El arte dentro del marco y el aforismo frente al espejo Víctor Guédez Prólogo de Luis Pérez-Oramas Oscar Todtmann editores Caracas, Venezuela, 2022 |
VOCES INTERIORES DEL AFORISMO
Los esquejes reflexivos del decir breve no son una estación de llegada sino un amanecer que abre ruta; es pensamiento activo, consciente del singular misterio de cada instante. Víctor Guédez reconoce el carácter simbólico e iluminador del título y comenta los diferentes recorridos que marcaron ruta hasta el viaje final, a partir de dos estrategias: la exploración semántica del minimalismo lacónico desde quienes lo practican y la compilación de textos monotemáticos, que ubican la escritura en “el marco” con una visualización expansiva y polivalente.
El estudio rastrea variaciones sobre el tema del aforismo, Algunas ya convertidas en cuestiones sin respuestas. Es el caso de la indefinición del decir breve, más allá de la extrema economía verbal. Al mismo tiempo, aborda los núcleos referenciales del pensamiento conciso siempre centrado en la profundidad de lo elemental. En esta confluencia de cuestiones se recuerda que el aforismo es humildad y sabiduría; como sugería Juan Ramón Jiménez, menos es más; el género se define siempre desde la carencia y nunca desde el exceso. Desde la contención y el despojamiento ha ido creciendo una terminología incansable, en la que han colaborado muchos aforistas con denominaciones particulares los aforismos son cohetes, voces, luciérnagas, pecios, pensamientos desmandados, migas de voz, fogonazos, microlitos, luciérnagas, minucias y relámpagos que ofrecen cobijo a todas las formas del laconismo. Con tono conclusivo, Víctor Guédez aleja el paso del aforismo de un dogmatismo autocomplaciente para acercar su función a la idea de un compartir solidario, así como la necesidad de irradiar una idea que alcance a quien más lo necesita”. El aforismo interacciona con su tiempo, crea una cosmovisión expresiva y alumbra un sistema de valores referenciales.
El itinerario de textos seleccionados comienza con una compilación de piezas del escritor. Son aportes que muestran una visión del aforismo en el devenir creador que cimentan la semántica lacónica y su arquitectura interior: “Los aforismos son pequeñas sentencias sobre grandes ideas”; “El aforismo requiere de la reflexión para convencer, de lo emocional para conmover y de lo intuitivo para seducir”. En suma, una incansable meditación sobre el lenguaje que trasciende la voz concreta en su búsqueda de lo esencial.
Las voces antologadas proceden de distintas geografías culturales y diferentes ámbitos expresivos. Son chispazos interiores independientes que promueven visiones metaforísticas, en las que el pensamiento busca amparo en el propio interior. A través de un lenguaje de extrema precisión afloran los rasgos básicos de la estrategia expresiva: “Un aforismo es levadura para el sentido: una concisa disposición verbal que genera locuacidad para su reserva”” (Luis Miguel Isava). En otras reflexiones emana un lirismo que emparenta el minimalismo conciso con la creación poética: “Es un temblor que se recoge” (Alberto Hernández); “El aforismo es el trasluz de la hondonada” (Luna Benítez); “El aforismo no es el rayo: es la luz encendida que permanece en nuestro pensamiento” (Nelson Rivera). Y otras dan cuenta del carácter aleatorio de un género capaz de plegarse a las mutaciones de lo contingente: “El aforismo es una frase feliz, es una verdad irónica, es filosofía cristalizada, es una ética sutil, es un fragmento lúcido, es la ligereza de la gramática, es la elegancia de la sintaxis, es una agudeza memorable, es una autobiografía en una línea (…) es el erotismo de la inteligencia” (Ramón Eder); “Un destello de sentido que quiere ser verdad” (Luisa Elena Sucre). Aunque siempre conviene recordar que la economía extrema del aforismo es una forma de escuchar lo profundo, lo casi inexistente, por lo que toda contextualización teórica será subjetiva y limitada. Juan Ramón Jiménez evidenciaba esa condición paradójica del esquema conciso: ”Un aforismo ni afirma ni niega porque pone en crisis tanto a la afirmación como a la negación”,; también Karl Kraus insistió en esa inagotable suma de mutaciones: “un aforismo no coincide nunca con la verdad; es una media verdad o una verdad y media”.
En esta prolija enciclopedia de pensamientos Víctor Guédez convierte el arte en núcleo reflexivo central. Como vehículo de revelación, explora su naturaleza para comprender los límites de la experiencia estética y su capacidad de metamorfosis ante un mundo sensible disgregado. La selección de citas subraya la incansable tarea del experto y una insólita profundidad de pensamiento que rastrea un extenso territorio de momentos culturales, idearios estéticos y pensadores. En suma, los caminos del arte en toda su plenitud e infinita variedad.
Pero el impulso creativo sería estéril sin el rol diferencial del artista y su afán transitorio. Al autor dedica el ensayista un amplio inciso meditativo. La tarea de crear moldea la personalidad del creador y su deambular entre la contingencia. La plenitud y maduración se logra cuando aflora una singular manera de entender el mundo y convertir el arte en conciencia, hecha de paisajes internos y subjetivos. Como escribiera Oscar Wilde: “El verdadero artista no es el que procede del pensamiento a la forma, sino más bien de la forma al pensamiento y al sentimiento”. En esa búsqueda continua del creador, el riesgo y la transgresión son necesarios; constituyen pasos de acercamiento a lo intangible y, como afirmara Marcel Proust: “No debemos tener miedo de ir demasiado lejos, porque la verdad está más allá”.
Los textos breves dedicados a la obra de arte recrean la definición de espacios y el análisis plural de sus posibilidades expresivas. Se trata de percibir, indagar y escuchar, lejos del mercantilismo, en ese proceso denso y complejo, donde el artista sale de sí mismo para mostrar la esencia de su obra, capaz de suscitar la emoción del espectador. Queda, por último, la valoración crítica, que cuestiona, interpreta, analiza y sugiere para volver a cuestionar todo el proceso creador. En la contención del aforismo habita la libertad de pensar, ese contacto entre lo previsible y lo extraordinario que aprende las cosas desde lo elemental. Que se despoja de sí mismo para habitar el vacío. Wallace Stevens condensó con acierto esta sabiduría intangible: “Ilumina fugazmente la nada que no hay y la nada que hay”.
JOSÉ
LUIS MORANTE
Maravillosoa reseña,libro necesario en este país, en el que no se ve mucho del género. Y en buena compañía, coincidimos en esta selección. Un abrazo
ResponderEliminarpleno acuerdo, querida Gabriela; el libro es un compendio de sabiduría minimalista y es una verdadera alegría que nuestros textos encuentren sitio y se den la mano. Desde Madrid, un enorme abrazo y seguimos buscando ese camino de poesía y pensamiento del decir breve. Feliz día.
EliminarHe corregido, a requerimiento del editor, la fecha de nacimiento de Víctor Guédez; nació en Caracas, Venezuela, en 1945. Parece que la fuente de información que utilicé para la reseña estaba equivocada. Así que mis disculpas.
EliminarGracias querido. Un abrazo grande y qué gusto coincidir. Abrazos
ResponderEliminarGracias a ti por formar parte a diario de este quehacer de asombro y aprendizaje que impulsa el aforismo; querida Gabriela. Sí, ha sido una muy grata sorpresa coincidir en las páginas de este excelente ensayo de Víctor Guédez (Caracas, 1945). Fuerte abrazo.
Eliminar