Pétalos con luz Fotografía del archivo entrejardines |
OLORES PERDIDOS
Con fija obsesión, cuando era niño solía agarrarme a las ramas del
ensimismamiento, silencioso y ausente, como quien cruza espejos. Don Emilio, el maestro, insistía en llamar mi atención con aspavientos teatrales. Hasta que su cansancio reconocía
lo inútil de su empeño y proclamaba en voz alta mi condición de raro, una cabeza
firme empeñada en plantar rosales árticos. Indeciso y sin brújulas yo
regresaba a casa. Sólo mi madre mostraba desacuerdos con el juicio docente. Me
abrazaba fuerte y alborotaba alegre mi flequillo. Después se perdía en el
mediodía incierto de lo diario o pasaba las horas en el patio, entre olores perdidos, deshojando
pétalos de luz.
(De Cuentos diminutos)
¡Muy hermoso cuento!
ResponderEliminarMuchas gracias querida Gabriela Rosas; yo creo que cuando regresemos a la normalidad, una de las cosas esenciales será buscar la verdadera esencia de lo cercano, de lo que de verdad importa, lejos de esos espejismos hechos de humo. Muchísimas gracias por tu lectura.
EliminarUno vive siempre indeciso entre el cariño de los propios y el juicio instantáneo de los ajenos. Y en la niñez como patria indeleble.
ResponderEliminarAyer llovió mucho por aquí, querido Francisco Caro, y se llenó la casa de olores perdidos: el camino de tierra, el césped cortado, los geranios... Así que recordé a los que nos están, que siguen trajinando en la memoria. Gracias siempre por tu amistad.
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