Enormidad Sihara Nuño Ediciones de la Isla de Siltolá Sevilla, 2018 |
SENTIR EL AIRE
Antonio Vega y Manuel Neila dejan hilos conceptuales en el ovillo
poético de Sihara Nuño (Ameca, Jalisco, 1986), quien emplea en su último
trabajo un título conciso y penetrante, Enormidad.
Esa idea de dimensión expandida invita a la paradoja porque el libro recurre al
aforismo como estrategia expresiva. De este modo, se abre una nueva puerta al
taller literario de la escritora que hasta la fecha había cultivado la poesía
como eje vertebrador. Su cauce alienta un largo viaje que aglutina
las entregas Los monstruos se disfrazan
de flor (2016), Los cerdos también
sonríen (2016), La casa que nos
habita (2017) y el volumen, de aserto impronunciable, Hipopotomomonstrosesquipedaliofobia.
Una de las cualidades del
aforismo actual es la amplitud de enfoques que admite en su desarrollo; el
fragmento puede cobijar una interpretación ética de la existencia o un marco
reflexivo que cuestione las dubitaciones de un sujeto frente a la
incertidumbre. Sihara Nuño abre su libro con la voz natural de quien sale
al día, sin imposturas metafísicas, con la mera intención de ir dejando las
migas sueltas de un trayecto autobiográfico. El lenguaje testifica. Se hace
crónica de lo transitorio. Sostiene las dudas que nunca se resuelven del todo
porque aluden a su mala memoria para albergar respuestas. Los breves textos dan
la mano a trámites que dan fe de vida. En el trayecto personal
no hay materia oculta sino los costurones opacos de una realidad que, de vez en
cuando, necesita un chiste, o admite la reprimenda de haber llegado tarde a la
épica para dejar en las esquinas una sombra confusa, que comparten los otros y
el yo. Los aforismos miran actitudes, esos gestos mínimos que buscan sentir el
aire y filtran en su epitelio unos rayos de sol.
Hablé al comienzo de esta lectura del lenguaje natural de Sihara Nuño y
añado aquí el empleo de un humor en voz
baja, que no busca la carcajada sino el trazo abierto de la sonrisa. La
conciencia es siempre una apertura al asombro y sus efectos secundarios; la
enormidad es un vacío dilatado que deja sitio también cuando no hay sitio. Los
remansos existenciales suelen
contaminarse por la decepción y el rastreo de falsas esperanzas. Sobre el
entorno habita una nube de amargura que exige una interpretación trágica de la
realidad. Solo se diluye desde la confianza en el papel de las pequeñas cosas y
desde el sentido del humor, de cuyos efectos terapéuticos dan cuenta muchos aforismos
de Sihara Nuño: “Si tienes halitosis procura al menos no ser infiel”.
Organizado en tres tramos, el central, “Clemencia” apuesta por la
continuidad en su deambular por lo diverso y en el cultivo de la síntesis en el
tejido formal. A veces con un ascetismo que exige la participación activa del
pensamiento lector: “La realidad es”, “Pensamientos involuntarios”, “Vuela”,
“Levanta el verso”, “Por favor”. Esa delgada línea del género no anula su
capacidad para guardar el sentido poético y escuchar el latido de la
imaginación: “¿Puedo trepar por la manzana?, susurró el niño”.
“Enormidad”, el apartado de cierre, explora una veta cognitiva, cuyas
coordenadas traza la cita de René Descartes: “Lo poco que he aprendido carece
de valor, comparado con lo que ignoro y no desespero en aprender”. Si la
existencia es un modo de saber, la actitud vital supone un recorrido por lo
contingente en el que toma cuerpo una manera de pensar, una mirada teórica ante
las cosas. Hacia su presencia mostramos empatía, rechazo, solidaridad e
indiferencia. Esos son los núcleos que configuran la escritura del cierre:
“Ante un dilema ético, consultar su marco teórico”, “El investindagador dejó la
rutinidad y salió al mundo. Comenzó a nombrarlo y descubrió la Enormidad”.
Otros aforismos rebajan el tono con un quiebro irónico: “Catedráticos con los
modales del cromañón”, “la capacidad craneal no es indicio de inteligencia”; o
enfocan su mirada hacia lo metaliterario, donde la poesía es siempre una
presencia activa: “¿En qué momento la información se transforma en conocimiento
y el conocimiento en poesía?”.
Un aforismo recuerda que la instrucción básica que exige el empleo de la
sombrilla es que resista. Es una cualidad también aplicable al fragmento. Bajo
el paraguas de su argumentación debe acoger los gestos del pensamiento, esos
tanteos que exploran asuntos aparentemente triviales. El tacto de las palabras,
con su lenguaje claro, humilde y
sosegado, debe descubrir la enormidad que cabe en un átomo, esa materia intacta
con la que vamos construyendo el mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.