lunes, 7 de julio de 2014
LEYENDO A MIGUEL D'ORS
LEYENDO A MIGUEL D'ORS
Aquellos del 56...
Salvo recuerdos tristes,
no guardo muchas cosas de la infancia:
lugares como sombras, escenas redundantes
que retornan ajadas, falsamente
maquilladas de olor y de ternura.
Yo, que nací en un pueblo
con tapiales de retama y de barro,
que soporté el trasiego de lejanos parientes,
que anduve en lodazales
a la caza y captura de gordos renacuajos,
que, escondido el pitillo
en cualquier parte,
puse cara de bueno ante el maestro,
leyendo a Miguel d'Ors
y tomando las huellas dactilares
a una felicidad rural y cristalina,
ante el feroz saqueo
del tiempo en mi memoria, me pregunto
si alguna vez fui niño.
Población activa, Gijón, 1994
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Aún estás a tiempo de serlo.
ResponderEliminarQué reflexión más encomiable, Tracy. Lo intentaré, palabra. Un beso grande. Esta vez más: seis o siete, por tu lucidez.
EliminarMe alegro mucho de que coincidamos en la admiración por Miguel D'Ors, un grandísimo poeta. También excelente el poema donde lo citas. Un abrazo, querido José Luis.
ResponderEliminarUn abrazo, María, Miguel d'Ors, como Víctor Botas o Eloy Sánchez Rosillo, pertenece a la cara B de la Generación del Lenguaje, mucho menos dada a la erudición retórica pero más enraizada con la emoción de lo vivido. Así que son poetas a los que vuelvo con frecuencia. Un abrazo y feliz verano.
EliminarEn cada esquina de nuestra imaginación nos encontramos con el niño que fuimos o que quisimos ser. Al encontrarlo surgen poemas tan hermosos como el tuyo y los de nuestro admirado Miguel D'Ors. Un abrazo.
ResponderEliminarUn abrazo cordial en este tiempo de vacaciones en el que acabo de recibir tu nuevo libro. Enhorabuena por la publicación, que leeré con el máximo interés. Abrazos de niño recobrado.
EliminarQuerido José Luis:
ResponderEliminarEste bello y triste poema tiene para mí una enseñanza quizás no pretendida: solo a través de esa memoria a veces saqueada nos encontramos -tu lo has hecho en el poema- con nuestra niñez; aunque no lo creamos.
Pero también creo que nunca dejamos de ser del todo esos niños -tristes o alegres- que caminan mirando al pasado. Gracias por el poema y enhorabuena por él. Un abrazo.
Temo abusar demasiado de tu tiempo, Luis Ángel, y es verdad que la mirada al pasado es siempre una constante en la poesía elegíaca. Los pueblos de la meseta solían tener un invierno duro y continental, hecho de rutina y melancolía; o acaso fuese yo ese niño que buscaba el sosiego de algún lugar solitario para encerrarme con mis primeras lecturas... No sé, tal vez el poema exagera mis recuerdos de infancia gris y fui un niño igual que todos, con escondites, espías y renacuajos... Abrazos y feliz verano.
EliminarNada, no hay disculpa: es una hermosura ese poema, se mire como se mire. Yo no tengo problema con la nostalgia o la elegía, por la sencilla razón de que vivo una especie de presente continuo, y todo lo que fue está siendo al mismo tiempo que ahora mismo. No sé si me explico. Pero, sí, mucho me ha gustado ese poema.
ResponderEliminarPD: Me dio clase de Derecho Romano, en Pamplona, el padre de Miguel, don Álvaro D'Ors, cuya cabeza era la vera efigie de un gran senador en un medallón romano.
Un abrazo de verano Luis con la alegría de saber que el poema no te ha decepcionado. Me gusta mucho Miguel d'Ors como poeta y también como ensayista, aunque no compartimos casi nada en nuestra forma de pensar, pero eso nada tiene que ver con la literatura. Así que lo dicho, volver a la infancia desde el poema es hacer un camino de regreso para buscar al niño que fuimos...
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