Lo que hace el tiempo Yolanda Pantin XVII Premio Casa de América de Poesía Americana Visor, Madrid, 2017 |
SOPORTAR LA PÉRDIDA
El camino de madurez literaria de Yolanda Pantin (Caracas, 1954) se
desliza entre la edición crítica, el ensayo y la poesía, género esencial
cristalizado en más de una docena de entregas dentro de un paréntesis temporal
que arranca en 1981 con la obra Casa o
lobo. La propuesta lírica de Yolanda Pantin recibió en 1989 el Premio
Fundarte de Poesía, más tarde, en 2004, la Beca Guggenheim, para seguir con
nuevos reconocimientos en 2015, cuando logró el Premio Poetas del Mundo Latino
Víctor Sandoval, y solo hace unos meses el XVII Premio Casa de América de
Poesía con su libro Lo que hace el tiempo.
Desde el título, el tiempo se hace hilazón del poema. Más allá de la
desolación opresiva que genera nuestra condición transitoria, fermenta la
angustia existencial. La precariedad de vivir alumbra un pensamiento cuajado de
viajes interiores, percepciones y carencias. Los poemas dejan sitio a un
sujeto verbal que testifica; los sentidos dialogan con los elementos del
entorno, acumulan estampas, dan a las secuencias del discurrir un cúmulo de mutaciones.
La mirada lírica indaga las cicatrices del sujeto. En
ellas germina un estar a la espera como si en
cualquier instante se abriera paso una revelación de sentidos. La realidad
exterior muestra con frecuencia un relieve desajustado y caótico, como si en
ella se hubiese instalado un magma sedentario de oquedades y aristas, también
la identidad del yo se muestra fragmentada, inconformista y
reivindicativa, en esa actitud del medio cuerpo que no reconoce la otra mitad.
Lo cotidiano descubre un espacio inhóspito y desapacible. Las antiguas
estampas de placidez han mudado su amarillo de mediodía por la grisura. Son
sitios umbríos sobre los que sobrevuelan los carroñeros. Otra atinada imagen de
ese estar a la intemperie es el poema “Cura” donde el propio ángel de la
guardia, inocente símbolo de esperanza y desvelo, necesita refugio en su
orfandad para curar sus heridas. Quien vuelve a casa no encuentra la calidez de
lo diáfano sino un atardecer crepuscular, la senda tortuosa que ingresa en la
penumbra. Es el tiempo de las pérdidas y del despojamiento hasta que la
existencia parece puro hueso.
El paso íntimo y meditativo de Lo
que hace el tiempo es permeable al ruido de la calle. Toma el pulso a las
noticias de lo cotidiano y hace de la memoria inventario y balance capaz de
unificar sustratos, esos sedimentos que se apilan en el magma informe del
ahora. En este relato del discurrir se definen también las sombras más oscuras
del existir; en cada sujeto hay un lugar sin contornos en el que se agitan el
dolor y la extrañeza. Es el hilo argumental del poema “Brutal”: “Una parte
nuestra / consanguínea / es brutal. / La que agarra / el machete por el mango /
para cortar las hojas…”
Yolanda Pantin desdeña el punto de fuga del ensimismamiento para ser
testigo del trasfondo colectivo y para poner sus ojos en la realidad
desapacible de su país. Los registros explícitos de este compromiso con los
otros se muestran en composiciones como “Mensajes”, donde con escueto laconismo
no duda en denunciar la demencia del poder y su empeño por doblegar la libertad
individual.
Sirve de coda “El Corneto”, un relato sobre un caballo que huye de la
casa familiar y protagoniza una última estampida. El cuento tiene la
delicadeza y nitidez de una ensoñación lírica y se basa en una narración materna,
como si la voz poética ejerciera de intermediaria para idealizar las asperezas
y diera cauce a alguno de los cuentos que tanta luz aportaban en los
días lejanos de la infancia.
Lo que hace el tiempo es un
poemario de textura sutil que busca desnudez en su desarrollo argumental, como
si el proceso de escritura practicase una poda de lo superfluo. En cada poema
es perceptible el entrelazado entre lo personal y el laberinto social, la
conciencia de quien se siente “perdido en la emboscada histórica”. Esa saturación que engulle el tiempo impulsa la escritura, trazos de incertidumbre habitando en la punta de la lengua.
Llego hasta tus puentes y de nuevo otra estupenda reseña, generosamente como siempre me ofrece el descubrimiento. Así me he visto en otra nueva búsqueda. Gracias por compartir José Luis. Un abrazo
ResponderEliminarGracias por tu continuo estar, Carmela; ya sabes que mi mesa es un afán lector que a veces deja el placer del descubrimiento; Yolanda Pantin es una de las voces esenciales de la poesía venezolana actual. Su quehacer intimista fusiona confesionalismo biográfico y compromiso con el tiempo histórico. Muchas gracias por tu afecto.
EliminarEstupenda reseña.
ResponderEliminarGrande la poesía venezolana!
Abrazos
Grande la poesía de Venezuela en ese entrelazado entre el sujeto personal y el discurrir colectivo. Yolanda Pantin nos deja un libro lúcido, directo y desgarrado, que no esconde la erosión del tiempo. Un fuerte abrazo, Gabriela.
EliminarAsí es. Estoy por leerlo. Gracias por estas valiosas miradas.
EliminarFuerte abrazo, José Luis.
Querida Gabriela, tuve ocasión de dar un abrazo amistoso a Yolanda Pantin en la librería Nakama de Madrid; no pude ir a la presentación del Premio Casa de América y acompañar a los amigos porque yo tenía una lectura personal en Rivas, dentro del Ciclo Literario "Palabras en vuelo". Sé que fue un éxito y que los oyentes quedaron encantados con la mirada estética de Yolanda y con su fuerza emotiva. Un abrazo.
EliminarQué alegría lo que me cuentas. Seguro te fue precioso en tu lectura. Puro talento en Madrid. Abrazos
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