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sábado, 21 de octubre de 2023

JESÚS CÁRDENAS. DESVESTIR EL CUERPO.

Desvestir el cuerpo
Jesús Cárdenas
Prólogo de José Antonio Olmedo López-Amor
Epílogo de Luis Ramos
Editorial Lastura
Colección Alcalima de Poesía
Madrid, 2023

 

DESNUDEZ

 

   Sin líneas divisorias, con evidente fortaleza creadora, Jesús Cárdenas (Alcalá de Guadaira, 1973), Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla y profesor de Lengua Castellana y Literatura, impulsa un recinto de luz que aglutina poesía, investigación literaria y reseñas críticas, siendo además en la actualidad redactor jefe de la revista Culturamas. Destila en el tiempo un cumplido itinerario poético que ve su amanecida con la entrega La luz de entre los cipreses (2012). Tras el paso inicial, su dinamismo ha ido forjando una estética figurativa que profundiza en el mensaje comunicativo, la propuesta dialogal del lenguaje y la concentración de significados. Jesús Cárdenas, además, se siente próximo al acontecer de la tradición y descubre su brújula en la conformación de moldes expresivos. La didáctica del poema temporaliza desarrollos y explora afinidades con voces fuertes, sondeando autores del canon como Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, Vicente Aleixandre o Ramón Gómez de la Serna.
  El verso “Brazos intangibles como abismos”, de excelente textura metafórica, sirve a José Antonio Olmedo López-Amor como pórtico de interpretación y núcleo reflexivo de Desvestir el cuerpo. El fluir de la escritura resalta la estela emotiva, la amanecida auroral de sinceridad que abre un tiempo donde se sustentan esperanza y memoria: “Así, desvisto muy despacio el cuerpo / hasta dejarlo en el acorde / donde acaba la tarde y el abismo comienza”. La progresión del fluir lírico, que entrelaza sensaciones, vivencias e inestables certezas, se vuelve hacia sí mismo para reflexionar sobre la razón del poema. Lo metaliterario aparece atestiguando la voluntad de las palabras, esos “hilos de incertidumbre entre los sueños y la verdad”. Pero la piedra angular de esta exploración crítica es el amor “como razón de ser y de escribir”, como introspección profunda en el camino de la contingencia.
   El amanecer del poemario aporta destellos de Raymond Carver, César Vallejo y Alfonsina Storni, cuyas citas contienen una tenue encrucijada de incógnitas sobre la que sedimenta el discurrir ficcional. Jesús Cárdenas distribuye el conjunto en tres secciones: “Todos los espejos”, “Cristal ahumado” y “Callada ceniza”. En el poema inicial la voz apelativa pone distancia, se hace distorsión y sombra, muestra las huellas de un viaje interior, un recorrido ya transitado en el que la memoria asienta su conciencia. Y, con esa inquietud de seguir, la fuerza de quien busca moldear nuevos sueños y hacer que las palabras construyan un refugio a la esperanza. La dicción pensativa se expande como espacio germinal, abre las manos del poeta para convertir el páramo del espejo en campo de siembra y sementera. Pero apenas es posible reencontrar lo perdido, “la liviana escritura de la carne” cuyo tránsito jamás podrá librarse del vacío.
   En los poemas centrales de “Cristal ahumado” persiste una atmósfera de desolación y formas imprecisas.  El yo verbal busca una voz que parece sólo un oscuro soplo de sombras. El amor es cicatriz; pavesas volátiles que conforman un sedimento de olvido. Queda así en la mirada de quien recorre el itinerario existencial una sensación de penumbra y carencia, una aletargada sucesión de interrogantes dormidos en el mapa del tiempo. Nacen así un conjunto de poemas crepusculares que no tiene otro afán que buscar al otro, que intentar unir de nuevo las dos mitades que se disgregan entre la ceniza.
   Todo parece la estela erosionada de un mal sueño. En el estar de paso persiste la “Callada ceniza”, como subraya el título de la sección final. Lo vivido ha dejado en la mirada interior un largo aprendizaje de soledad e invierno. Una imagen congelada en el espejo, una sucesión sin voz de historias apagadas y versos mudos, sobre los que se agosta la esperanza. En el sombrío espacio de la casa, la soledad toma cuerpo, mientras los recuerdos envejecen y sus bordes amarillean asumiendo el estar transitorio de los sentimientos, su carácter efímero y mudable que contagia también a la tinta emotiva del poema: “A pesar de todo, nos reafirmamos / en la luz de nuestro refugio, / el  silencio de la casa. Encendimos / el fuego con las manos; amor erguido en llamas. / Con esta firmeza combatiremos / esta y todas las noches invernales”.
   El poeta y cantautor Luis Ramos de la Torre incorpora el texto epilogal “Huesos que quieren ser poemas” donde reflexiona sobre la naturaleza ontológica del espejo y su paciencia contemplativa. Cuerpo y tiempo aspiran a crear un itinerario de belleza y conocimiento, una indagación en los muros firmes del lenguaje para que habiten juntos el olvido y la luz, el paso emocional de la belleza.
   Desvestir el cuerpo ilumina la conciencia de una voz a solas. Fusiona intimidad y desamparo en las expectativas de la costumbre. Los poemas taponan las grietas de un paisaje afectivo que percibe la aurora del amor como consoladora evidencia. La realidad emerge y nos desnuda, mientras la mirada se posa en los espejos para ratificar que en su lisura acecha siempre el fondo sin contornos del vacío. Lejos del abandono y la carencia, sólo el amor nos salva.
 
