viernes, 4 de marzo de 2022

RAMÓN EDER. AFORISMOS Y SERENDIPIAS

Aforismos y serendipias
Ramón Eder
Editorial Renacimiento
Colección Los cuatro vientos
Sevilla, 2021

LAS PACES CON LA VIDA

                                                        

   Poco dado al dogmatismo teórico, en el blog “Puentes de papel” Ramón Eder (Lumbier, Navarra, 1952) realizaba un mínimo acercamiento reflexivo al aforismo y a su vibrante despegue en el presente. El breve texto “Los apogeos intermitentes del aforismo” alertaba sobre los vaivenes presenciales de la voluntad lacónica y sus posibilidades de fulgor y marginación. Y asociaba ese estar de movimiento pendular con una etapa histórica de transición, donde el suelo de la certidumbre se convierte en espejismo movedizo que moldea la verdad y media del pensamiento en media verdad.
   De esa tensión polarizada entre fugacidad y permanencia se nutren los retazos verbales de Ramón Eder. El navarro muestra un decidido empeño por convertir la estrategia expresiva del habla lacónica en monopolio expresivo, aunque no reniegue nunca de un trayecto plural, cuya travesía inaugural dejó los poemarios Axaxaxa mlö (1985) y Lágrimas de cocodrilo (1988) y el libro de relatos La mitad es más que el todo (1988). Después, la cosecha minimalista y lapidaria copa por completo el trabajo de taller con casi una decena de estaciones al paso, algunas de especial calado como Palmeras solitarias,  reconocida con el Premio Euskadi de Literatura, 2019.
   En el caminar a solas del aforismo en busca de lo inesperado emerge una voz singular en la que toma asiento una reconocible caligrafía semántica, moldeada en torno a la existencia cotidiana y los dispares relieves de la realidad. La meditación fragmentada desgrana semillas verbales a partir de nutrientes expresivos como la intimidad confidencial, el humor, la ironía benevolente y la paradoja. Así se fortalece una inteligencia creadora que aglutina las entregas La vida ondulante (2012), Aire de comedia (2015),  Ironías (2016), Palmeras solitarias (2018), Pequeña galaxia (2018), El oráculo irónico (2019) y Café de techos altos (2020). Una amplia muestra de tan encomiable producción se compila en Aforismos del faro de la Plata (2022), con edición, selección y prólogo de Carmen Canet, profesora, aforista y excelente sondeadora del minimalismo verbal.
  La edición, con magnífica fotografía del autor de David Herranz y una escogida estela de viñetas que reordena la separación de secciones, ubica como farol de entrada un humorismo del inagotable Mark Twain: “Las mejores arrugas las producen las sonrisas”. Y añade una nota explicativa sobre “El aforismo serendipia”; Eder focaliza una estela del laconismo que aporta el reflejo de lo inesperado, ese instante varado en los relojes que convierte en compañía la casualidad y el hallazgo feliz por accidente. La sección “Aforismos de la Zurriola”, resguarda a los aforismos bajo las sombrillas playeras de Donostia, para reflexionar sobre la naturaleza literaria del género. Ramón Eder exige al habla concisa inteligencia, humor, ingenio y la carga justa de simbología que anule la banalidad de la ocurrencia.” En el aforismo el fondo y la forma son inseparables”, “El aforista es una mezcla de filósofo sin sistema y de poeta sin ripios”, “Todo libro de aforismos es un cajón de sastre”.
   Se advierte de inmediato que el escritor sabe que la pulsión vitalista del texto breve cobija ingenio, ese chispazo de la inteligencia que nunca concede sitio a lo previsible. Cada aforismo bordea la cuneta que enlaza realidad e imaginación, Es grava suelta y arbustos silvestres; un suelo firme, pero irregular, en el que se dibuja la sombra del discurrir diario: ”Cometemos el error de pensar que estar vivos es normal y corriente cuando es excepcional y asombroso”. En efecto, las aceras del día depositan situaciones, actitudes y pensamientos que van tejiendo la minúscula telaraña del asombro en la limpia nitidez del aire.
   Desde la luz encendida de la reflexión, se van alzando espacios de diversidad, como quien mira por la ventana y vislumbra una calle concurrida, donde cada instantánea es autónoma y exige una atención perpleja. La voluntad del texto suma recuerdos lectores, contingencias del ánimo y vivencias sentimentales que buscan integrarse en el balance existencial de la memoria: “Los hay que están enamorados pero son asintomáticos”, “Algunos se casan porque necesitan una madre”, “La paradoja de la vida es que hay que vivir como si fuéramos libres sabiendo que no lo somos”, “Cuando se construyeron las primeras cabañas de dos pisos ya algunos empezaron a soñar con rascacielos”.
   La sociología, el sentido lírico y la ironía son destellos continuos en la escritura de Ramón Eder. Proporcionan una naturalidad expresiva que, de inmediato, suscita el asentimiento y, no pocas veces, la sonrisa o el cálido abrazo lector: “Tenemos el dudoso honor de vivir en la época más próspera y más pueril de la historia”, “Creo que ser español para un español es más complicado que ser portugués para un portugués”, “El latín de las misas católicas lo entendía todo el mundo porque se sentía el misterio y así se comprendía todo”, “Las redes sociales de internet han modernizado el linchamiento”, “Lo malo de los atajos es que a veces nos hacen más corto un maravilloso camino.”, “A los narcisos les acaba haciendo el espejo la autocrítica”.
   El escritor rompe la monotonía con un amplio crisol temático. En él cristaliza, con voz serena e incisiva, la líquida realidad del discurrir. Aflora en los textos la carga interior del fluir reflexivo. La observación de quien percibe convierte cada instante en una parada emocional. El enunciado es compartido desde la razón como un frágil dominio sin pretensiones ilusionistas, aunque con la certeza de que “el escritor que innova es el que nos enseña a mirar de otra manera lo de siempre”, y de que “No gustar a los malos lectores es tan importante como gustar a los buenos”.
   Ramón Eder cierra su entrega con un abanico de serendipias. El escritor asocia el código comunicativo del habla concisa con el hallazgo y sus variaciones semánticas. Explora la oquedad azul del aire que suspende el misterio. Quien escribe busca rescoldos, manchas amarillas que diluyen las sombras; la esencia destilada del sol en la rendija.
 

JOSÉ LUIS MORANTE



 

 

 

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