Otra maldita tarde de domingo Néstor Villazón Vitruvio, Madrid, 2014 |
SALIDA A ESCENA
Néstor Villazón (Oviedo, 1982), Licenciado en Filología Hispánica, llega
por primera vez a la poesía con el poemario Melville
en la aduana, pero se decanta por la nueva escena, donde consigue un
notable reconocimiento por su obra teatral Democracia.
Ahora regresa al verso con Otra maldita
tarde de domingo, título que provocaba la reflexión inicial de esta reseña,
y que procede de una cita tomada de Roger Wolfe.
Este conjunto arranca con un poema prólogo, enfocado como si fuese un
monólogo situacional en el que conviven la ironía y el sosiego para trazar las
pautas que regulan la salida del yo poemático en el páramo incierto de
lo cotidiano. También la presentación adquiere la apariencia de un enunciado
recitativo, con una exhortación al lector: una invitación a compartir los
pormenores existenciales que acumulan las horas, como si diese voz a un personaje arquetípico y teatral capaz de
transmitir a los espectadores una digna apariencia de entereza, aunque sea sólo
un hombre ante el espejo, con gestos de derrumbe.
En este primer tramo del poemario resalta la disposición tipográfica de
“Carta para André Breton”, un guiño a la rebeldía surrealista y a los impulsos
del automatismo psíquico contra la intervención reguladora de la razón.
Pero es una excepción en un avance pautado en el que el tiempo se
convierte en protagonista central, hecho casi siempre de rutina y monotonía,
asentado en libros y lecturas, proclive a la indagación y al recurso de la escritura poética para descifrar el sentido del presente o evocar los
indicios del pasado, como sucede en el poema “Infancia”.
El autor habla en ocasiones desde un poema personalizado, como si el texto
se dirigiese a una única identidad: un padre imaginario, Marinette (a quien
también se dedica el poemario) o su ego desdoblado. El texto se convierte así en un mensaje íntimo
y cercano que alude a los tejidos sentimentales del sujeto.
La disposición en apartados deja en el lector la sensación de distintos
momentos escriturales y temáticos. Los argumentos se diversifican: a veces
reflexionan sobre la poesía, una anécdota laboral, la soledad y sus
contradicciones; argumentos que
requieren, como anota el autor, un verso pobre y un material precario, porque
el hablante lírico se sabe un hombre más que sale a escena para contar otra
maldita tarde de un domingo; en resumidas cuentas, la historia cotidiana de ese
tiempo inasible en el que se extienden los renglones de sueños y fracasos,
la lucidez y el desconcierto.
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