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sábado, 21 de octubre de 2023

JESÚS CÁRDENAS. DESVESTIR EL CUERPO.

Desvestir el cuerpo
Jesús Cárdenas
Prólogo de José Antonio Olmedo López-Amor
Epílogo de Luis Ramos
Editorial Lastura
Colección Alcalima de Poesía
Madrid, 2023

 

DESNUDEZ

 

   Sin líneas divisorias, con evidente fortaleza creadora, Jesús Cárdenas (Alcalá de Guadaira, 1973), Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla y profesor de Lengua Castellana y Literatura, impulsa un recinto de luz que aglutina poesía, investigación literaria y reseñas críticas, siendo además en la actualidad redactor jefe de la revista Culturamas. Destila en el tiempo un cumplido itinerario poético que ve su amanecida con la entrega La luz de entre los cipreses (2012). Tras el paso inicial, su dinamismo ha ido forjando una estética figurativa que profundiza en el mensaje comunicativo, la propuesta dialogal del lenguaje y la concentración de significados. Jesús Cárdenas, además, se siente próximo al acontecer de la tradición y descubre su brújula en la conformación de moldes expresivos. La didáctica del poema temporaliza desarrollos y explora afinidades con voces fuertes, sondeando autores del canon como Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, Vicente Aleixandre o Ramón Gómez de la Serna.
  El verso “Brazos intangibles como abismos”, de excelente textura metafórica, sirve a José Antonio Olmedo López-Amor como pórtico de interpretación y núcleo reflexivo de Desvestir el cuerpo. El fluir de la escritura resalta la estela emotiva, la amanecida auroral de sinceridad que abre un tiempo donde se sustentan esperanza y memoria: “Así, desvisto muy despacio el cuerpo / hasta dejarlo en el acorde / donde acaba la tarde y el abismo comienza”. La progresión del fluir lírico, que entrelaza sensaciones, vivencias e inestables certezas, se vuelve hacia sí mismo para reflexionar sobre la razón del poema. Lo metaliterario aparece atestiguando la voluntad de las palabras, esos “hilos de incertidumbre entre los sueños y la verdad”. Pero la piedra angular de esta exploración crítica es el amor “como razón de ser y de escribir”, como introspección profunda en el camino de la contingencia.
   El amanecer del poemario aporta destellos de Raymond Carver, César Vallejo y Alfonsina Storni, cuyas citas contienen una tenue encrucijada de incógnitas sobre la que sedimenta el discurrir ficcional. Jesús Cárdenas distribuye el conjunto en tres secciones: “Todos los espejos”, “Cristal ahumado” y “Callada ceniza”. En el poema inicial la voz apelativa pone distancia, se hace distorsión y sombra, muestra las huellas de un viaje interior, un recorrido ya transitado en el que la memoria asienta su conciencia. Y, con esa inquietud de seguir, la fuerza de quien busca moldear nuevos sueños y hacer que las palabras construyan un refugio a la esperanza. La dicción pensativa se expande como espacio germinal, abre las manos del poeta para convertir el páramo del espejo en campo de siembra y sementera. Pero apenas es posible reencontrar lo perdido, “la liviana escritura de la carne” cuyo tránsito jamás podrá librarse del vacío.
   En los poemas centrales de “Cristal ahumado” persiste una atmósfera de desolación y formas imprecisas.  El yo verbal busca una voz que parece sólo un oscuro soplo de sombras. El amor es cicatriz; pavesas volátiles que conforman un sedimento de olvido. Queda así en la mirada de quien recorre el itinerario existencial una sensación de penumbra y carencia, una aletargada sucesión de interrogantes dormidos en el mapa del tiempo. Nacen así un conjunto de poemas crepusculares que no tiene otro afán que buscar al otro, que intentar unir de nuevo las dos mitades que se disgregan entre la ceniza.
   Todo parece la estela erosionada de un mal sueño. En el estar de paso persiste la “Callada ceniza”, como subraya el título de la sección final. Lo vivido ha dejado en la mirada interior un largo aprendizaje de soledad e invierno. Una imagen congelada en el espejo, una sucesión sin voz de historias apagadas y versos mudos, sobre los que se agosta la esperanza. En el sombrío espacio de la casa, la soledad toma cuerpo, mientras los recuerdos envejecen y sus bordes amarillean asumiendo el estar transitorio de los sentimientos, su carácter efímero y mudable que contagia también a la tinta emotiva del poema: “A pesar de todo, nos reafirmamos / en la luz de nuestro refugio, / el  silencio de la casa. Encendimos / el fuego con las manos; amor erguido en llamas. / Con esta firmeza combatiremos / esta y todas las noches invernales”.
   El poeta y cantautor Luis Ramos de la Torre incorpora el texto epilogal “Huesos que quieren ser poemas” donde reflexiona sobre la naturaleza ontológica del espejo y su paciencia contemplativa. Cuerpo y tiempo aspiran a crear un itinerario de belleza y conocimiento, una indagación en los muros firmes del lenguaje para que habiten juntos el olvido y la luz, el paso emocional de la belleza.
   Desvestir el cuerpo ilumina la conciencia de una voz a solas. Fusiona intimidad y desamparo en las expectativas de la costumbre. Los poemas taponan las grietas de un paisaje afectivo que percibe la aurora del amor como consoladora evidencia. La realidad emerge y nos desnuda, mientras la mirada se posa en los espejos para ratificar que en su lisura acecha siempre el fondo sin contornos del vacío. Lejos del abandono y la carencia, sólo el amor nos salva.
 
