ACCIDENTE
(A quien tiene una gata, nacida en algún sueño)
Hasta la tarde de su estrepitosa caída, Q fue un niño tímido e inadvertido, proclive a la lectura que, de vez en cuando, presenciaba curioso el chalaneo del mercado, o prodigaba caricias a una gata doméstica. Después del golpe, su sistema nervioso quedó perturbado. Soñaba continuamente con animales. No era raro que alguna de aquellas imágenes oníricas, como un gran lobo pardo, amaneciera entre los muros de su cuarto.
Con sentido práctico, los progenitores propusieron a las autoridades locales la fundación de un zoológico. Pronto, la singularidad de su fauna originó un flujo turístico sin precedentes que desbordó el callejero urbano e hizo envidiadas la fama y riquezas de Q.
Todos los niños del municipio ensayan arriesgados ejercicios y saltos sin red. Los padres esperan confiados que una torpeza repita el milagroso accidente.
Buena entrada, para reflexionar, ¿podemos jugar a una carta, nuestro
ResponderEliminardestino, o lo vamos haciendo con el trabajo diario?
En fin, me ha gustado mucho.
Un fuerte abrazo.
Querido Paco, el relato, si es bueno, debe admitir la sabiduría interpretativa de cada lector.
EliminarMe alegra, como siempre, verte cerca, con la palabra confiada de la amistad, el único sentimiento que nunca debe dejarse en manos del destino sino en las cartas marcadas de nuestra voluntad.
Abrazos.
Como bien dices, José Luis, cada lector interpreta el mismo texto literario según sus propias vivencias personales. Por eso, lo he hecho mío.
ResponderEliminarDespués de muchos años de pelearme con mis sueños, y dentro de la simbología onírica, me es inevitable asociar al gran lobo pardo con esa faceta instintiva-animal que se encuentra en lo más profundo de nuestro ser, a la que hay que “mimar” por el bien de nuestra salud. En definitiva, una imagen simbólica que puede sorprendernos, al amanecer, entre los muros de nuestro cuarto o en la intimidad de nuestro ser.
Un beso
No sabes la alegría que me da recibir tu mensaje, después de tantos días. Es verdad que mi soledad es buscada, pero es verdad también que mis verdaderos amigos nunca me dejan solo.
EliminarLa fábula no es más que la duda que cada uno tiene al despertar y preguntarse. Qué hago con mis sueños... ¿los pongo en práctica o los tiro al cubo de la basura, a pesar de que sean tan bellos?
Siempre te recuerdo y es una lástima que esa colaboración no se hubiese concretado.
Abrazos fuertes.
Bonita la fábula, amigo Morante; yo he entendido la parte de los progenitores, también aquí tenemos ejemplos: los padres que mandan a sus hijos a castings para hacer sus gracietas, los padres que apuntan a los niños en equipos grandes de fútbol y les obligan sin tener ninguna aptitud, y los que enseñan por facebook las niñerías de sus hijos. Poderoso caballero es Don Dinero.
ResponderEliminarSomos capaces de vender lo más personal por un bienestar material: nos venden los amigos, nos venden los afectos, nos venden las contradicciones que nos definen... Pero queda la imagen señera del gran lobo, esperando en el zoo de una ciudad desconocida a ser parte de un nuevo sueño. Un abrazo lleno de música y poesía.
EliminarEs un relato maravillos,pero el título...es pura poesía.
ResponderEliminarCreo que los suños tan bellos no pueden estar en un cubo al lado de basura mundana. Tiene que haber alguna forma de que puedan convivir con nuestro caminar diario, aunque sólo sea para darnos luz, pero nunca tirarlos.
Estoy de acuerdo, Marta, el dinosaurio de Monterroso se quedó a vivir para siempre entre nosotros. Merece la pena conspirar en una cafetería blanca para que nunca pase el último autobús y los sueños se queden.
EliminarUn beso.