lunes, 6 de abril de 2020

LAURA GIORDANI. MANCA TERRA

Manca terra
Laura Giordani
Prólogo de Yaiza Martínez
La Garúa Editorial / Poesía
Santa Coloma de Gramenet, Barcelona, 2020



SUELO BAJO LOS PIES



   Nunca he creído en la idea del creador desgajado del contexto teórico de la escritura. Además, el poeta es un ciudadano que vive con intensidad los pormenores diarios de la calle. Intenta reflejar en la página los rasgos figurativos y conceptuales de un entorno común que engloba el ser individualidad y la voz plural de lo colectivo. Por eso, antes de entrar en la materia verbal del libro Manca terra de Laura Giordani (Córdoba, Argentina, 1964), considero muy orientadora esta definición sintética, ubicada en la solapa del poemario sobre el quehacer, tan vinculado a lecturas, seminarios y talleres: “El lenguaje poético y la creatividad como instrumentos de resistencia del espíritu humano frente al arrase sistémico es el núcleo de su labor como escritora y docente”.
   Esa sensibilidad despierta y receptiva de Laura Giordani ha dejado en la última década seis poemarios, dos plaquettes y la voluntad inalterable de seguir andando por las aleatorias calles del poema con nuevos viajes como Manca terra. La apertura de Yaiza Martínez recuerda un antiguo sistema de signos irlandés denominado “Alfabeto de los árboles”. El conjunto gráfico representaba en el acercamiento comunicativo un doble sentido, literal y metafórico. Sirve para postular las vetas subterráneas que fertilizan la corporeidad frondosa de un decir poético que permita “la floración de la rama calcinada”. De ese íntimo proceso germinal debe emanar el itinerario vital de la naturaleza. Un abrazo cognitivo capaz de fortalecer el compromiso del sujeto con el lenguaje y con su concepción ética de la poesía, postura esencial en el núcleo filosófico de María Zambrano.
  El poema es un viaje hacia dentro. Desde la indagación que desconoce lo explícito se agita la profundidad para que emerja lo inesperado. Para ello, Laura Giordani busca en la naturaleza y, concretamente, en el hábitat entornal del bosque, una codificación de analogías y metáforas capaz de trasmitir desde el silencio la minuciosa red de los significados. Así se va gestando un discurso fragmentario con la claridad justa desde un destello auroral, una simple rendija que inaugura amanecidas y comienzos.
  En esas coordenadas singulares de la percepción el pasado retorna, evocador y fuerte, como una invitación a lo diáfano y a la mirada tranquila, cuando aún no se habían moldeado las sílabas maltrechas de la experiencia y estaban sin pronunciar palabras como ceniza, lágrima o caída. Entonces, el corazón ofrecía el resguardo del canto que emergiera sin mácula. De esa celebración inadvertida que da a la fragilidad de la escritura un epitelio de resistencia se hacen los poemas del segundo apartado que enfrentan al sujeto con la desolación de un tiempo de herrumbre. La escritura entonces tiende las manos a otra realidad ideal, como esos recuerdos que sobrevivieron al precipicio del entorno: una talla de madera, una postal escrita en un campo de concentración, un fragmento de poema en un saco de cemento o una mariposa dibujada en papel que duerme en un maletín de cuero… Tercos andamios en el aire.
   El tiempo nunca apacigua los pasos y es capaz de oír entre el silencio la partitura de una música que acompaña en el aire. Asumir que la tierra es escasa y deja la raíz al descubierto es afrontar que formamos parte de una evanescente comunidad que hace de la tecnología su becerro áureo y que cada vez, con sus miradores digitales, se aleja más del lenguaje natural del paisaje y nos niega el suelo bajo los pies.  Tal vez el neologismo “encielarse” defina en su semántica la necesidad de inventar en el páramo yermo de la realidad grafías de esperanza. Esa es la pulsión más estremecedora del lenguaje, como define este esqueje versal, tan lleno de belleza: “Quedarse / con lo que ardió / abreviado en un puñado de cenizas / -todavía tibias- / devueltas a la tierra para abonar / los árboles que todavía resisten en pie”.
   El volumen de Laura Giordani recoge como cierre las demarcaciones culturales que inspiran algunas composiciones. Los referentes ubican mejor un ideario que camina por las circunvoluciones de lo autobiográfico y el núcleo experimental de la escritura. Enuncia una posición introspectiva con mirada crítica frente a un mundo en crisis, y la exploración del yo femenino, cuyos contornos se recortan en la soledad de la historia. También reflexiona sobre ese momento íntimo de la creación capaz de sacudir el tiempo con la fuerza ensimismada del árbol, con ese afán inadvertido y subterráneo de quien busca entre la manca terra otra semilla.

JOSÉ LUIS MORANTE    

2 comentarios:

  1. En estos tiempos tristes y difíciles que vivimos, cuánta falta nos hace la palabra que contenga vida y sentido ético, querido poeta. Al parecer este libro camina en este sentido. Gracias amigo por tu aportación. Abrazos!!

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    1. Así es Luis Ramos, la poesía de Laura Giordani se aleja de los habituales recuentos comunicativos para indagar en el sentido crítico, en la denuncia hacia una civilización que da la espalda a la naturaleza y el el propio sentido del lenguaje poético. Son vetas que hay que recorrer muy despacio. La verdad. Gran libro.

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