JOSÉ LUIS MORANTE






 
 

martes, 30 de mayo de 2023

MIGUEL ÁNGEL REAL. VIRTUDES DE LA INERCIA

Virtudes de la inercia
Miguel Ángel Real
Prólogo de Mónica Manrique de Lara
Lastura Editorial, Colección Alcalima de Poesía
Madrid, 2022

 

DESPERTAR


   En la primavera de 2023 el Festival Internacional de Poesía (Im)prescindibles, coordinado por Álvaro Hernando y con sede central en Moralzarzal (Madrid), nos daba la oportunidad de conocer en directo los poemas de Virtudes de la inercia (Lastura, 2022) de Miguel Ángel Real (Valladolid, 1965), Licenciado en Filología Francesa, traductor, poeta y catedrático de español con destino desde 1991 en el Lycée de Cornouaille de Quimper, en la Bretaña francesa.
  En su recorrido poético están las entregas Zoologías, libro de amanecida impulsado por Ediciones En Huida, Como dados redondos, aparecido en la editorial mexicana Cisne negro, la selección poética bilingüe Comme un dé rond y Les rébellions inútiles, una compilación de poemas en francés publicada por Ed. Douro. En los meses finales de 2022 amplía recorrido con Virtudes de la inercia, un poemario con liminar de la poeta Mónica Manrique de Lara. La introducción define esta quinta entrega como “un interno paisaje experiencial, espontáneamente reconocible y quizá, por este motivo, hipnotizador como un fuego”. Tan sugerente apunte refrenda que en la arquitectura lírica de Miguel Ángel Real habla fuerte el intimismo sentimental, definido mediante estratos vivenciales con la transparencia de lo emotivo. El sujeto interpuesto muestra una dolorosa lucidez en esos espacios gélidos que recorren la desesperanza y la soledad. La palabra entonces adquiere su propia metafísica, su refugio interior, donde la conciencia se confina.
   La introducción de Mónica Manrique de Lara es excelente. Crítica torrencial de implicación directa. No se trata de la aparición fugaz del compromiso amical sino de una lectura que percibe y expone, que intuye e interpreta la propuesta poética de Miguel Ángel Real como “despertar de un oculto letargo”.
   Desde una organización dual, se abren dos tramos líricos de similar longitud formal. El primero “Virtudes de la inercia”, tras una cita metaliteraria de César Vallejo, arranca con el poema homónimo que concede título al poemario. El hilo argumental enuncia una situación de partida que alude a soledad y desánimo, a paisaje después de la batalla:”ni me quedan fuerzas para aprender a apaciguar la pena”.
   Miguel Ángel Real comienza su andadura con una intensa reflexión vital que busca apaciguar el dolor y la incertidumbre que produce el fracaso de la convivencia. El yo poético se mira a sí mismo, empujado por la mano fría de la inercia, distante y gélida, aceptando que ella es la dormida silueta de lo incompatible. Todo es pasado en el ahora, un borboteo apariencial que disimula el tedio: “Qué hay, no sé, qué te haces, / da igual, cualquier cosa. / No tengo hambre, / dijo alguno. / Yo tampoco, fue la respuesta”. Todo alrededor se ha vestido con el esqueleto invertebrado de la espera. Todo se desdibuja en trazos desvaídos hasta crear el espejismo de que solo las palabras conceden vida y certifican alguna escapatoria de un presente que abre sus pasos a la desilusión. 
   El hilo argumental deja en su avance en este primer apartado el campo de visión de un laberinto de mentiras, de una simple historia de supervivientes que tejen la triste sombra de lo cotidiano. Los versos buscan la senda de regreso, esa sensación de estar de vuelta para encontrar refugio en las palabras y poder huir de una ciénaga gris de soledad y limo.
   El tramo final “Hacia la luz”, que arranca con una hermosa cita de Mario Benedetti que se hace reflejo de esperanza,  poco a poco se deshace la sensación de cansancio y soledad: “Poco me importa que el trébol /  tuviera tres hojas. / Lo encontré bajo la nieve. / Vivo “. La descarnada herencia del pretérito diluye formas en una prematura vejez. Hasta volverse olvido. Contra viento y marea los sentidos renacen y recobran la fe. Los espejos recobran la luz del mediodía, reaniman recuerdos y de pronto el mundo está bien hecho y se escucha su latir en otro marco, donde no hay sombras: “la palabra es germen, esencia de posible. / Sobre ella me reposo para llegar a ti levemente. / Es mi única arma para no extinguirme, y con ella sé aguardar días mejores “.
   Miguel Ángel Real en los poemas de Virtudes de la inercia lanza al aire la moneda del amor para que muestre al vuelo sus dos caras; para que asuma que en la realidad la sombra tiene sitio y persiste fuerte; para que confirme también que hay pasos en el amor para el regreso. Poesía que hace de lo emotivo una razón común, que confía en el lenguaje para conceder a los sentimientos una dimensión de conocimiento y búsqueda, una continua aspiración a la luz, o como escribe con singular acierto Mónica Manrique de Lara: “una propuesta esperanzada hacia la dicha”.
 
