Madrid, junio, 2014 Fotografía de Irene Morante |
A quien camina solo
Una vez más regreso a la ciudad de siempre,
descifro con premura
un largo itinerario de recuerdos,
mientras sube, con ardor renovado,
la hiedra de otros días
desde un lejano sueño hasta la boca.
Pero nada es igual, aunque contemple ileso
el dócil deterioro
de antiguos edificios maquillados de tiempo.
No logro adivinar qué signos, que paredes,
ocultan las hogueras del pasado;
no hay rastros inmutables, no hay indicios
de una felicidad remota en la memoria.
Cuánta mano vacía, cuánta ausencia;
quedaría conforme siquiera vislumbrando
una imprevista huella, algún reflejo.
Se reiteran mis pasos por calles desoladas,
mi soledad se enquista en noche,
suena el reloj de un campanario.
Aburrido neón de pupila naranja
vierte sobre mi busca un guiño cómplice.
Una difusa luz precede al día.
La llegada del alba desvanece
una ciudad cuyo enclave es olvido.
Población activa, Gijón (1994)
Nunca dejamos de buscarnos en los paisajes del ayer; nunca acabamos de reconocernos. Y es la luz, medida indivisible, la que nos abre puertas y las cierra. Me he reconocido en el poema.
ResponderEliminar(Aunque no siempre deje la huella, camino tu camino).
Un abrazo.
Lo sé, querido Antonio, sé que estás porque esta aventura del blog también ha sido clarificadora en lo personal. He aprendido que no se puede escribir solo y he aprendido también que hay mucha gente alrededor que es sólo ruido de pisadas vacías.
EliminarPor eso valoro tanto los afectos. Gracias, Antonio. Un fuerte abrazo.
y yo también, destinatario por alusiones del poema, me he sentido en él.
ResponderEliminarun saludo.
Qué grato es compartir alusiones y estados; vengo de tu blog; a partir de ahora estamos más cerquita. No sé si Antonio Gamoneda tiene razón cuando dice que desde fuera la pobreza no es solidaridad; en la literatura ocurre lo mismo, así que abro la puerta y entro... Un abrazo.
EliminarLas ciudades son como los ríos, parece que no cambian pero lo hacen.
ResponderEliminarPor eso es mejor mirarlas desde los tejados, como si fuésemos vuelos que otean sobre las azoteas. Desde la altura las ciudades parecen espacios más hospitalarios. Un abrazo entrañable.
EliminarSiempre nos vemos en los parajes del recuerdo, del ayer, esos que llevaremos siempre. Y en ellos buscamos nuestro pasado...
ResponderEliminarAsí es; somos lo que perdura en la memoria, esos pasos perdidos entre las líneas de un callejero que nunca se repite. Y en esas sombras de otro tiempo está presente nuestra identidad.
EliminarUn fuerte abrazo y muchas gracias por tu continuo aliento.