica y sobre la convergencia entre estética y filosofía profundiza Carlos Peinado Elliot sobre Tres lecciones de tinieblas, tal vez la entrega más hermética.
   Ha transcurrido más de una década desde el fallecimiento del escritor y su presencia literaria no ha hecho sino acrecentarse. El valor y la actualidad de su testimonio intelectual fomentan aproximaciones y contribuyen a profundizar en una senda creadora que puede analizarse con perspectiva histórica; una estética de rigor y despojamiento que lleva al lenguaje hasta el punto cero.

                                                                 

3 comentarios:

  1. Interesante parece ser este libro sobre la obra de Valente, uno de los poetas claves de la poesía la segunda mitad del siglo XX, que tan inteligentemente expones en esta reseña.
    Sólo me choca un poco lo de "poeta escindido de la rama generacional del medio siglo". No entiendo de generaciones, creo que cada poeta se pertenece a sí mismo y no se "escinde" por tanto de ningún grupo. Pero la reseña es excelente José Luis. Un abrazo.

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  2. Hay mapas colectivos que pertenecen ya a la bibliografía crítica, aunque su precisión sea compleja. Es el caso de la teoría generacional que tantas aproximaciones ha conocido. José Ángel Valente estaba en aquella foto de Colliure, en el homenaje a Machado y, en su primer tramo, comparte inquietudes estéticas con poetas como Carlos Barral, Jaime Gil de Biedma, o Ángel González. Después caminó en soledad, pero la experiencia colectiva del grupo del cincuenta existió. Un cordial saludo.

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  3. Entiendo lo que me dices José Luis, pero sigo pensando que la experiencia poética, en su esencia, es siempre muy personal, y espero que espero que no intransferible, al ser vivida y disfrutada al tiempo por otros. Un abrazo.

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