JOSÉ LUIS MORANTE
 
 


jueves, 17 de febrero de 2022

LUIS RAMOS DE LA TORRE. URGENCIA DE LO MINUCIOSO

Urgencia de lo minucioso
Luis Ramos de la Torre
Prólogo de José Luis Puerto
Lastura Editorial
 Colección Alcalima de poesía
Madrid, 2021


MATERIA EN TRÁNSITO 


   Casi desde la amanecida de su poesía, la música ha sido compañera de viaje del quehacer creativo de Luis Ramos de la Torre (Zamora, 1956), Doctor en Filosofía, cantautor, profesor jubilado e investigador de la obra de Claudio Rodríguez, sobre quien ha preparado ediciones críticas. Ese marco expandido adquiere en junio de 2021 un nuevo trazado al publicar Con los ojos del frío, una compilación de relatos donde se manifiestan los ecos de lo cotidiano, esas mínimas historias protagonizadas por identidades secundarias que muestran una lectura paradójica de lo existencial, cuajada de rincones imaginarios.
   Con la nueva entrega Urgencia de lo minucioso retorna al cauce poético, con un eje de luz de José Luis Puerto, quien muestra las cartas estéticas del poeta en el texto “De la poesía como ofrecimiento”. Puerto percibe en la mirada del poeta zamorano un murmullo de búsqueda, una inmersión en los linderos de las cosas al paso para apropiarse de su calidez confidencial; de este modo, se abre una nueva perspectiva de iluminación y transcendencia, que da sentido al decurso contenido de la existencia.
   Las cartas paratextuales dejan en primer plano citas de Olvido García Valdés, Hölderlin y José Ángel Valente, voces con una apuesta clara por la poesía reflexiva y metafísica, que alude a los rincones en sombra del yo espiritual. La palabra define, trasciende la materia, se hace luz y reflejo para aventar la penumbra cavernosa del tránsito.
  El volumen Urgencia de lo minucioso reúne más de sesenta poemas, escritos en poco más de un año, ya que El dilema del aire, entrega con la que el poeta obtuvo el Premio Ciudad de Salamanca, se editó en 2020. Tal cantidad nos habla de una madurez poética muy fértil, que expande una fuerte diversidad de intereses argumentales. Quien reconstruye el proceso poético  del escritor vislumbra una lírica meditativa, que opta por el poema breve y esencial. Con él clarifica la relación directa del ser con el entorno, donde la naturaleza nunca pierde su carácter nuclear. La compañía del entorno es ritmo y raíz, acorde vivo que acumula en silencio mínimas notas de verdad y belleza, de las que el yo se hace testigo para evocar, más allá de lo aparente, el dinamismo de la materia: “Miro el árbol atento /     su serenidad, su cima, / y en la rama solo queda un único espía / un único testigo / de su hechura en el aire contemplándonos, / el último fruto vigilante y sincero, / que enhebra con el tiempo y con nosotros su cosecha”.
   La mirada indagadora se mantiene alerta frente al vasto paisaje y los meandros de lo contingente. Se hace vigilia y vértigo. El despliegue de elementos en el entorno invita a la reflexión, postula la necesidad de recobrar la mano tendida de lo cercano. El perfil del día insiste en el abrazo de luces y sombras. Siempre andan cerca la incertidumbre y el destiempo del dolor, la inercia de la niebla en la razón y esa intemperie gris que asola la esperanza. Desde un ejercicio de resistencia llega la fuerza del poema: “Avivemos el horno de lo minucioso, / la calera del alma, / lo claro y lo distinto ajeno / donde se blanquea y purifica la herida. / Avivemos juntos, sin miramientos, / de una vez, y sin más, la vida”.  Los poemas de La urgencia de lo minucioso perciben bifurcaciones complementarias. Las composiciones tienen un carácter único en su forma de conectar sujeto y marco de representación de la existencia. En ellos se retrata con trazos limpios una sensibilidad en grata convivencia con la luminosa hechura de lo humilde, con esa discreta normalidad de lo telúrico que invita a salir de uno mismo y asir la claridad y el burbujeo de lo perecedero, ese abrazo del viento que sostiene las alas.
 
JOSÉ LUIS MORANTE


        

jueves, 20 de enero de 2022

LUIS RAMOS DE LA TORRE. URGENCIA DE LO MINUCIOSO

Urgencia de lo minucioso
Luis Ramos de la Torre
prólogo de José Luis Puerto
Lastura Editorial
Colección Alcalima
Madrid, 2021

 

