jueves, 23 de mayo de 2013

ROSA HUERTAS. LOS HÉROES SON MENTIRA.

Los héroes son mentira
Rosa Huertas
Edelvives, Madrid, 2013
 

RECUERDOS DE IFNI

 
  Detrás de la escritura de muchos libros alienta un impulso intelectual, la búsqueda incansable de la palabra exacta. Otros, en cambio, tienen su germen en una necesidad afectiva. La novela de Rosa Huertas (Madrid, 1960) Los héroes son mentira  pertenece a estos últimos; así se entiende mejor y así se justifican las fotos familiares de cubierta y la denominación real de los personajes,sin velar nombres ni parentescos.
  Es una constante de la autora la dispersión en el cauce argumental de sus ficciones de elementos autobiográficos; están, por ejemplo, en La caja de los tesoros, donde se recrea un recuerdo de sus veraneos infantiles, y en El blog de Cyrano donde la sensibilidad juvenil rememora el tiempo de su amanecida en las aulas universitarias. Pero los recuerdos aparecen diluidos, como si las pautas imaginarias tuviesen un peso específico mayor.
  En los capítulos de Los héroes son mentira es el núcleo familiar de la escritora quien sale a escena y es la voz del padre la que suena con la fuerza de lo necesario. La enfermedad paterna y el internamiento hospitalario dejan el clima afectivo en un tiempo de espera; el tumor exige la recapitulación, galvaniza la memoria como si hubiese una necesidad palpable de recuperar el recuerdo más duro de la existencia. Se agota el plazo concedido para el deambular por los días y es preciso dejar constancia de los pasos. Esa es la función primordial de la escritura: ser testimonio firme.
   Ese punto cero del itinerario biográfico del padre es la Guerra de Ifni, una experiencia extrema que convulsiona la existencia posterior y se mantiene replegada en la memoria como una dolorosa espina que exige aflorar.
   Es un episodio histórico que apenas se vislumbra en los manuales de Historia Contemporánea, como si fuese un error que mereciese olvido. Los efectos colaterales casi no se percibieron en la memoria colectiva, pero los sucesos existieron y lastraron la conciencia de los protagonistas con dos o tres certezas no por obvias menos dolorosas: las guerras no son buenas, todas son malas, los héroes no existen y la historia oficial es una versión interesada de los acontecimientos.
   El padre, viejo veterano de aquel desastre que provocó más de trescientas bajas y un considerable número de heridos, llegó como oficial, con el Batallón de Armas Pesadas Ceuta 54, una denominación grandilocuente para un puñado de morteros, ametralladoras anticuadas y vehículos de transporte destinados a la defensa de un pedegral desértico, con escasos matorrales y un discutible valor estratégico por su proximidad a Canarias.
   La autora busca resaltar en todo momento el testimonio directo, el verbo oral del figurante central para que lleguen los acontecimientos con la verosimilitud más firme; se describen meses de angustia y privaciones, de soledad y desesperanza entre la piedra y el polvo.
   Los héroes son mentira recupera la versión personal de una historia triste, casi borrada por los manuales, que sigue viva en unos pocos supervivientes; son las confidencias de un viajero que en su itinerario vital se aproxima a la última estación y necesita dejar memoria. Sólo lo que se escribe permanece.

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