Otra manera de decirlo La poesía de Karmelo C. Iribarren Pablo Macías Renacimiento, Los Cuatro Vientos, Ensayo Sevilla, 2018 |
EFECTOS DE REALIDAD
La realidad y sus tumultos cotidianos
constituyen el centro de gravedad
poético de Karmelo C. Iribarren. Su transitar descubre un poblado escaparate de
indagaciones sobre el ser y el estar. Concede
al alter ego literario un claro valor
de verosimilitud autobiográfica porque revitaliza relaciones entrelazadas entre
la caligrafía del verso que da voz al personaje y el devenir existencial. Asume
desde el arranque un enfoque personal, con sostenida estructura de tono que
converge en un presente de serena afirmación ante el misterio de la identidad y
el rastro contradictorio del mundo exterior, tan proclive a la paradoja y la
especulación filosófica.
El ensayo Otra manera de decirlo
es el primer enfoque crítico de Pablo Macías (Arcos de la Frontera, 1979),
profesor de Lengua y Literatura. Pretende responder a las cuestiones esenciales
que propicia el taller de Karmelo C. Iribarren. En suma, es una búsqueda de su fondo
literario en el mudable paisaje de la poesía contemporánea intersecular, tan
fragmentado en catalogaciones de urgencia y tan proclive a difuminar los rasgos
individuales en fotos de grupo.
El poeta pertenece a esos
creadores que hacen suyo el conocido aserto de Eloy Sánchez Rosillo: “Yo no
tengo teorías, tengo poemas”. De ese dictum lapidario arranca el estudio
crítico de Pablo Macías. El ensayista sabe que la hermenéutica y la ontología
justificatoria están dentro y que los versos no requieren paráfrasis en prosa
para abrir ventanas de empatía. Vaya por delante también que la crítica es un
desbroce aclaratorio que en nada afecta a la calidad de la poesía y que
resulta especialmente útil para moverse en el poblado callejero de contemporáneos.
Una obviedad: el rótulo de una calle define el punto exacto donde está.
Del mismo modo, los conceptos aplicados a la poesía de Karmelo C. Iribarren:
realismo intimista, poesía urbana, minimalismo o neorrealismo son enfoques que
visten la talla del poeta, sin más efectos secundarios, que avisar como luces
de situación. Esta digresión no esconde, sin embargo, que haya marbetes
estridentes, más inventados para sembrar alborotos, polémicas y titulares que
para contribuir al pie de página del didactismo crítico.
Pablo Macías explora el contexto histórico de los años noventa,
cronología donde nace el fluir de Karmelo C. Iribarren y recuerda las
calas reseñables de un periodo marcado por la poesía de la experiencia o poesía
figurativa que ya ha sido estudiada, con enfoques divergentes, por abundantes
investigadores. De nuevo, se alude a la imprecisión terminológica. Es un hecho
indeclinable porque los conceptos mentales son construcciones subjetivas, en
las que se afianzan la experiencia cultural, el aporte biográfico y la
inmersión en sustratos contingentes. Desde 1993, con el cuaderno Bares y noches, Karmelo C. Iribarren se
incorpora al rostro plural del fin de siglo
y dispersa aportes en las páginas de la revista Lúnula, publicación del Ateneo Obrero de Gijón. No tarda en
amanecer su libro germinal, La condición
urbana, y poco después Serie B y Desde el fondo de la barra, entregas que
propician el encasillamiento en el marbete “Realismo sucio”, con dos magisterios esenciales, aunque no úncios: Raymond Carver y los poetas del Medio siglo. El discurrir de la etiqueta también propicia
acotaciones reflexivas de Pablo Macías que abren la puerta a una de las
características básicas de esta voz: la máscara autobiográfica. El
ensayista incide en el diálogo entre sujeto empírico y contrafigura ficcional.
El efecto de realidad admite desdoblamientos, imposturas y proyecciones, pero
es evidente que la entidad de la máscara corresponde a quien la moldea porque
conecta con la emanación interior que le da impulso, a través de la transparencia
referencial. Son títulos que cierran la etapa de autoafirmación en la que se hace
el personaje protagonista. Así lo entiende también Pablo Macías que abre con La frontera y otros poemas un nuevo
enfoque. En él, la observación depara un gran ángulo para enunciar las
características relacionales del entorno, un escenario definido como “una presencia casi física que absorbe las
tribulaciones emocionales del personaje”. El espacio físico, como sondeo de
impresiones y estados de ánimo, justifica este acierto en Diario de K.: “Yo soy una persona más bien sedentaria, de un
sedentarismo paradójico, que se deja trasladar”. De este modo, los poemas
propician una observación omnisciente que aglutina actitudes diversas, y desvía el intimismo del verso hacia una latitud exterior.
Con pasional impulso por la exactitud,
Macías propone un deambular evolutivo en tres etapas definidas por la
construcción del personaje, la observación trascendente del entorno y la
disolución del personaje en dicho entorno. El crítico discrepa de los que han
catalogado esta travesía creadora como una unidad coherente –es mi caso,
también- que reitera temas, tonos y enfoques. La coherencia de un autor no
significa que sus poemas se mimeticen entre sí sino que prolongan tratamientos
semánticos o formales; en Karmelo C. Iribarren hay constantes que
indican un trayecto sin fracturas: el tejido sentimental de los poemas, la voz
confesional, la ciudad como marco o escenario habitual, la percepción de lo
social lastrado por un otro individualista y ajeno, la rutinaria faz desapacible de lo laboral… No son enfoques de trinchera sino formas de
decir que subrayan matices. Es evidente el cambio del sujeto: el hablante
lírico ejerce un papel activo de los primeros libros que enuncia acciones
propias en el poema, mientras que en los recorridos más recientes prefiere un
estar reflexivo y observador, como si vislumbrara no la escena que presencia
sino la estela interior que lo percibido deja en su pensamiento emocional. Esas
dos caras del sujeto comparten, sin embargo, una actitud antiheroica, un estar
en un marco que convierte la extrañeza en impulso predominante de
lo emocional. Y es también continuista la manera de decirlo con poemas
minimalistas, que buscan su eficacia especular en el decir aforístico.
El crítico segmenta un tercer trecho entre
2013 y 2017, denominado “La disolución del personaje en el entorno”. Es un
recorte atinado. Se alude a la filiación en un discurso reflexivo en torno “al
indescifrable misterio cotidiano de ser y de estar en el mundo”. Los poemas
aumentan la interiorización, más allá de un afán contemplativo, ahora casi
convertido en experiencia cognitiva e iniciática. Esta reflexión se va haciendo
con el paso del tiempo más crepuscular porque incorpora en los desarrollos
temáticos núcleos nuevos como la erosión del discurrir o la presencia de la
última costa en la existencia.
Otra
manera de decirlo es un valioso aporte crítico, una fiesta intelectiva.
Supone un análisis profundo en la creación de Karmelo C. Iribarren. Activa
enfoques que contextualizan la poesía del escritor vasco y el ensamblaje
textual de su experiencia autobiográfica. Demuestra una vez más que el vuelo
imaginativo de la buena poesía nunca camina solo y mantiene una estrecha colaboración con el crítico.
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