MATERIA EN TRÁNSITO
 
 
   Casi desde la amanecida de su poesía, la música ha sido compañera de viaje del quehacer creativo de Luis Ramos de la Torre (Zamora, 1956), Doctor en Filosofía, cantautor, profesor jubilado e investigador de la obra de Claudio Rodríguez, sobre quien ha preparado ediciones críticas. Ese marco expandido adquiere en junio de 2021 un nuevo trazado al publicar Con los ojos del frío, una compilación de relatos donde se manifiestan los ecos de lo cotidiano, mínimas historias protagonizadas por identidades secundarias que muestran una lectura paradójica de lo existencial, cuajada de rincones imaginarios.
   Con la entrega Urgencia de lo minucioso retorna al cauce poético, con un eje de luz de José Luis Puerto, quien muestra las cartas estéticas del poeta en el texto “De la poesía como ofrecimiento”. Puerto percibe en la propuesta del poeta zamorano un murmullo de búsqueda, una inmersión en los linderos de las cosas al paso para apropiarse de su calidez confidencial; de este modo, se abre una perspectiva de iluminación y transcendencia, que da sentido al decurso contenido de la existencia.
   Las cartas paratextuales dejan en primer plano citas de Olvido García Valdés, Hölderlin y José Ángel Valente, voces con una apuesta clara por la poesía reflexiva y metafísica, que alude a los rincones en sombra del yo espiritual. La palabra define, trasciende la materia, se hace claridad y reflejo para aventar la penumbra cavernosa del tránsito.
  El volumen Urgencia de lo minucioso reúne más de sesenta poemas, escritos en poco más de un año, ya que El dilema del aire, entrega con la que el poeta obtuvo el Premio Ciudad de Salamanca, se editó en 2020. Tal cantidad nos habla de una madurez poética muy fértil, que expande una fuerte diversidad de intereses argumentales. Quien reconstruye el proceso poético del escritor vislumbra una lírica meditativa, que opta por el poema breve y esencial. Con él clarifica la relación directa del ser con el entorno, donde la naturaleza nunca pierde su carácter nuclear. La compañía del mapa contextual es ritmo y raíz, acorde vivo que acumula en silencio mínimas notas de verdad y belleza, de las que el yo se hace testigo para evocar, más allá de lo aparente, el dinamismo de la materia: “Miro el árbol atento /     su serenidad, su cima, / y en la rama solo queda un único espía / un único testigo / de su hechura en el aire contemplándonos, / el último fruto vigilante y sincero, / que enhebra con el tiempo y con nosotros su cosecha”.
   La mirada indagadora se mantiene alerta frente al vasto paisaje y los meandros de lo contingente. Se hace vigilia y vértigo. El despliegue de elementos en el entorno invita a la reflexión, postula la necesidad de recobrar la mano tendida de lo cercano. El perfil del día insiste en el abrazo de luces y sombras. Siempre andan cerca la incertidumbre y el destiempo del dolor, la inercia de la niebla en la razón y esa intemperie gris que asola la esperanza. Desde un ejercicio de resistencia llega la fuerza del poema: “Avivemos el horno de lo minucioso, / la calera del alma, / lo claro y lo distinto ajeno / donde se blanquea y purifica la herida. / Avivemos juntos, sin miramientos, / de una vez, y sin más, la vida”.     Los poemas de La urgencia de lo minucioso perciben bifurcaciones complementarias. Las composiciones tienen un carácter único en su forma de conectar sujeto y marco de representación de la existencia. En ellos se retrata con trazos limpios una sensibilidad en grata convivencia con la luminosa hechura de lo humilde, con esa discreta normalidad de lo telúrico que invita a salir de uno mismo y asir la claridad y el burbujeo de lo perecedero, ese abrazo del viento que sostiene las alas.
 
JOSÉ LUIS MORANTE


        

miércoles, 29 de diciembre de 2021

MARIO PÉREZ ANTOLÍN. CADA VEZ QUE MUERO

Cada vez que muero
Poesía reunida
Mario Pérez Antolín
Lastura Editorial
Colección Alcalima
Madrid, 2021


