viernes, 20 de junio de 2014

RODRIGO OLAY. LA VÍSPERA

La víspera
Rodrigo Olay
Ediciones de La Isla de Siltolá
Sevilla, 2014
ESPERA
 
  El paso inicial de Rodrigo Olay (Noreña, Asturias, 1989) sorprendió a la crítica por su madurez formal y por la coherencia de tono de su argumentación amorosa y contemplativa. Se tituló Cerrar los ojos para verte y fue reconocido en 2010 con el Premio Asturias Joven de poesía y, dos años después, con el Premio de la Crítica de Asturias. Olay se convertía en voz destacada de la última fila cuya identidad definía rasgos como la claridad figurativa, el intimismo, la corrección técnica y la querencia natural por la tradición literaria.
  Amanece ahora, en La Isla de Siltolá, su segunda salida, La víspera, una compilación de poemas escritos entre 2011 y 2014. En su obertura se mencionan citas de Vicente Gallego y Javier Almuzara, dos precedentes muy próximos, aunque no disonarían otros como Víctor Botas, Luis Alberto de Cuenca, Miguel d’Ors, o José Antonio González Iglesias, itinerarios sólidos que aglutinan clasicismo y modernidad al abordar la existencia cotidiana como sustrato argumental.
  Rodrigo Olay elige el ahora como tiempo comunicativo y lo hace desde una poética auroral, que busca lo diáfano. Así cierra su reflexión sobre lo metaliterario: “Un poema es poema / si puede acompañar –si recordarse- / a quien sabe que ya es breve su tiempo. / Si pudieran  tus versos ser los últimos”.
  El poeta sabe que ser original no es hollar laberintos sino abordar lo de siempre con otros ojos. Muchos de sus poemas son un elogio de la lectura. A veces ejercicios de taller que vigorizan una estrofa cerrada, un soneto, una décima Es el caso, por ejemplo de “El último  poema de Nick Carraway”. Otras veces, como sucede en  “Endecasílabos” la apropiación de versos ajenos se convierte en una propuesta lúdica para adivinar el origen, como si la autoría singular se hubiese diluido en el tiempo para convertir cada endecasílabo en patrimonio común.
  El poeta emplea el mismo título, “La víspera”, en la composición de arranque y el poema epilogal. Pero la semántica de ambos poemas se contradice. En el poema, “la víspera” es espera, un horizonte luminoso que aglutina claridad y esperanza y tiene el perfil convincente de la alegría, es un cinco de enero, una carta sin abrir, un cuerpo a punto de mostrarse en la plenitud de su desnudo. En el cierre, la víspera es umbral de la desaparición, la densidad del miedo, el desamparo de la despedida, el cumplimiento de un itinerario que ha ido dejando indicios de su paso.
  En la poesía más joven, cada salida augura una indecisa transición, un inacabado ejercicio de avance y tanteo. Rodrigo Olay protagoniza una inequívoca trayectoria. Su propuesta estética aporta sólidas razones: un mensaje transparente, la correspondencia de la propia voz con una bibliografía anterior, el cuidado en el molde como ejercicio estimulante  y los varios argumentos que aglutina el desorden visible del ahora. 
  Rodrigo Olay no es un visitante ocasional de las estanterías. Llega para quedarse.  Su poesía convierte en personal el sello distintivo de otros maestros, tiene el encanto de mostrarnos una sensibilidad que descifra lo cotidiano y su continua aspiración a la belleza.

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