miércoles, 15 de noviembre de 2017

MIGUEL ÁNGEL VELASCO. PÓLVORA EN EL SUEÑO

Pólvora en el sueño (Antología)
Miguel Ángel Velasco
Edición, selección y prólogo de
Alfredo Rodríguez
Chamán ante el fuego
Albacete, 2017

EXTRAVÍOS

  El autor de Hierofanías, Alfredo Rodríguez, editor y prologuista de la antología Pólvora en el sueño, titula su introducción “La vida extrema de Miguel Ángel Velasco”. Es un subrayado sobre la coincidencia mimética entre el recorrido biográfico y la esencia verbal de Miguel Ángel Velasco (Palma de Mallorca, 1963-2010). El poeta falleció repentinamente a los 47 años de edad; su despedida rubricaba la intensidad de vuelo de un trayecto que dio su primer paso en plena juventud. Solo contaba dieciséis años cuando sus poemas aurorales, acogidos bajo el rótulo Sobre el silencio y otros llantos, fueron finalistas del Premio Adonais. Dos años después consigue el galardón con Las berlinas del sueño, en una etapa en la que el premio convocado por Rialp recobra prestigio fundacional al abrir paso a nombres esenciales del paisaje lírico como Luis García Montero y Blanca Andreu.
  En el pulso del verso de Miguel Ángel Velasco es marca constante la inquietud estética, el extravío. La poesía se hace razón y destino singular; traduce el rumor de la conciencia, o se hace síntoma y espejo de la subjetividad del yo. Muestra una racionalidad alucinatoria y un nítido componente musical a partir de una sintaxis alejada del coloquialismo realista al uso.
  Por consejo de Vicente Gallego, antólogo del poeta en La mirada sin dueño y amigo personal durante años, la muestra elude los tres títulos iniciales por considerarlos frutos de una etapa formativa, y se centra en la última producción. De ella, el criterio personal selecciona las composiciones que más impacto causaron en su lectura por percibir en sus versos “el fundamento mismo del existir humano”. Aquí se hace verdad la idea de que el arte es la única justificación de la cronología vital.
  De este modo, la floración lírica de Miguel Ángel Velasco comienza aquí con El sermón del fresno. Es un poemario compuesto por varios soliloquios en los que el sujeto verbal –ya sea éste un árbol ensimismado o Lucrecio, que medita su ocaso- expone vislumbres con una expresión culta. Esa reflexión interior hace de la soledad un estado carencial definitorio expresado con precisa cadencia. El verso musical y clasicista y el cultivo de imágenes remiten a la tradición grecolatina y al legado renacentista hispánico.
   En esta senda continúa El dibujo de la savia, más elegíaco y bucólico, en el que se puede percibir el reflejo de la naturaleza, pero también sus experiencias alucinatorias a partir de sustancias químicas que buscan fragmentar la percepción rutinaria desde la intensidad y el asombro.
   La presencia de la muerte es núcleo argumental de La vida desatada. No es un tema abstracto sino una contingencia vital muy cercana que alumbra el dolor por el fallecimiento de su progenitor. En el vuelo versal surge así un tono elegíaco que profundiza en los secuenciados estratos de la realidad.
   El paréntesis de consolidación literaria aglutina los títulos La miel salvaje, que logra en 2003 el Premio Loewe. Fuego de rueda, ganador del Premio Fray Luis de León y el ya citado paisaje abierto de la mirada sin dueño, con texto liminar de Vicente Gallego. La cosecha poética aglutina magisterios dispares como Francisco Brines, Agustín García Calvo o los presocráticos, para dar luz a una mirada metafísica que deambula en espirales entre el dolor y la belleza.
  Los versos de Ánima de cañón fueron publicados pocos meses antes de morir. Cierran camino a una realidad construida desde el pulso sin temblor de una economía expresiva artesanal, solvente en el entramado de su imaginería.
   Singulariza este volumen, frente al diseño habitual que engloba prólogo y selección poemática, la compilación de cuatro textos en prosa y de tres entrevistas personales. Las entrevistas añaden a la cosecha verbal las razones de vida del poeta. Sus respuestas interaccionan devenir existencial y taller literario. En la primera, además, se hace perceptible la exploración en las líneas de sombra de la experiencia química y el incipiente papel en la inspiración poética. 
  Miguel Ángel Velasco es un poeta a contracorriente. Caracteriza cada libro por una escritura destilada, que se decanta por una dicción de impacto, con referentes originales, y por un avance en el que se prima el poema autónomo frente al libro orgánico. Surge así una topografía insular, anclada en la belleza, hecha reveladora plenitud, que hace de la lectura un remanso feraz.  


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