TRAYECTO CONTINUO


 
  En los últimos años, el largo camino aforístico de Mario Pérez Antolín (Stutgart, 1964) constituye un legado fuerte, definido como una de los enclaves centrales del laconismo filosófico. Los fragmentos literarios del escritor, asentado en Ávila, hilvanan una perspectiva de compromiso con la realidad, nacida desde la experiencia existencial y desde esa afinidad enérgica que impulsan campos del humanismo como la sociología, el pensar ético y el ecosistema político contemporáneo. Menos conocida para el lector común, la obra poética de Mario Pérez Antolín hacía necesario un balance escritural que ahora se asienta, tras el título Cada vez que muero (Poesía reunida) en la colección Alcalima de Lastura, que coordina y dirige la poeta Isabel Miguel.
   Sirven de pórtico a la cronología creadora del poeta, tres citas referenciales que aglutinan en sus autores el peso fuerte de la tradición. Son tres magisterios indeclinables: Blas de Otero, Fernando Pessoa y César Vallejo. Actúan como umbral de un extenso compendio textual que, desde el inicio, refuerzan la idea de complicidad entre las estrategias expresivas cultivadas por el escritor. La pulpa del poema se acerca al discurso fragmentado y en su venero argumental prevalecen la introspección indagatoria, el fragmento sociológico y la salpicadura ética. No son rasgos únicos; la poesía reunida permite conocer un material muy rico de estratos, donde se entremezclan memoria y evocación, las tensas vibraciones que generan lirismo, pensamiento y filosofía al definir temas universales como el amor, el deseo o la muerte: “Nadie podrá decirme ahora / quién fui o quién no he sido, / pues nadie sabe dónde están / los límites de la vida / y, menos, su sentido “.
  Mario Pérez Antolín desdeña cualquier convencionalismo gregario; abre su poética para que las palabras mantengan su piel elástica y generen diversidad.  Las características se yuxtaponen, sin imposiciones excluyentes. En el transcurso de Cada vez que muero hay poemas de aliento clásico, inspirados en la mitología y en la tradición de Grecia y Roma, en los que se revisan claves culturales conocidas: Neptuno, Palas Atenea, Eros y Cronos son protagonistas cálidos del poema que retornan para sembrar en el ahora la voz sabia de la meditación.
  Los poemas no se ajustan a la dirección marcada por las publicaciones. Se recordará que el escritor inició senda poética con la entrega Semántica secreta (2007). Prefiere el reajuste de un nuevo orden en el decurso lírico, De este modo, la primera parte “Háblame de mí” va dejando las huellas firmes del yo interior, hasta interpretar una autobiografía con secuencias dispersas. Ese alguien con aire de familia entre el escritor y el ser biográfico, aborda en el segundo apartado “Silencio antártico” la gelidez fosilizada del ocaso; el entorno se llena de grisura, siente en los talones la vibración extraña de la muerte y el cauce de la desolación borra por dentro cualquier atisbo de esperanza. Con frecuencia, para evitar el patetismo Mario Pérez Antolín recurre al monólogo dramático o a poemas más descriptivos, que focalizan personajes históricos capaces de ajustar un adecuado epílogo al cauce existencial.