JOSÉ LUIS MORANTE






 
 

lunes, 25 de marzo de 2019

JESÚS CÁRDENAS. LOS FALSOS DÍAS

Los falsos días
Jesús Cárdenas
Editorial Alhulia, Palabras Mayores
Salobreña, Granada, 2019


HACIA LA NOCHE


   El profesor sevillano Jesús Cárdenas (Sevilla, 1973) comienza su labor literaria en 2012, con el libro La luz de entre los cipreses. Desde entonces recorre una senda escritural de sorprendente fecundidad. Prodiga entregas anuales que han convertido su quehacer lírico en una presencia frecuente en medios digitales y publicaciones en papel. Además, Cárdenas no descuida la didáctica del poema; colabora en cursos y talleres de instituciones culturales y practica la crítica y la investigación sondeando a autores del canon, como Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, Vicente Aleixandre o Ramón Gómez de la Serna.
  El aserto Los falsos días delimita el discurrir temporal en núcleo de reflexión. El fluir especular de lo diario cobija una invitación al estar. Su amanecida auroral abre una estela en la que se sustentan esperanza y memoria. La salida requiere una lenta progresión en la que se van entrelazando sensaciones y vivencias que toman el pulso a la realidad. Todo parece nuevo, expuesto al escaparate de los sentidos como una enramada de brotes que conmueve el ánimo y deja en la conciencia los colores intactos de la certidumbre; la voluntad del cántico.
  Pero la cronología del presente aloja en su interior otra luz, un destello tenue que contiene una encrucijada de incógnitas. El discurrir entonces se hace distorsión y sombra tintada, muestra las incisiones y pliegues que contiene la geografía nocturnal. En ellos aparece el misterio: “De pronto, la palabra / logra cruzar la noche silenciosa, / cuando crujía lo oscuro, / rompiendo cada labio de quietud / donde el amor no es luz ni es abandono “. Y con esa inquietud de seguir, la voluntad se revitaliza; muestra la fuerza de quien busca moldear sueños y hacer que las palabras construyan refugios para la esperanza. La palabra se alza como espacio germinal, abre las manos del poeta para convertir el páramo y la ceniza en campo de siembra y sementera.
   De esa voluntad de búsqueda del yo germina lo inefable; quien sale al día emprende el vuelo de Ícaro, mueve sus alas para borrar distancias hacia la luz, sin que ese empeño sea otra cosa que un afán de vuelo. Sucede también en el amor, que es más cicatriz que consumación y plenitud, pavesas volátiles que ascuas que prodigan su calor en las manos: “La luz se desmayaba pálidamente / cayendo todo el peso de la tarde / al abismo sin contención posible, / a la par que la estela de forrajes / iba agravando a cada kilómetro mis pupilas”. Queda así en la mirada de quien recorre el itinerario existencial una sensación de espejismo y carencia, como si no tuviese certezas, como si lo vivido fuese un mal sueño que requiere contención y quietud, que muestra esa levedad de una nube cruzando el azul del cielo con una senda de azar e incertidumbre. Nace así un yo despojado, que no tiene otro afán que buscar al otro, que  hacer del amor razón y vida, culminación y deseo cumplido: “Estoy seguro de que mi destino es amarte, / lejos del tedio de cada día, / tener como único propósito amarte / cada vez mejor “.
   Los falsos días da fuerza a una voz subjetiva y reflexiva que fusiona intimidad y conciencia. Que busca en las palabras esa destilación que enlaza realidades y sueños. Poesía que hace de los sentimientos una inflexión, un enlace entre pretérito y ahora para superar la noche, para dejar en las rendijas del sueño la condición posible de habitar la aurora.



