La taza rota Florencia Madeo Facente Ediciones Liliputienses Colección de Poesía centrifugados Cáceres, 2020 |
LA TAZA ROTA
La nota biográfica que incluye como coda esta edición de La taza rota deja al lector unas mínimas
coordenadas, útiles para clarificar el trabajo poético de Florencia Madeo
Facente entre la crecida de ramas jóvenes en castellano. Nacida en Buenos Aires
en 1992, su quehacer se define desde el taller de la escritora Paulina
Vinderman. Es profesora de filosofía y ha trabajado como docente dando clases
de español para extranjeros. Su epifanía es el poemario Una ciudad en silencio, en la
antología de poesía joven “Celofán”, editado por
La Carretilla Roja Ediciones en 2018. Predominaba en esa entrega de
amanecida un verso libre de cuerpo amplio, próximo al enunciado en prosa, que
entrelazaba secuencias descriptivas, como en el poema “Retrato de una
inundación que ocurre en otra casa”, y retazos intimistas, según se lee en
el poema homónimo “Una ciudad en silencio”.
El paratexto de La taza rota elige
como cita básica unos versos de Anne Michaels, la maravillosa escritora
canadiense, nacida en Toronto en 1958, cuyos poemas siempre obligan a mirar a
los ojos de lo real: “No puedo ver el mundo con tus ojos, / pero puedo verte a
ti en el mundo”. Desde esa franqueza indagatoria parte la poesía de Florencia
Madeo Facente. Su contención y desnudez crean una atmósfera de cercanía
afectiva y de confidencia directa. El yo poético se acerca en busca del
interlocutor que acoja las asimetrías del discurrir diario o que comparta con él esa actitud de espera de la posibilidad. En ese transcurso
no faltan las hendiduras: la enfermedad y el dolor, la compañía de los sueños, el
rumor manso del estar a solas, la incertidumbre o el desamor. Son secuencias
que guardan sus señales en la percepción del entorno y que es necesario
comprender desde la textura de sus sensaciones.
También en la mirada del poema se cobija un onirismo que enlaza con la
imaginación infantil y que convierte el ánimo sentimental en una historia de sugerentes
acuarelas visuales, capaz de de convocar en su transparencia un largo viaje
afectivo. Como esos pegamentos invisibles que conceden a las tazas rotas una
segunda vida. La separación no niega el
abrazo o la posibilidad de estar cerca en las palabras y en los deseos, o la inmersión
en el pasado como se recupera, insólita en su aparición, alguna especie que
parecía extinguida. El poema “Lógica
aristotélica para aficionados” suma al onirismo de las imágenes una
cierta ironía en la personificación de objetos y en el enlace aleatorio de causas
y efectos que regulan los días.
La naturalidad expresiva en algunos poemas mantiene una corta distancia
con el yo biográfico. En el poema “Cumplir 25 años” un yo desdoblado monologa
con su identidad, que impulsa la mutación y el desconcierto, esas certezas
aparentemente contradictorias que acumula el tiempo consumido y ese gusto por
los detalles que se quedan en el
interior, como si su presencia definiera lo cotidiano, o evitara que lo vivido
encontrara en el olvido una salida de emergencia.
El perfil de La taza rota recrea
el sistema tensional de lo diario y la vitalidad de lo contradictorio. En él
conviven, como sucede en todo poeta “herido por el lenguaje” la mirada
introspectiva y la contemplación de la realidad, siempre con una modulación personal y distinta, que deja en su riqueza expresiva los detalles significativos de la memoria, ese reconstruir lo que nunca pasó para que el mundo sea diferente.
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