  En el trazado de Cada vez que muero conviven las fluctuaciones argumentales. El poeta busca en el tercer apartado “Nada hay donde todo está” lo paradójico, esa conciliación de contrarios que integra itinerarios antagónicos en el discurrir. Los textos muestran la geometría variable de un entorno que expande incertidumbres y despierta las inclinaciones subjetivas de un pensamiento en vela. El destino es proclive al azar y en su textura duerme la hermética caligrafía de lo que no tiene respuestas. Así nace una metafísica de la incertidumbre, que apenas encuentra sistematización y forma: “Si existir consiste en enterrar a / los que bien pude ser y ya no fui, / morir es olvidar a este que soy / y abrir las tumbas de los que serán”. De ahí nace la sensación de que todo es especulación y mentira, espejismo mental que nunca expone al sol su verdadera naturaleza. Pero el pesimismo, tan cerca en su condición de un cierto nihilismo, cobijado bajo el árbol reflexivo de Cioran, guarda en sus pliegues un brote germinal: es el amor, que tapona grietas y enciende en su cansancio una mínima luz entre la sombra.  
   Mario Pérez Antolín integra su carta auroral Semántica secreta en el cuarto apartado; de este modo sus poemas más tempranos delimitan un diálogo de conocimiento con los demás; muestran vínculos directos con la fragmentaria voz del aforismo y su empeño de comprender la realidad, siempre proclive al trampantojo. Esta línea analítica prosigue en las composiciones de “Carta de marear en tu memoria” en las que el tiempo y sus efectos, siempre erosivos en nuestra condición fugaz y transitoria, marca algunos tramos del apartado, junto a un fuerte poso cultural. El yo afronta el destino con la incertidumbre de salir a un día de límites difusos en el que es preciso buscar un equilibrio emocional en la destilación del devenir.
   Más cerca de la geografía humana del poeta está la sexta sección “El amor nada más, el poder a veces”, que compone un mínimo testamento que deja hablar a solas a conciencia y entendimiento. No es ajena a esta fe de vida que dicta la voluntad el mimetismo de los lugares de paso, o las mutaciones de la identidad que convierten al yo en un personaje.
   El paisaje se hace presencia central en “El paisajista ciego”, ámbito en el que está presente el entorno geográfico y humano de Candeleda, localidad abulense en las laderas de la sierra de Gredos que limita ya con el hermoso paisaje de la Vera cacereña. Las pupilas reflejan espacios habitables para la meditación y el paseo. Describen las angosturas y relieves percibidos por los sentidos y que hacen de la contemplación una conciencia de temporalidad y cambio de ciclos. Una actitud contemplatoria que también está presente en “La voluntad carece de motivos” donde las composiciones, como sugiere el mismo autor, recuerdan fotogramas que buscan el dibujo final.
  Los apartados finales “De nadie”, inspirados en los versos de “Libre te quiero” de Agustín García Calvo que, con tanto acierto cantara Amancio Prada, entremezclan la mirada crítica, frente a una sociedad llena de asimetrías y crudeza, y el rumor fuerte de un pensamiento crepuscular, que ha hecho suyos la piel áspera de la decepción o el frío habitual de la derrota.  El reposo invita a la quietud: “Cae la nieve / sobre las cenizas tibias / del bosque quemado”
   El poeta coloca como cierre “Tres odas” resueltas con fragmentos versiculares que acercan el poema al texto ensayístico o la cadencia musical de una larga sinfonía. La escritura adensa su carga conceptual y su hermetismo, se enrosca en sí misma, busca imágenes de calado como si quisiera dibujar el incontenible fluir del pensamiento.     
   La reflexión está en la médula del trayecto poético de Mario Pérez Antolín; sus poemas velan el intimismo sentimental de ascendencia romántica para focalizar una pulsión indagatoria en el tiempo. Los versos ascienden por la conciencia, más próximos al pensamiento que al pulso emotivo del corazón. En ellos es esencial el tratamiento del lenguaje y el empleo de una dicción exacta, plena de textura semántica que compone un mosaico en movimiento, que hace del yo pensante un cúmulo de sensaciones, una confrontación abierta con lo indefinido.
 