  
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sábado, 25 de abril de 2015

JESÚS CÁRDENAS. SUCESIÓN DE LUNAS

Sucesión de lunas
Jesús Cárdenas
Anantes Gestoría Cultural, 2015
 


         SUCESIÓN DE LUNAS

   El escritor sevillano Jesús Cárdenas (Alcalá de Guadaíra, 1973), Licenciado en Filología Hispánica y profesor de Enseñanza Secundaria protagoniza un fértil periodo creativo. En menos de un lustro ha dejado en la imprenta cuatro poemarios a os que ahora se añade Sucesión de lunas, editado por Anantes. La salida adjunta un prólogo firmado por el poeta, novelista y crítico Manuel Rico, uno de los estudiosos que mejor conoce el mapa lírico del presente. Los que prefieran una lectura con referentes previos tienen en los párrafos del prologuista varias señales de situación; Rico recuerda el itinerario natural de Jesús Cárdenas en una lírica de “corte realista y transparente aunque sin desdeñar el destello imaginativo, casi irracionalista”, rumbo este último que parece acrecentarse en las composiciones de Sucesión de lunas, cuyos esquejes poéticos afloran desde el amor como gran árbol tutelar; también esboza la disposición orgánica del libro.
   Pero la charla sosegada con los versos siempre es personal, así que es recomiendo adentrase en los textos, tras las sugerentes citas de Pizarnik, Cernuda y Valente. El fragmento inicial “Un prodigio en la palabra” vela lo autobiográfico para centrase en las estelas que abre la palabra poética, cuyas imágenes se extienden en el sendero. Se apuntan las sensaciones que deja el percibir. Esas efímeras hendiduras de luz definen los cercanos paisajes descubiertos desde las palabras. El entorno contiene una faz mudable donde germina su pálpito plural. Quien contempla percibe el azar del aire, ese vuelo que enlaza hojarascas, polvo y ceniza, las presencias efímeras siempre huidizas y volátiles que tanto definen nuestra existencia como rumor de tránsito, un manojo de tiempo que acaso solamente perdura en la oquedad hospitalaria de los sueños. No es posible estar conforme en el ahora porque su espejo refleja soledad y desamparo; quien mira busca el inconcreto perfil de otra mirada.
   En la disposición interna de Sucesión de lunas la primera parte se decanta por dar voz al palpitar insomne de la soledad y su itinerario sentimental, siempre refugio y estación frente al incierto discurrir de lo transitorio. En el estar la palabra busca sitio, se hace expresión y símbolo de las horas deshechas, de aquello que envejece y declina. La voz abre caminos de regreso y apaga las preguntas.
   “Promesas de espejo” integra los poemas de cierre. En ellos prevalece como formato la prosa lírica para expandir el pensamiento de un sujeto verbal que mira el entorno desde la media distancia, con sosegada implicación. La existencia percibe alrededor signos cercanos que pasan a ser simples indicios de la memoria, igual que esos reflejos diluidos que dibuja la lluvia en las aceras. La mirada descubre ese color grisáceo de un cielo intempestivo que acentúa la sensación de soledad anclada en su propio silencio, vulnerable quietud que se refugia detrás del muro erosionado del recuerdo.
   En Sucesión de lunas Jesús Cárdenas dibuja un estar transitorio con olor a invierno, como si la epifanía de los sentimientos que trazan los puentes hacia el otro hubiese recorrido un itinerario vivencial, ya único patrimonio de la memoria, y tocase ahora dejar sobre la arena esa huella espiral del sujeto empeñado en descubrir la puerta de regreso.  



sábado, 23 de noviembre de 2013

JESÚS CÁRDENAS. MUDANZAS.

Mudanzas de lo azul
Jesús Cárdenas
Ediciones Vitruvio, Madrid, 2013

MUDANZAS
 
 
Jesús Cárdenas (Alcalá de Guadaira, Sevilla, 1973), poeta y ensayista, abre Mudanzas de lo azul con un paratexto plural que integra el intimismo de Luis Cernuda, la voz desgarrada de Lou Reed y el sueño reflexivo de José Hierro. El libro se organiza en cinco secciones y aborda como cauce general una poética en torno al ser transitorio; el hablante lírico establece las coordenadas de un cuaderno de viaje, un reiterado ciclo estacional que hace y deshace vivencias y recuerdos. Del pensamiento sobre el devenir deriva un ejercicio de recuperación y anclaje en torno a la palabra. Los verbos conceden una luz tenue que preserva la ceniza del pasado y asientan el presente, siempre abierto hacia un punto de fuga. Todo el apartado "La hora del té" suscribe una temática metapoética.
El avance pautado amplía el sustrato argumental con las facetas asimétricas que moldean la identidad del yo poemático. hay momentos en los que el poema se concibe como un inventario de intenciones en el que se reajusta el compromiso con la realidad y están los declives de la convivencia, esa maraña de líneas imprecisas que trazan los enlaces diluidos entre el yo y el otro. Entonces el entorno se convierte en escenario poemático, apunta hacia la contemplación de un sujeto en la orilla que busca en el poema el ruido de la calle.
En esas continuas mudanzas de luz perdura enaltecida y firme la vibración del ser en el tiempo, una forma de estar que enriquece el deseo, como aliento vital para aguantar el tedio gris de lo laborable, o esa búsqueda tenaz de un sitio fijo para albergar los sueños.
Si cada sección de Mudanzas de lo azul es un cambio de rumbo argumental, todos los poemas comparten el afán dialogal con el lector, la ubicación humanista del hablante poemático frente a  sí mismo y el latido tenaz de una cronología vivencial en la que los días nos van dejando entre las manos sus gastadas monedas.