JOSÉ LUIS MORANTE


 

    


jueves, 19 de septiembre de 2019

LUIS RAMOS DE LA TORRE. LO LENTO

Lo lento
Luis Ramos de la Torre
Prólogo de José Luis Morante
Imagen de cubierta: Juan Carlos Benéitez Ibañez
Lastura Ediciones, Colección Alcalima
Ocaña (Castilla La Mancha), 2019



HERIR EL AIRE


Penetrar en la música del tiempo,
disolver su cadencia,
                        acompasarnos
dejarnos llevar por su canto abierto,

sin agobios, sin prisas

Luis Ramos de la Torre.

   Una agudeza del aforista Antonio Porchia me ha acompañado, frente al incansable afán del calendario. La rescato ahora para medir la hondura poética de Luis Ramos: “Nadie entiende que lo has dado todo. Debes dar más”. El verbo lapidario de Porchia es una paráfrasis de la actitud de este castellano-leonés nacido en 1956 y de su transversalidad creadora.
  Son conocidos los hilos del tragaluz biográfico. Doctor en filosofía, profesor con muchos trienios de encerados y tizas, cantautor con guitarra, que denuncia el sinsentido de la existencia y su convicción de que las palabras no dicen si no pronuncian un compromiso ético, poeta, y ensayista especializado en el hondo caudal de Claudio Rodríguez, a quien dedicó su obra El sacramento de la materia (Poesía y salvación en Claudio Rodríguez). Luis Ramos prescinde de lindes reductoras para ampliar indagaciones y reversos. De este modo, también es miembro fundador del Seminario permanente Claudio Rodríguez y ha prologado entregas aurorales de nuevas voces que estiman en su personalidad literaria una coordenada referencial. (...)

  El decurso de Lo lento proyecta una contaminación emocional creada por “el deletreo de los días”; respirar es incidir en ese avance metódico en el que la ceniza es meta y lección primordial de la condición biográfica. A cada paso se fortalece esa relación continua entre el estar y lo transitorio. De esa certeza nace una palabra convertida en amarre, en humilde trinchera contra los gestos ásperos del tiempo; así lo constatan estos versos del poema “Ráfagas”: “Un verso es una ráfaga, una apuesta, / un disparo de luz contra la muerte, / contra esta sangre ahora calmada de deseos, / contra el coto de la mirada o los frutos nuevos / de un sol impulso que nos lleva”.    


José Luis Morante
Madrid, septiembre, 2018
Fragmento del prólogo de Lo lento